Ahora que recientemente ha entrado en vigor la Ley Sinde-Wert (de la que ya opiné en 2010 y 2011) es una buena oportunidad para que comparta mi reflexión sobre la cultura en el contexto sociotecnológico actual.
* Descubriendo el pasado: Hay mucha gente que piensa que el hecho de que existan sitios donde se recopilen y pongan a disposición de cualquiera contenidos de carácter cultural (canciones, películas, libros...) es algo novísimo, originalísimo, propio de nuestro tiempo y consecuencia directa del uso de las nuevas tecnologías. Bien. A esas personas les pregunto: ¿Le dicen algo las palabras "Biblioteca de Alejandría", siglo III a.C.? ¿No? Vale, ¿qué tal si nos acordamos entonces de que, en la lejana Edad Media, los monasterios resultaron fundamentales a la hora de recopilar y preservar toda la cultura en sus bibliotecas, tal y como inmortalizó la novela y película El nombre de la rosa? Recoger, categorizar y ofrecer. ¿Cuál es la diferencia por tanto entre la famosa Biblioteca o los monasterios medievales y todos esos sitios web que cualquier persona conoce hoy en día aunque lo niegue delante de un juez? Conceptualmente, ninguna. La única diferencia evidente es que antaño el saber, la cultura se recopilaba sólo en un sitio o emplazamiento físico tangible y hoy, además, se puede hacer en un ámbito virtual e intangible como es Internet. Hoy, la biblioteca, la gramola, el videoclub y la filmoteca están online (y para quedarse). Por tanto, la novedad no está en el "qué", sino en el "cómo" y el "dónde". Tampoco está en el "para qué". Es decir, si alguien cree que esto de intentar sacar tajada económica de la cultura es algo que nació con el copyright o con Teddy Bautista, a lo mejor es que ha olvidado la estrechísima interrelación entre esplendor cultural y pujanza económica que se estableció en el Renacimiento, especialmente en Italia. Fue entonces cuando el ser humano descubrió que la cultura puede ser un motor económico y una "industria" en sí misma. El negocio de la cultura tuvo entonces unos beneficios que, más allá de los mecenas, hemos podido disfrutar toda la Humanidad. Así que...nada nuevo bajo el sol. Una caída en cuenta que tampoco debe pillar de sorpresa si recordamos que la comunicación sin cables es bastante más que antigua, o que las redes sociales ya existían en la Edad Media o que la figura del "geek" es tan vieja como el hombre.
* Descubriendo el pasado: Hay mucha gente que piensa que el hecho de que existan sitios donde se recopilen y pongan a disposición de cualquiera contenidos de carácter cultural (canciones, películas, libros...) es algo novísimo, originalísimo, propio de nuestro tiempo y consecuencia directa del uso de las nuevas tecnologías. Bien. A esas personas les pregunto: ¿Le dicen algo las palabras "Biblioteca de Alejandría", siglo III a.C.? ¿No? Vale, ¿qué tal si nos acordamos entonces de que, en la lejana Edad Media, los monasterios resultaron fundamentales a la hora de recopilar y preservar toda la cultura en sus bibliotecas, tal y como inmortalizó la novela y película El nombre de la rosa? Recoger, categorizar y ofrecer. ¿Cuál es la diferencia por tanto entre la famosa Biblioteca o los monasterios medievales y todos esos sitios web que cualquier persona conoce hoy en día aunque lo niegue delante de un juez? Conceptualmente, ninguna. La única diferencia evidente es que antaño el saber, la cultura se recopilaba sólo en un sitio o emplazamiento físico tangible y hoy, además, se puede hacer en un ámbito virtual e intangible como es Internet. Hoy, la biblioteca, la gramola, el videoclub y la filmoteca están online (y para quedarse). Por tanto, la novedad no está en el "qué", sino en el "cómo" y el "dónde". Tampoco está en el "para qué". Es decir, si alguien cree que esto de intentar sacar tajada económica de la cultura es algo que nació con el copyright o con Teddy Bautista, a lo mejor es que ha olvidado la estrechísima interrelación entre esplendor cultural y pujanza económica que se estableció en el Renacimiento, especialmente en Italia. Fue entonces cuando el ser humano descubrió que la cultura puede ser un motor económico y una "industria" en sí misma. El negocio de la cultura tuvo entonces unos beneficios que, más allá de los mecenas, hemos podido disfrutar toda la Humanidad. Así que...nada nuevo bajo el sol. Una caída en cuenta que tampoco debe pillar de sorpresa si recordamos que la comunicación sin cables es bastante más que antigua, o que las redes sociales ya existían en la Edad Media o que la figura del "geek" es tan vieja como el hombre.
