Ahora, hace justo cien años, el Titanic se hundía en un accidente que supuso la muerte de 1517 personas. Después de todo lo visto, leído y hablado sobre este mítico suceso, cualquier cosa que se diga al respecto suena a redudante, a más de lo mismo, a lluvia de tópicos y lugares comunes. Por eso, sólo diré que, para mí, por encima del misterio y el asombro que rodea a esta tragedia, lo más interesante son las historias de cada una de las personas que iban en ese barco, especialmente de quienes perecieron. De ahí que, por ejemplo, actualmente me llame mucho más la atención las biografías de los españoles que se vieron involucrados en esta noticia universal que los típicos reportajes sobre el barco, el iceberg y las curiosidades y mitos que lo rodean. Por cierto, respecto al magnético encanto que aún hoy genera este desastre, coincido con quienes opinan que se debe a que en ese barco iban tantas personas y sucedieron tantas cosas que es muy complicado no encontrar alguien con quien nos identifiquemos o algo que no nos parezca interesante.
Creo que el Titanic fue una muestra más de eso que cíclicamente la vida se encarga de recordar a todo el personal del planeta: que somos mortales y que nuestra existencia se acaba cuando menos te lo esperas. "Memento mori", decían en la Antigua Roma. La destrucción volcánica de Pompeya, el terremoto de San Francisco,el Hindenburg, Chernobyl, el tsunami del índico en 2004 o los desastres naturales en Japón en 2011 son otros capítulos de esa historia de la pequeñez humana, de la fragilidad de nuestra vidas.
Dicho lo cual, creo que una buena reflexión que se puede hacer a propósito del Titanic es la siguiente: Vivir de forma que, si por desgracia nos vemos involucrados en una situación como la que que vivieron las 2.227 personas que iban a bordo en esa legendaria embarcación, podamos estar felices de qué y cómo hemos vivido hasta ese momento. Es decir,vivir de tal modo que siempre estemos en paz con nosotros mismos y con los demás, porque si no, cuando llegue ese instante que todo el mundo tratamos de olvidar, nos sentiremos como unos gilipollas que han desaprovechado el tiempo y las oportunidades.
Para terminar, nada mejor que el silencio para honrar a todos esos miles de sueños y proyectos que una noche hace cien años murieron en el Atlántico.
2 comentarios:
Es de lo más bonito que he leído sobre un tema del que opino que hay un pelín de exceso de información ¿no crees? En cualquier caso enhorabuena por el post porque reconoce lo que más merece la pena, recordar a los fallecidos en un tragedia que, como dicen muchos, es hasta metafórica.
¡Muchas gracias! La verdad es que en casos así, nos solemos quedar en lo trágico y lo anecdótico y nos olvidamos de lo fundamental: lo humano.
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