domingo, 16 de mayo de 2010

Robin antes de Hood

El pasado viernes he visto "Robin Hood", la nueva incursión del gran Ridley Scott en la épica medieval tras su más que interesante "El reino de los cielos". Basada en el mito anglosajón más famoso junto al del Rey Arturo, la película es una precuela de los sucesos por todos conocidos que intenta dotar de mayor verosimilitud histórica a lo que, en el fondo, no son más que fantásticas y legendarias hazañas envueltas en la bruma de la incertidumbre documental. Una propuesta muy similar a lo que hizo la única secuela cinematográfica de las hazañas del proscrito más célebre: "Robin y Marian". Pero donde la cinta de Richard Lester se tornaba magnífica y realista en lo crepuscular, la de Ridley Scott se revela como una película meramente entretenida con detalles muy interesantes que dejan entrever un potencial mayor y desaprovechado.

El Robin Hood de 2010 no es tan colorido y folletinesco como el del mítico Errol Flynn (1938), ni tan pretenciosamente palomitero como el de Kevin Costner (1991), sino que intenta hacer una recreación histórica certera y sosegada de la época y los personajes reales engullidos por la leyenda (Ricardo Corazón de León, Juan Sin Tierra...) al mismo tiempo que trata de prestar menos atención a la épica para dedicársela a una discutible interpretación sociopolítica actual de las motivaciones del arquero más afamado de Sherwood. Y es precisamente esto último, la reinvención de Robin como "antisistema del siglo XXI" en clave medieval, lo que más chirría en esta película (tómese como ejemplo el discurso que realiza en favor de la Carta Magna) ya que el lenguaje y los conceptos utilizados resultan, cuando menos, chocantes cuando no anacrónicos. De cualquier forma, esta peculiar óptica, original pero desatinada, lastra el potencial de un film que, a mi
entender, más habría necesitado de fulgor épico y adrenalina dramática para alcanzar su verdadero techo.

No obstante, la película de Scott, pese a estar lejos, muy lejos del empaque de sus magnas obras, constituye una nueva oportunidad para ver el magnífico hacer de dos excelentes actores: Russell Crowe y Cate Blanchett, quizás lo mejor del film, ya que, imaginarse esta película sin alguno de ellos sería pensar en una cinta mediocre (y eso que hay secundarios más que notables). Y esto, unido al realismo (bien documentado) con el que se presentan unas figuras (los monarcas antes citados) y una época sesgada maniqueamente por el folclore (esto también es discutible, porque las leyendas sobre Robin Hood son muy anteriores a la aparición de Corazón de León y su mezquino hermano, por ejemplo) y son los grandes motivos para acudir al cine a ver una película amena y fallida de un director del que se espera, por capacidad y talento, gestas mayores.


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