Tiene algo de añejo. De clásico. De legendario. De inmortal. De mágico. De épico. Lo conseguido por el Athletic de Bilbao este año en Liga, Copa y, especialmente, UEFA, trasciende el ámbito fubolístico y entra en el terreno del que están hechos los recuerdos. Es algo tan especial que pone de acuerdo no ya a los hinchas de los leones de San Mamés, sino a todo amante del fútbol, del deporte, o, sencillamente, a cualquier persona que entienda que el talento y el esfuerzo deben ser recompensados siempre.
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Ya era hora de que un equipo que no fuera la Selección se llevara el aplauso y el asombro que monopolizan Madrid y Barça. Las hazañas de estos leones son una buena, buenísima y reconfortante noticia en estos tiempos grises y borrosos. Además, conseguir que con argumentos futbolísticos y humanos la gente haya olvidado ese turbio halo político que rodea al Athletic para dejarse llevar por la admiración y el disfrute es algo muy de agradecer.
Pero, lo que más me agrada de todo es que el Athletic este año está muy cerca de dar una alegría al mejor hincha que conozco de esos titanes que han transformado San Mamés en el nuevo "teatro de los sueños". Me encanta la posibilidad de que mi hermano tenga argumentos reales y actuales para sentirse orgulloso por los méritos de su equipo, al igual que yo lo estoy de mi condición colchonera. Estoy deseando que haya justicia (que no suerte) y ambos equipos se enfrenten en la final de la UEFA porque sé que, gane quien gane, habrá ganado el mejor.
Y estaré muy contento por ello.
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