lunes, 25 de mayo de 2015

Cambio capital

Ayer, 24 de mayo, se celebraron las elecciones municipales y autonómicas. Ayer, 24 de mayo, el PP se pegó un hostión de tal calibre que no lo maquillan ni la aritmética ni las estadísticas. Ayer, 24 de mayo, el PSOE siguió su lento pero seguro viaje hacia la nada. Ayer, 24 de mayo, IU y UPyD aceleraron su descenso hacia la irrelevancia. Ayer, 24 de mayo, el bipartidismo murió. Ayer, 24 de mayo, en las elecciones municipales y autonómicas, los ciudadanos devolvimos a la democracia la dignidad que había perdido en manos de los partidos tradicionales. Ayer, 24 de mayo, se produjo un cambio con epicentro en Madrid.

Las razones que, en mi opinión, explican todo esto, son en líneas generales las siguientes:
- PP: El programa electoral del PP para estas elecciones ha estado claramente basado en tres puntos: dar pena, dar asco y dar vergüenza. Fuera de eso, el partido que hasta anoche tenía mayoría absoluta en decenas de municipios y autonomías, no se ha molestado en tener algo parecido a un programa ni nuevo ni electoral ni digno de consideración y, como ejemplo de ello, bastan los bochornosos espectáculos de Aguirre y Cospedal. Ello,
unido a su irritante prepotencia, su evidente desconexión con su electorado (y con la propia realidad), su vergonzosa ausencia de autocrítica, su cansina insistencia en un absurdo patrioterismo y un infundado triunfalismo económico, su denigrante concepción de la ciudadanía como un rebaño de niños de teta y a su obsesión por el discurso del miedo ha llevado a los populares a una situación crítica (11 puntos menos que en 2011, 2,5 millones perdidos) que no ha sido de siniestro total porque aún existen cientos de miles de descerebrados capaces de seguirles votando (misterio que debería resolver Íker Jiménez). Una situación tan negativa para sus intereses que ya da igual si Mr. Plasma, Marciano Rajoy, decide adelantar las elecciones generales o dejarlas donde estaban: lo de ayer fue el bofetón de Gilda. Lo que está por venir, una caricia de Mike Tyson.
- PSOE: Tras las elecciones de ayer, lo único que ha quedado patente es que el cambio de Pérez Rubalcaba por Sánchez sólo ha servido para aminorar la velocidad de su implosión, pero ni mucho menos para detenerla. La "izquierda ciudadana" ya ha elegido sus paladines y estandartes y ninguno de ellos son puños ni rosas. ¿Motivos? La falta de originalidad de sus planteamientos, el
colaboracionismo con el PP en ciertos asuntos, la ausencia de reacción inteligente ante los nuevos tiempos y el hecho de tener un líder que sólo puede ofrecer fotogenia. Todo ello les ha colocado en un dilema de consecuencias suicidas para sus intereses: si no pactan con quienes le han comido la tostada, beneficiarán al PP, y si pactan, habrán sentenciado su porvenir electoral y político para los próximos años. Es decir, que Sánchez y compañía tienen ante sí la nada envidiable tarea de escoger si, políticamente, quieren morir ahorcados o, por el contrario, morir fusilados.
- IU: Alguien ya debería haber empezado a preparar un funeral civil. Causa de la muerte: anacronismo.
- UPyD: Alguien ya debería haber empezado a preparar un funeral color magenta. Causa de la muerte: narcisismo.
- Podemos: Es el partido que mejor rédito electoral y mediático ha sabido obtener del magma indignado (y ojo que no sólo me estoy refiriendo al 15M y aledaños). Ese magma al que lo único que le importa es el cambio y el desalojo por encima de la viabilidad de las ideas, la fiabilidad de sus líderes y la demagogia. Ese magma cortoplacista que es el auténtico maná para la izquierda en España actualmente, como, para su desgracia, han constadado PSOE e IU. Ese magma coyuntural que cree que Pablo Iglesias es una
suerte de mesías que traerá la prosperidad y un arcoiris diario a este país. Bueno, también lo pensaron los franceses con Robespierre y los alemanes con un tan Adolf. El caso es que, más allá de cualquier consideración, el efectismo de Podemos está dando un sensacional resultado. Lo que es innegable es que tienen mucha más astucia, habilidad e inteligencia que la mayoría de los partidos políticos en liza a la hora de fijar sus objetivos y conseguirlos, como ejemplifica la táctica de recurrir a "plataformas Frankenstein" para concurrir electoralmente en algunos sitios y que tan buenos resultados le ha dado en Barcelona y Madrid.
- Ciudadanos: Pese a las torpezas cometidas respecto a las listas de canditados, a los constantes y absurdos ataques de uno y otro
lado y a los malabares que ha tenido que hacer con los plazos y los medios, ha conseguido unos resultados francamente buenos (tercera fuerza a nivel nacional, ojo). Ahora mismo, Ciudadanos encarna la única esperanza de un cambio viable y sensato. Algo que deberá confirmar demostrando que no pactará con unos ni con otros para auparlos a sillones y elaborando una lista para las generales que no lo fíe todo al indudable magnetismo y talento de Albert Rivera. De no ser así, la decepción puede ser tremenda.

Dicho esto, antes de acabar, comentaré brevemente "lo de Madrid". En Madrid ciudad: el espectáculo que ha dado Esperanza Aguirre ha sido simple y llanamente patético, vomitivo, ridículo y bochornoso. Se ha revelado como la quintaesencia de todos los vicios y defectos del PP...y así le ha ido: pírrica victoria. Claro que, quienes más agradecidos deben estar a Aguirre son los
de Ahora Madrid, porque han sido los más beneficiados con la desmedida y disparatada campaña de descalificaciones, incoherencias y golpes bajos que ha perpetrado la candidata (im)popular a la alcaldía. Ello por no hablar del repugnante y partidista tratamiento ofrecido por Telemadrid, con los ¿debates? como peor ejemplo de desfachatez. