jueves, 30 de diciembre de 2010

2010: Una imagen para el recuerdo

365 días dan para mucho. En el caso de mi blog, para más de 80 artículos. El año que está a punto de concluir podría ser recordado como la añada en la que España reptó por el abismo económico, político y social; o por ser la fecha en la que el Atleti volvió a conmover a su afición, entre otras hazañas deportivas; o por constituir doce meses de desatada telebasura; o por habernos brindado algunas excelentes películas (otras, no tanto); o por ser el año en que disfruté enormemente sobre un escenario...pero, por encima de todo ello, 2010 será recordado por un hito que trascendió lo deportivo para alcanzar lo emocional y hacerse un hueco no sólo en la historia, sino en los corazones. El Mundial de fútbol de Sudáfrica.

La inaudita victoria en "semis", el glorioso triunfo final, el beso de Íker Casillas y Sara Carbonero...todos son memorables episodios de una ilusión colectiva de los que ya hablé en su día. Pero, si hay una imagen que quedará para la posteridad y por la que recordaré siempre 2010 es la imagen de Andrés Iniesta celebrando el gol que certificó la consecución del campeonato. No sólo por lo que significó en lo meramente deportivo, sino por lo que sintetizó y sublimó en lo humano: El talento inconmensurable unido a la humildad colosal; el júbilo del presente fusionado con el cariño del recuerdo; la nobleza en estado puro; la sencillez de unos sentimientos indescriptibles; el inesperado e inmortal monumento a la amistad; el éxtasis de un individuo en nombre de más de 47 millones; la rebelión de los soñadores en época de pesimismos; la reivindicación del otro en un momento apto para egocéntricos; la victoria del esfuerzo ante la inquietud; la difícil naturalidad de ser una buena persona; la grandeza de un simple gesto que habla de lo mejor de todos los seres humanos.

Pero, por encima de todo, la imagen de este grandísimo jugador y mejor persona simboliza el derecho a soñar despiertos, a no renunciar jamás a la ilusión, a ser sencillamente felices. Iniesta marcó un gol, la selección ganó el Mundial, y España conquistó, por fin, sin matices, ambages ni exclusiones, la alegría. En lo personal, Iniesta propició que el 11 de julio de 2010 sea una fecha que no olvidaré jamás mientras viva, porque, desde entonces, la felicidad, para mí, es una forma de vida.

Por todo ello, gracias, de corazón.

¡Ojalá que cada minuto de 2011 tengamos un motivo para sonreír!
 

miércoles, 29 de diciembre de 2010

PRISA por hundirse

Se veía venir desde que se anunció la fusión de Telecinco y Cuatro. Se veía venir desde que la tenebrosa PRISA empezó a hundirse cual Casa Usher mientras sus inquilinos danzaban ajenos a la muerte roja. Se veía venir desde que la irrupción de Roures y su Mediapro como nuevo ojito derecho del Gobierno y el PSOE  (tanto monta, monta tanto) rajó de proa a popa el casco de la nave capitaneada por uno de los más aviesos  y poderosos empresarios que ha sufrido este país. Se veía venir desde que, en plena crisis mediática y empresarial, las cuentas de PRISA arrojaban unos números más rojos que el ideario de sus dueños. En resumen, se veía venir.

Yo, que no he comulgado ni comulgaré jamás con el sesgo ideológico de PRISA y que, como ciudadano y periodista, detesto profundamente cómo se han comportado muchos de sus nefandos paladines en las últimas décadas en momentos cruciales para el país, no puedo hacer otra cosa más que lamentar esta agonía del antaño imperio mediático más importante de España, no por deseada sino por barriobajera. Primero, porque creo que la competencia habilita la excelencia. Segundo, porque, por muy perniciosa que haya sido la influencia de PRISA, sus herederos (Telecinco en lo televisivo y Mediapro en todo lo demás) son vomitivamente inferiores en lo profesional y en lo intelectual. Tercero, porque la actitud de PRISA como empresa en todo este embrollo ha sido un vergonzoso "sálvese quien pueda" (coge el dinero y corre) que, a la postre, pagan los que menos se lo merecen, por ejemplo, los profesionales de CNN+. Y cuarto, porque con todo este cisco lo que más va a salir perdiendo va a ser el ya comatoso periodismo español.

Hace falta ser muy bellaco para dorarte la jubilación y la cuenta corriente a cambio de dejar que te fagocite y porculice una cadena cuyo mayor mérito es ser un géiser de telebasura. Hace falta ser muy ruin para adquirir una cadena informativa, cerrarla y construir en su lugar otra dedicada a emitir las veinticuatro horas las insulsas y bochornosas andanzas de unos cretinos que son el vivo ejemplo de que descendemos de los primates. Hace falta ser muy rastrero para echar balones fuera y hacer que otros paguen tus errores con tal de mantener tu estatus. Hace falta ser muy sinvergüenza para crear el mayor grupo televisivo español asentado sobre unos excrementos mal llamados "programas" y una impresentable patulea de baratillo encabezada por una mengana sanblasera. Hace falta querer muy pero que muy poco el periodismo y la comunicación para consentir esta delirante y vergonzosa situación.

En definitiva, que, aunque PRISA se lo ha ganado a pulso, lamento de veras este esperpento, pero me pregunto si no será ésta la televisión que se merece un país que tiene como presidente al señor POE. En el horizonte, el incierto futuro de El País y la SER...veremos...

Un abrazo a todos los profesionales, a los curritos, a los desgraciados que, con esta fusión, han perdido todo menos la dignidad. A los demás, como si los fusilan. 

martes, 28 de diciembre de 2010

La vibración fantasma

Qué mejor día que un 28 de diciembre para hablar de algo que parece real y, a la postre, no lo es...¿Alguien ha sentido su teléfono móvil vibrar y cuando ha comprobado el aparato, rien de rien? ¿Quién ha percibido en su piel el hormigueo de la vibración del móvil y al examinar el artefacto no había llamada ni mensaje alguno

El que esto escribe ha experimentado tal curioso fenómeno en varias ocasiones y, llevado por la intriga y la hilaridad, decidí buscar en Internet información sobre el asunto, por ver si era carne de psiquiátrico o le ocurría a alguien más. Y hete aquí que este peculiar suceso no sólo tiene nombre ("vibración fantasma", "síndrome de la Blackberry", "vibransiedad" o, más sofisticadamente, "phantom vibration syndrome" o "phantom rings") sino que hasta tiene miles de seguidores en Facebook ("Yo también he sentido la vibración fantasma del móvil", "Yo también he mirado el móvil pensando que estaba vibrando") y se hicieron eco de él medios tan dispares como El Mundo, la cadena SER o el periódico USA Today.

Esta rareza no obedece a cuestiones parapsicológicas ni a fenómenos paranormales. Responde a cuestiones más mundanas para las que la ciencia tiene respuesta o, mejor dicho, dos:
Por el lado neurológico, hay quienes sostienen que la vibración fantasma es un reflejo nervioso muscular provocado por llevar el teléfono móvil siempre en la misma zona (ej:muslo) y que, a fuer de sentir vibraciones con frecuencia en tal lugar, ya las sentimos hasta cuando no las hay (por lo visto, incluso existen casos que sienten la vibración sin tener el móvil encima). 
Por otro lado, está la hipótesis psicológica: Dado que la vibración del móvil suele ser la antesala de la comunicación con otra persona (por lo general, un ser querido), el cerebro suscita esa falsa sensación cuando la persona tiene ganas de comunicarse con alguien.
Sea por el motivo que sea, no deja de ser algo curioso, real y que es consecuencia directa del mundo en que vivimos, en el que gracias a la tecnología estamos permanente localizables y listos para comunicarnos.

¿Tú también has sentido la vibración fantasma?

jueves, 23 de diciembre de 2010

El gorila a las puertas

Vivimos unas fechas que incitan a todo el mundo a la alegría, la confraternización, el buen rollo, la cortesía...¿A todo el mundo? Perdón, no. Hay individuos que hacen de Ebenezer Scrooge un paladín de las buenas maneras. Individuos como al que dedico este artículo.

Imagínense que quieren degustar un estupendo desayuno de chocolate con churros en una chocolatería cuyo nombre no entraré a valorar ahora. Bien. Imaginen que la franquicia en cuestión está en el epicentro del ambiente navideño en  Madrid (Sol, Callao, etc). Correcto. Prosigan imaginando que, por avatares fácilmente disculpables y entendibles, uno de los comensales del desayuno se incorporará más tarde. De acuerdo. Ahora imaginen que no les dejan sentarse hasta que llegue el convidado rezagado. Adviértase el matiz de "no les dejan". Por último, imaginen que el cancerbero del local es un hombre de aspecto gorilesco y modales a juego, que, por su galanura, lo mismo podría estar ahí que de portero en un garito, camionero en puticlub de carretera, estibador en un puerto, matón de callejón, abusón de patio de colegio, forzudo en una feria o gorila en un zoo. Increíble pero cierto.

Ignoro dónde se han quedado las buenas maneras que han caracterizado proverbialmente el comercio y la hostelería, especialmente la más castiza, pero es innegable que los modales ya no hay motivo alguno para presuponerlos, sino para agradecerlos. Que en un local, sea del tipo que sea, traten al cliente con una chulería y desfachatez inversamente proporcionales a la educación que exhibe aquél es una insensatez cada vez más extendida. ¿Irremediable? Parece que, lamentablemente, sí.

Pero volviendo al simiesco impresentable, parece que el gachó, con menos pelo aún que finura, estila su peculiar delicadeza desde hace ya años. Muestra de ello es que hace tiempo se mostró muy contrariado  e impertinente a la hora de "permitir" sentarse a una fémina que llegó con inesperada demora a lo que era una celebración de cumpleaños en la susodicha chocolatería. O sea que el tío, además de educado y cortés, caballeroso tú. Menuda joya. Ignoro si la incitación a poner una reclamación es una nueva técnica de fidelización de clientes, pero parece que en esta franquicia es una directriz inviolable. Sólo así se explica la presencia y permanencia de este tipo como mascarón de proa del establecimiento.

Pero me gustaría acabar con una nota optimista: La próxima vez que quiera ver a un gorila en acción, ya no tendré que irme hasta el parque zoológico de la Casa de Campo; bastará con que me dé una vuelta por los aledaños de la plaza del Callao. ¡Y gratis, oye! Eso sí, a ese local, va a volver su santa madre. Palabra.

"El discurso del Rey": Una entrañable historia Real

Anoche vi el estreno de una de las películas  favoritas a arrasar en los próximos Óscar: "El discurso del rey", film histórico dirigido por Tom Hooper y que se asienta sobre las espaldas de dos excelentes actores: el británico Colin Firth y el australiano Geoffrey Rush, quienes ofrecen un inolvidable recital interpretativo para trasladar con credibilidad y emoción el entrañable y arduo ascenso a la corona del monarca inglés Jorge VI.  

Al terminar la proyección, resulta complicado creer que Hooper está más habituado a las películas y series televisivas que a la gran pantalla, pues sirve al espectador un producto cinematográfico mesurado e impecable que ya quisieran haber firmado muchos de los cineastas más conocidos. Recreando con exquisita sobriedad las decisivas circunstancias históricas que rodearon la transformación del inhibido Duque de York en el carismático soberano del Imperio Británico, "El discurso del rey" hace del crucial tránsito hacia la corona la excusa perfecta para narrar una historia profundamente humana, tierna y conmovedora que gira en torno a la peculiar relación de Jorge VI y su terapeuta del habla, Lionel Logue, una amistad honesta y singular que resultó decisiva para el devenir de Gran Bretaña en los oscuros tiempos de la Segunda Guerra Mundial. En ese sentido y contexto, la coronación del monarca funciona perfectamente como certera metáfora de la culminación de su triunfo personal al desterrar la inseguridad y los complejos derivados de su tartamudez.

