jueves, 23 de noviembre de 2017

Creer

Lo maravilloso de hacer lo improbable es disfrutar del placer que supone que, por una vez, seas tú quien reescribe el guión a la vida y no al revés. Para eso necesitas fortaleza para aguantar en pie en mitad de la tormenta, confianza para encontrar luz en medio de la oscuridad, convicción para conservar la firmeza en tus pasos, paciencia para evitar que el tiempo te quiebre el ánimo, templanza para no dejarse llevar por el nerviosismo y esperanza para apostar por ti pese a todo y todos. Lo maravilloso de hacer lo improbable es espantar a los carroñeros hambrientos de tu fracaso y a los sepultureros que te toman medidas antes de tiempo. Para eso necesitas hablar con actos y no con palabras, escuchar a quien te quiere incondicionalmente y responder con logros y no con promesas.

Todo lo anterior podría servir para hablar de alguien que se repone de una enfermedad grave o que logra salir del infierno del desempleo o que consigue la machada de sacarse alguna oposición o que supera una coyuntura personal desagradable o que obtiene contrapronóstico un "sí, quiero". Pero no. Estoy hablando del Atlético de Madrid. El deporte tiene estas cosas: a lo tonto te da lecciones sabias. Anoche, el Atlético de Madrid, en un ejercicio de fe más que elogiable, derrotó merecidamente 2-0 a la Roma en un Metropolitano poblado por una hinchada que demostró que, en cuestión de creer, es campeona mundial e indiscutible.

El Atleti, sin hacer un gran partido, hizo méritos suficientes para ganar a un rival que inquietó más por algunas pifias de los locales que por las credenciales mostradas sobre el césped. Y eso que la alineación "de circunstancias" que saltó al campo vistiendo la rojiblanca tenía pinta de carnaza para haters, trolls, ingratos, olvidadizos, nuevos ricos y demás memos. Mala suerte, cretinos. Eso sí, todo hay que decirlo: si el acierto en la alineación  puede ser debatible, lo que no admite dudas es que Simeone acertó con los cambios en la segunda parte, dado que permitieron quebrar el partido y el empate. En este caso, cabe destacar que (por fin) Antoine volvió a ser Griezmann: decisivo, pues suyo fue el golazo que abrió el marcador y suya fue la asistencia con la que Gameiro finiquitó el partido.

Lograr hoy el pase a siguiente ronda en Champions sigue siendo tan fácil como mover una montaña...pero es un poco menos improbable. Ya saben: la fe mueve montañas. Y el Atlético de Madrid, en la grada y en el verde, demostró anoche una vez más que a creer nadie le gana. ¡Aúpa Atleti!

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