Dice la Historia que Julio César finiquitó su matrimonio con Pompeya después de que ésta albergara en su residencia los "festejos de la Buena Diosa", un sarao-orgía-fiestón exclusivo para mujeres y que se convirtió en el Vesubio conyugal después de que un joven senador se colara disfrazado allí con la intención de conocer en la intimidad a la esposa del mandamás romano. Fue entonces cuando César, especialista en frases lapidarias, dijo (o dicen que dijo, que en esto nunca se sabe) la famosa sentencia "La mujer del César no sólo debe ser honesta sino también parecerlo". Por tanto, el cuidado de las apariencias viene de antiguo. Lo que no viene tan de antiguo sino que es de anteayer es el actual desequilibrio entre el significante y el significado, entre el continente y el contenido, entre la forma y el fondo, entre lo que pareces y lo que eres: en la sociedad del postureo no importa (tanto) lo que eres como lo que los demás creen que eres. Esto explica por ejemplo fenómenos como los selfies, la obsesión por exhibir(se) urbi et orbe en redes sociales, la conversión de la existencia en una storyline de Instagram...y la estrategia de la defensa de esos cinco muchachos sevillanos, autoapodados "La Manada", que allá por 2016 jodieron la vida y los Sanfermines en un portal de Pamplona a una madrileña de 18 años (presunta) violación mediante. Una estrategia defensiva que, aunque es escrupulosamente legítima desde el punto de vista legal y procesal, resulta vomitiva y demencial. Una repugnante estrategia que radica en la tesis de que si has sido víctima de violación no sólo deber serlo sino también parecerlo. Es decir, hacer una ostentación pública, incuestionable y notoria del dolor, la rabia, la pena, la vergüenza, el miedo y demás secuelas que deja una atrocidad así. Dicho de otra manera: para los defensores de estos canallas no eres víctima si no voluntariamente no te autoestigmatizas como tal dentro y fuera de Internet. Al carajo el estoicismo, la discreción, la prudencia, la templanza, la introspección y la voluntad de reconectarse a la normalidad como terapia. Si no te embadurnas en el propio lodo de la tragedia, si no chapoteas en el victimismo, si no paseas tu trauma como un neón, si no te conviertes en alguien a medio camino entre una mujer lorquiana y un histrión griego, nadie te va a expedir el certificado acreditativo de tu condición de víctima. La mujer violada no sólo debe serlo sino además parecerlo. Eso es lo que subyace en la tesis que manejan los letrados de esos (presuntos) violadores y (contrastados) hijos de la gran puta que hacen alarde de su condición más animal que humana. Sobre este aspecto, recomiendo leer el sensacional artículo de Manuel Jabois No sonría a cámara. Una tesis que, como si de una tóxica matrioska se tratara, esconde otra aún peor: la de que la chica se lo ha buscado, que lo que pasó en aquel portal no se entiende excluyéndola a ella de la ecuación, que tiene su parte de culpa en que cinco bastardos hicieran aquella noche una asquerosa performance en honor a la degradación humana. Todo esto es lo que hay detrás de la estrategia que manejan los letrados defensores de ese grupo de miserables, a los que, ignorando su indudablemente vil y nauseabundo historial previo, pretenden presentar como unos chavales a los que a lo mejor se les fue la diversión de las manos pero nada más. Aquí también influye el hecho de que los abogados defensores parten indudablemente de la premisa de que el personal es tonto del culo y que somos lo suficientemente gilipollas como para ver como una chiquillada no sólo el hecho en sí sino que el propio suceso fuera grabadado en varios vídeos y comentado eufóricamente en Whatsapp por estos salvajes como si fuera la moviola de un partido de fútbol. Supongo que esos abogados están plenamente capacitados para recitar como loros el ordenamiento vigente pero lo que es indudable es que carecen no ya de vergüenza sino de la más mínima empatía. ¿Si la víctima fuera madre, esposa, hermana o hija de alguno de estos entogados mantendrían esa insostenible y pestilente estrategia? Lo dudo bastante.