Es muy difícil escoger cuál de los dos intérpretes realiza una actuación más soberbia. Cada uno, en su papel y nacionalidad (se da la curiosa circunstancia de que los actores tienen la misma que sus personajes), está  sencillamente magistral. Firth como el rey Jorge VI y Rush como Lionel Logue merecen sobradamente, como mínimo, la nominación al Óscar. Yo, particularmente, me decanto ligeramente por el humilde, estrafalario, ingenioso y bondadoso Logue que borda Rush. De cualquier forma, ver el trabajo de ambos es un placer digno de reyes. 

Pero, por encima de todo, lo que más destacaría de "El discurso del rey" es que es una película sobre el valor de la amistad: Como refugio en momentos de indecisión o pena; como superación de adversidades; como catarsis de todo lo que nos impide ser felices; como cita permanente con lo mejor del ser humano; como homenaje constante a la honestidad; como reducto y oportunidad para ser quienes queremos ser.

En definitiva, una película ideal para disfrutar del buen cine...y las buenas personas. 


sábado, 18 de diciembre de 2010

"Balada triste de trompeta": De la Iglesia y el esperpento

El esperpento, ese estilo teatral inventado y sublimado por el genial Ramón María del Valle-Inclán, consiste como es sabido en una deformación grotesca bajo la cual subyace una intención crítica y tiene por rasgos fundamentales lo grotesco como vehículo de expresión, la deformación sistemática de la realidad y la muerte como eje capital de la trama. 

Teniendo eso presente, no se me ocurre mejor calificativo ni elogio para "Balada triste de trompeta", el último film del siempre recomendable Álex de la Iglesia, que "esperpéntico". Asomarse a la Guerra Civil y el posterior franquismo (años 70, especialmente) que vivió España tomando como eje argumental unos personajes marginales y literalmente circenses es algo que ya evoca la insana guasa del portentoso Valle. Hacerlo situando como protagonistas de la trama a unos payasos extravagantes y homicidas, una nada velada declaración de amor al esperpento.

La película, laureada en la última Mostra de Venecia, se centra en la despiadada rivalidad de Sergio y Javier, dos clowns excéntricos y dementes (sensacionales Antonio de la Torre y Carlos Areces), por el amor de Natalia, una sensual y voluptuosa trapecista (estupenda Carolina Bang). Esta competición no tarda en devenir en un macabro y estrafalario duelo pasional con consecuencias trágicas para el trío protagonista. Orbitando en torno a este argumento, el espectador asiste a un retrato sarcástico, exagerado y, a pesar de ello o, precisamente por ello, realista de la España de un ya decrépito y menguado Franco.  Algo de lo que ya avisaban los magníficos créditos iniciales: un contundente collage del contexto político y social en el que se ambienta la acción.

Impecable en todos los aspectos técnicos y artísticos, el film de Álex de la Iglesia contiene todas las señas de identidad del cineasta, si bien evidencia una ligera evolución hacia una mayor y mejor elegancia formal, reflejando la inteligencia y madurez de un director genuino y muy original. A mí, particularmente, me gusta especialmente su habilidad para transitar de la comedia a la tragedia y viceversa con asombrosa rapidez y facilidad; su lacerante sentido del humor; su creatividad estética; su filia por lo extravagante; y su costumbre de recuperar como secundarios a estupendos y veteranos actores menospreciados por la industria cinematográfica patria en los últimos lustros (Sancho Gracia, Terele Pávez, Manuel Tejada, Luis Varela).
Cruce imposible entre Browning y Fellini, De la Iglesia consigue quizás su película más afinada si bien servidor no la sitúa como su favorita, tal vez por el mal sabor de boca que me dejó cierta escena, para mí de mal gusto, ambientada en el Valle de los Caídos, ya en el clímax final.

Sea como fuere, "Balada triste de trompeta" constituye un recomendable motivo para pasar un buen rato en el cine y disfrutar del gran hacer de uno de los mejores y más honestos directores que tenemos en España. 

jueves, 16 de diciembre de 2010

Los banquetes navideños

Días son éstos de comidas, cenas o cócteles para festejar la Navidad. No importa si hay quien lo hace para celebrar el nacimiento de Jesucristo, rememorar los fastos del Sol Invictus, honrar el Hanuka o alabar la inminente venida del guiri panzón vestido de Cocacola, porque, sea por lo que fuere, los motivos religiosos son lo de menos en los ágapes navideños que pueblan las agendas estas fechas. 

De lo que se trata es de llenar las tripas haciendo de ellas corazón mientras se simula con mayor o menor dificultad un estado de felicidad, alegría y paz similar al que procuran los opiáceos. Lo ideal es que no sea necesario artificiar tan estupendo ambiente emocional, pero, por desgracia, lo más habitual es que los convites de Navidad sean una excelente oportunidad para demostrar, entre otras habilidades, las dramáticas, idóneas para estas tragicomedias almibaradas cuya duración, por cierto, rivaliza con la del liberto Trimalción.

Dentro de los festines, se pueden distinguir tres claros grupos, en función de a qué ambiente pertenezcan los convocantes y los comensales: trabajo, amigos, familia.
  • Trabajo: Aunque gracias al señor POE unos cuantos millones de españoles no tendrán que pasar por este suplicio, los banquetes navideños de trabajo (que pueden ser comidas, cenas o cócteles) son más una asamblea gastronómica de aduladores, arribistas, bufones, lisonjeros, cortesanos e hipócritas presidida, oficial u oficiosamente, por una minoría de divos y ególatras. Es más fácil encontrar a un ultraderechista en el desfile del Orgullo Gay que a una persona intachable en estas mascaradas. Lo más importante en estos saraos no es qué comas (por lo general, el oído) sino  a quién y cómo. Ahí está la clave de la ¿nueva? ¿meritocracia? laboral. Si alguien tiene las suficientes tragaderas para asistir a un suceso así, puede incluso hasta divertirse observando cual entomólogo el bochornoso fornicio de egos. Con un poco de suerte, hasta puede llevarse un obsequio y todo.
  • Amigos: Todo un desafío para la compatibilidad de agendas que, sin embargo, se convierte en una estupenda oportunidad para echar pelillos a la mar, regar con risas anécdotas pretéritas, repartir chanzas a diestro y siniestro y disfrutar de esa "otra familia" que son los amigos, por lo general, mejor avenida que la consanguínea. De los tres, es el tipo de francachela navideña con más visos de acabar tan bien como empieza, o, incluso, mejor.
  • Familia: Junten ustedes a los Capuleto con los Montesco, pongan en el tocadiscos o la minicadena los grandes éxitos de Caín y Abel, dejen que el matrimonio anfitrión mute de Mocedades a Pimpinela cual Jasón y Medea y coronen el festín cantando descoordinadamente "La Marimorena" mientras otros la arman. Obtendrán el ágape navideño familiar más común, en el cual, cada valoración del plato a degustar es sospechosa de ser rigurosamente falsa y el disimulo para mirar la hora mengua dramáticamente según avanza la reunión. Si alguien no se siente identificado con esta descripción, enhorabuena, tiene una familia que sólo monta el Belén con intenciones belenísticas. 
En fin, sea cual sea el tipo de banquetes que ustedes vayan a sufrir  o disfrutar en los próximos días, espero y deseo que no se arrepientan de ellos, de corazón.

sábado, 11 de diciembre de 2010

¿Un Nobel de Tecnología?

Ayer se entregaron los Premios Nobel (que este año parecen The Vargas Llosa Show) y una idea empezó a rondarme la cabeza: De acuerdo que la Física, Química, Medicina, Economía y Literatura son disciplinas que contribuyen al desarrollo del ser humano y que sus próceres merecen ser galardonados por su tácita filantropía. De acuerdo también que hay que premiar el esfuerzo de quienes hacen de su vida un baluarte de la Paz en un mundo donde lo más fácil y habitual es liarse a mamporros o elucubrar cómo hundir al prójimo en la miseria. Pero, si de lo que se trata en el fondo es de reconocer a los cuatro vientos a personas cuya dedicación profesional ha contribuido decisivamente al avance de la Humanidad, ¿por qué los Nobel no cuentan con una categoría dedicada a la Tecnología?

