No fue un buen resultado. No fue un buen partido de fútbol. Pero fue todo lo que se le pide a un derbi. Y, además, fue un síntoma de que el Atlético de Madrid quizás ha encontrado esta temporada la línea a seguir. Los sospechosos habituales de Simeone recuperaron la intensidad, la valentía y el ímpetu, añorados desde la mudanza al Metropolitano. Y lo hicieron ante una hinchada que, desde mucho antes del comienzo del choque, demostró estar enchufadísima, lo cual se tradujo en incansables cánticos, gritos o pitos, según lo que aconteciera sobre el terreno de juego. Y lo hicieron contra un equipo, el Real Madrid, que ofreció una versión tan mediocre que el mejor del club merengue anoche fue Fernández Borbalán, pésimo árbitro que de forma delirante está siendo criticado por el Real y sus medios de propaganda en lo que es un sin duda un festival del humor. Es curioso ver cómo reacciona el madridismo cuando la suerte no le sonríe. Cuestión de clase.
Como todo lo que se puede cuantificar puede ser objeto de infelicidad, el empate a cero sabe a Pepsi y la Liga ya tiene cara de Everest. Por eso hay que quedarse con las sensaciones, porque el Atleti regresó al pasado en su búsqueda del futuro: recuperó sus emblemáticos coraje y corazón para convertir el Metropolitano en unas Termópilas donde sus prepotentes vecinos acabaron como Jerjes. El equipo rojiblanco, volviendo a sus añejas señas identitarias, dejó una oxigenante esperanza en el ambiente, una luz al final del túnel en el que anda metido el invicto equipo rojiblanco desde hace semanas, un "así sí" o, al menos, "así mejor".
Pero que nadie cometa la tontería de lanzar las campanas al vuelo...porque es más que probable que aplasten a alguien al caer. Esta es indudablemente la línea a seguir pero no es la meta; la chica te ha dado su número de teléfono, no se ha casado contigo. ¿Por qué no hay que caer en la euforia? Porque Houston sigue teniendo problemas: la puntería sigue en busca y captura, Griezmann continúa de viaje astral, Koke y Carrasco parecen la versión bazar chino de sí mismos y hay jugadores cuyo mayor servicio al Atleti quizá sea el dinero que se pague por ellos al irse.
Dicho esto, toca fruncir el ceño y apretar los dientes: el miércoles llega la Roma y contra ellos no hay empates ni eneros que valgan. Una victoria que pasa por progresar en la línea vista en un vibrante derbi en el que, como dice cierto cántico, el Atleti demostró quién manda en la capital.
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