Pero en este artículo tampoco quiero dejar que se vaya de rositas el tribunal de la Audiencia de Navarra que está juzgando el caso. Ese tribunal, presidido por el magistrado José Francisco Cobo Sáenz, está quedando como Cagancho en Almagro y Rufete en Lorca a cuenta de su curioso criterio a la hora de estimar pruebas. Por un lado, desestima como elemento probatorio de la acusación los mensajes previos al suceso enjuiciado y que demuestran que "La Manada" no eran un grupo de boyscouts de parroquia que iban a Sanfermines con intenciones inocuas. Por otro lado, admite como prueba de la defensa una foto de una camiseta colgada por la víctima en redes sociales con el texto "Hagas lo que hagas, quítate las bragas", lema de una estrella de la cutre-franquicia de realities "Shore", y que supongo que para los abogados de los cinco mierdas sevillanos acredita como fresca, guarra o calientabraguetas a la chica madrileña a la que "La Manada" pasó por encima en Sanfermines como si fueran toros del encierro y que aquello lo sufrió poco menos que por puta, como brillantemente ha denunciado Luz Sánchez-Mellado en su artículo Por puta. Todo muy coherente. El quid de la cuestión no es ya el agravio comparativo (e interpretativo) de las pruebas en que ha incurrido el tribunal sino que además perpetúa ese bochornoso historial de vergüenzas en sede judicial que ponen la diana en la víctima más que en el agresor, una galería de horrores judiciales para la que el machisimo me parece una fácil e insuficiente justificación. Creo que esa mentalidad, esas entendederas trascienden el machismo y sólo se entienden completamente si asumimos que el juez o magistrado de turno es un tarado mental. Porque sólo un tarado sería tan necio como para atacar o cuestionar a la víctima (en lugar de protegerla) y, al mismo tiempo, amparar o justificar al agresor. Hay jueces que ofenden no sólo a la Justicia sino al sentido común y a la sociedad entera con comportamientos que parecen brotados al calor de la legendaria frase de Santiago Segura en Airbag: "La culpa es de los padres que las visten como putas". Pero, volviendo al caso del artículo y del juicio, la chica podrá ser lo que quiera y actuar como quiera pero los únicos responsables de una violación son los violadores: ni la mentalidad ni la estética ni el atuendo ni la personalidad ni los gustos televisivos de la chica justifican ni contextualizan ni matizan ni atenúan absolutamente nada de lo que pasó en esta (presunta) violación. Dicho de otro modo: aun en el hipotético supuesto de que la chica le encantara encender hornos ajenos, eso no eximiría ni una micra de culpa a "La Manada". Y menos aún si tenemos presentes sus mensajes previos y posteriores al suceso. Además, no sé hasta qué punto encuentra sostén legal el hecho de que alguien, sin resolución judicial autorizante, se inmiscuya en la intimidad de una persona y presente como pruebas cosas que poco o nada tienen que ver con el suceso a juzgar y sí con la esfera personal e íntima que está protegida constitucional y legalmente en España. Y encima se acepten dichas pruebas. En España, la invasión de la intimidad sólo pueden hacerlo la Policía o la Guardia Civil cuando exista motivo justificado y se tenga una autorización o convalidación judicial, requisitos que en este caso brillan por ausencia. Por eso, lo lógico sería que hoy estuvieran de mierda hasta las orejas el abogado, la detective y los familiares que pagaron a ésta por investigar a la víctima de la (presunta) violación. Pero España es así...propensa a causar vergüenza ajena.
De todos modos, como lo importante no es cómo empiezan las cosas sino cómo terminan, espero y deseo que los hoy acusados José Ángel Prenda, Ángel Boza, Jesús Escudero, Alfonso Jesús Cabezuelo y Antonio Manuel Guerrero pasen a ser en un futuro no muy lejano residentes de alguna prisión, que es donde gentuza como esta piara humana merece estar. A la basura hay que sacarla de la casa. Y la sociedad es la casa de todos. Así que, por favor, que alguien tenga la decencia y el civismo de colocar a "La Manada" en su pertinente vertedero. Gracias.
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