Ya sé que estos galardones están supeditados explícitamente a lo estipulado por el inventor y químico sueco Alfred Nobel en su testamento, pero el mundo ha cambiado radicalmente desde 1896, año en que el insigne hijo de Suecia pasó a los anales de los cementerios. Por eso, creo que sería necesario replantearse la inclusión de nuevas categorías en los Nobel, especialmente en lo tocante a la tecnología, porque, de no hacerlo, tarde o temprano se quedarán más como un hito pomposo y trasnochado que como un termómetro del mundo en que vivimos y de sus egregios iconos. Al fin y al cabo, si algo tan sumamente longevo como las Olimpiadas está abierto a nuevas incorporaciones, ¿por qué no los Nobel?

También soy consciente de que existen muchos otros laureles para premiar las disciplinas que quedan exentas, y que, en cuestión tecnológica, los émulos de los Nobel son los premios Turing, Kyoto y, fundamentalmente, Tecnología del Milenio. Pero creo que se coincidirá conmigo en que su repercusión mediática y social es nimia comparada con la que gozan los Nobel; una  parca trascendencia que supone casi un agravio para uno de los pilares fundamentales del progreso mundial en las últimas décadas y las venideras: las nuevas tecnologías. Y, para quien dude de lo que defiendo, que se pregunte si la humanidad no ha avanzado más y mejor con logros como Internet o la telefonía móvil, por citar sólo dos casos notorios, que con las "aportaciones" de algunos de los más recientes premiados en Suecia.

La historia está llena de casos de geniales tecnológos que han carecido de un reconocimiento digno o bien han sido víctimas del oprobio del olvido. Ahí están, por ejemplo, Jerónimo de Ayanz o Juanelo Turriano, en España, o, Nikola Tesla y Antonio Meucci, allende nuestras fronteras. Creo que un Nobel de Tecnología contribuiría enormemente a paliar que errores así no se repitieran y haría justicia para quienes, al igual que otros científicos, ponen al ser humano un poco más cerca de sus sueños.  

domingo, 5 de diciembre de 2010

Wikileaks o la envidia del periodismo

En otra ocasión, ya di mi opinión y particular análisis de la delicada y controvertida situación que vive mi profesión, el periodismo, en los últimos lustros. Por eso, no tenía intención alguna de volver sobre mis pasos y poner proa al único trabajo cuya materia prima es la verdad, o debería serlo. Y digo "debería" porque, como muy bien se ha demostrado en las últimas fechas, el cuarto poder, la prensa, los medios de comunicación, los periodistas, los plumillas o como lo queramos llamar hace tiempo que dejaron la búsqueda, anuncio o denuncia de la verdad en el cajón de las tareas pendientes

Convertidos mayoritariamente en meros copistas de notas de agencia y transportistas de teletipos, el único distintivo que podemos esperar de los profesionales del periodismo es el sesgo con el que ofrecen las noticias, en función de las filias y fobias del director del medio o de la empresa que paga a fin de mes. Un hecho lamentable pero cierto y que no hace ningún favor a la sociedad. Una sociedad para la cual la verdad se ha convertido en algo tan  sumamente incómodo que no duda en echarse gozosa en los brazos de los eufemismos, las tergiversaciones o, directamente, la ignorancia. 

Por eso, no deja de resultar curioso y digno de encomio que, desde el denostado ámbito tecnológico, aparezca una iniciativa que , sin ser periodística, encarne vivamente la esencia del periodismo (sacar a la luz la verdad sin importar las consecuencias) y airee a los cuatro vientos lo que los medios de comunicación, por falta de capacidad, valentía o interés, no han descubierto. Estoy hablando de la polémica WikiLeaks, empresa online que, pese a llevar funcionando cuatro años, ha conseguido en 2010 una relevancia incontestable merced a la difusión de informaciones confidenciales (suministradas por informadores anónimos), especialmente las vinculadas a la actividad exterior de Estados Unidos, ora en las contiendas bélicas actuales, ora en las tareas diplomáticas. Cada documento divulgado por la entidad encarnada en la figura del pirata informático Julian Assange ha sido todo un bombazo informativo. Y como vivimos en los tiempos en que vivimos ,la caza de brujas no ha tardado en comenzar, hostigando a WikiLeaks como entidad y a Assange como representante por hacer lo que unos no quieren y otros no pueden: difundir la verdad. La presión es tal que la web de WikiLeaks ha tenido que cambiar de servidor, tiene dificultades de financiación y Assange está buscado por la Interpol.