* Del negocio de la cultura a la cultura del negocio: Esto es algo más que un juego de palabras. Para mí, es la clave del devenir de la cultura y la controversia que hay actualmente respecto a ella. Una cosa es que el creador, el artista, el intelectual obtenga algún (merecido) rédito o premio económico por su aportación al puzzle cultural y otra muy distinta es tratar la cultura como un negocio y las obras culturales como un producto. La mercantilización de la cultura. Esto sí es algo nuevo. Desde finales del s.XX hasta hoy, estamos viendo cómo la cultura se ha convertido en un pretexto con el que personas de todo tipo intentan lucrarse de forma más o menos honesta (por lo general, "menos"), lo que ha originado situaciones o problemas como los siguientes:
- La invasión de los intermediarios: A costa de insertar una miríada de diversos intermediarios asalariados entre el artista/la obra y la sociedad/el público, la distancia entre aquél y éste ha ido aumentado hasta hacerse tal insalvable e insostenible que unos y otros empiezan en los últimos años a buscar atajos que los conecten de forma más eficaz y directa. Porque no hay que olvidar que, en el fondo, la cultura, en tanto que manifestación expresiva, es un acto de comunicación. Por tanto, cuanto más separados estén emisor y receptor, peor para ambos. Pero volviendo a los intermediarios, están haciendo con la cultura lo que los bárbaros con Roma: un saqueo en el que los beneficiados son muy pocos y los perjudicados, demasiados.
- La cultura en serie: Un cuadro, un libro, una canción o cualquier otra obra o "producto cultural" no puede ser tratado ni generado como si fueran tuercas, palillos o churros. Aunque eso es lo que parezca a tenor de lo que están haciendo (o consintiendo) ciertas editoriales y productoras que olvidan que cantidad no es siempre sinónimo de calidad. Y, en el caso cultural, rara vez. Así, el panorama cultural actual es un mosaico donde absolutas genialidades conviven solapadamente con indudables cutreces. Y la sociedad, el público, los consumidores o como queramos llamarlo están tan saturados que su gusto se está atrofiando y su criterio, menguando. Lógico.
- El lucro a cualquier precio: Nunca mejor dicho. Lo de menos es ya si el producto cultural (cuadro, libro, canción, etc) es asequible para quien tiene que "consumirlo". No, lo que importa ahora a quienes fijan los precios es que su cuenta corriente se parezca a Falete. Y claro, si vamos a convertir la cultura en una "delicatessen", pues...apañados vamos. La cultura pertenece a todos y su razón de ser es la pertenencia a un colectivo al que representa.
- ¿Protección del artista/creador? Yo me pregunto si quienes se llenan hipócritamente la boca hablando de los derechos del artista y propiedad intelectual para justificar el encarecimiento del acceso a la cultura son conscientes de que están confundiendo churras con merinas (supongo que sí, pero les dará igual) y que precisamente los grandes perjudicados de esta situación son los artistas/creadores que o bien han perdido el contacto y la difusión en su público o bien no tienen siquiera la oportunidad de darse a conocer.
* De la costumbre a la criminalización: ¿Quién no ha prestado un libro a alguien? ¿Quién no se ha grabado las canciones de un vinilo o un CD en un cassette? ¿Quién no ha grabado en una cinta canciones de la radio? ¿Quién no ha grabado una película en VHS al emitirse en TV? ¿Quién no se ha hecho un refrito de canciones en un CD? ¿Quién no ha dejado un disco o una película a algún familiar o amigo?...Estas y otras costumbres nunca han sido demonizadas ni tan siquiera mal vistas. Entonces, ¿por qué perseguir ahora la traslación online de estos mismos hábitos? Porque internet ha transformado lo que era una costumbre social pero atomizada en un fenómeno mundial permanente (la cultura compartida) en la que la cultura no tiene precio, literal y figuradamente, y porque hace innecesarios a buena parte de los intermediarios que antes comentaba. Absurdo e incoherente, pero...real e imparable.
* La cultura compartida: Para mí, la cultura compartida es aquella que generan y dinamizan constante y ubicuamente los artistas y demás agentes culturales en colaboración con el público gracias al uso de Internet y las nuevas tecnologías. Una cultura en la que el diálogo entre el generador cultural y los receptores se ha vuelto directo, bidireccional y transversal. Una cultura en la que la importancia del número supera a la importancia del precio.Una cultura en la que el valor ya no está en el "cuánto" sino en el "cuántos". Una cultura en la que crear cultura y mejorarla es un acto democrático y colaborativo. Una cultura que persigue un acceso asequible a los productos culturales. Una cultura para la que ya no valen las formas de pensar y medir de la época analógica. Una cultura en la que nadie se sienta excluído y en la que todos tienen algo que decir. Una cultura en la que es posible hacer negocio si se es consciente del cambio de paradigma: Ahora el negocio no está en que 1 persona pague 8 euros por ver una película sino que 8 personas paguen 1 euro por verla; el negocio ya no está en que 1 libro recaude 8 millones de euros en ventas, sino en que 8 millones de personas lo lean; el negocio ya no está en que 1 persona compre un CD por 20 euros, sino en que 20 personas paguen 1 euro por descargar 1 una de las canciones...un modelo de negocio que, apoyándose en el acceso a Internet que facilitan los nuevos dispositivos tecnológicos, permite "conectarte con la cultura" en cualquier momento y lugar. El modelo de negocio de éxito ahora pasa por comprender que la visión, audición o lectura están ahora en una pantalla que puede caber en la palma de la mano.
1 comentario:
Amén a todo.
Y como bien dices, la cultura o es compartida o no vale para nada. Por poner un ejemplo, un compositor termina una sinfonía; si no se escucha ¿a quién va a aprovechar? ¿al papel donde se escribió? El autor tiene que cobrar por su obra pero ¿por qué el intermediario se ha de lucrar exageradamente por ella? Un arquitecto construye una casa, alguien la compra UNA VEZ. No vuelve a pagar al arquitecto por usar contínuamente la casa ni cuando la vende han de pagar por el traspaso del bien.
Salu2
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