Yo no soy un "conspiranoico" pero sí soy un periodista vocacional y un ciudadano al que no le gusta que le engañen o le oculten las cosas. Es un error absurdo, constante e inadmisible que un gobierno, una compañía o un medio de comunicación elija de forma paternalista y menospreciativa qué información debe ser tenida en cuenta y cuál no, porque para eso está el criterio y el gusto individual de cada persona.

Por eso, me da igual la información que divulgue WikiLeaks (se comenta que las empresas privadas, las entidades financieras e incluso los Ovnis serán los protagonistas de sus próximas difusiones) porque siempre contará con mi apoyo al saber que no tiene más interés que el de informar, y, especialmente, porque hace envidiablemente lo que todo periodista sueña: contar lo que otros no quieren que se sepa. ¿Es Internet el último reducto de la libertad de expresión y el derecho a la información?

Entre tanto disparate y desazón, consuela saber que hoy Bernstein y Woodward podrían contar al menos con la Red de Redes para repetir una de las grandes victorias del Periodismo: el Watergate.
Siempre y cuando WikiLeaks no se les adelantara, claro.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Aterriza como puedas

Hay sucesos cíclicos y tradicionales en los prolegómenos de las Navidades: la cola interminable en "Doña Manolita", las vistosas luces en las calles, el entrañable "Cortylandia", los tediosos ágapes de empresa, la enajenación mental colectiva, el turrón que vuelve a casa, los espectáculos infantiles en los colegios y, por último pero no menos importante, las huelgas oficiales u oficiosas (¿por qué lo llamarán "huelga" cuando quieren decir "motín"?) en los transportes (ya hablemos de aviones, trenes o autobuses).

En esta ocasión, los controladores aéreos, inesperados cinéfilos además de denodados trabajadores con sueldos paupérrimos, han decidido homenajear al tristemente finado Leslie Nielsen, el genio de las "spoof movies", con un émulo de una de sus más recordadas películas: "Aterriza como puedas". Para ello, han optado por pasarse por la quilla a decenas de miles de pasajeros y dejarles  a su suerte en el limbo mientras ellos, los titánicos controladores, se van a su casa como medida de protesta y presión contra lo que ellos consideran una injustica: un decreto que acota su caradura. ¿Consecuencias? Los aeropuertos, convertidos en Woodstock de la mala leche y el espacio aéreo español, cerrado. Muy bien, campeones. Muy bien.

Yo no sé si realmente tienen motivos para poner el grito en el cielo y a los pasajeros en tierra. Lo que sí sé es que, una vez más (y van...) han quedado como una caterva de jetas que reaccionan de forma impresentable cuando algo amenaza con estropiciarles el chollo. Con la que está cayendo, con una imagen exterior penosa, una economía comatosa y un nivel de desempleo mareante, la "performance" de los controladores no puede calificarse más que de ruin, impresentable, desproporcionada y una falta de respeto injustificable para quienes vivimos aquí y quienes nos visitan. 

El desmán perpetrado es tan grande que ha tenido que intervenir el Ejército y se va a declarar, por primera vez, el estado de alarma, en aras a convertir oficialmente a estos golfos en lo que ya son de facto: delincuentes. Ya era hora de que alguien tuviera la valentía y la firmeza necesarias para plantar cara a quienes, trabajando en algo tan crítico como el transporte, no dudan en chantajear a todo un país con agravios arduamente tolerables. Máxime si, como en el caso de estos demiurgos del caos o sus colegas los pilotos, su salario es descomunalmente superior al del resto de profesiones. Y que no me hablen de estrés y sandeces así, porque sarna con gusto no pica y, además, en todas partes cuecen habas.

Ojalá que lo que les ocurra a estos tunantes sirva de escarmiento y que, cuando alguien intente volver a porculizar a la sociedad con pretensiones discutibles y marginables, sufra la contundencia de la ley y la honradez.¡Basta ya de sufrir a vagos y sinvergüenzas!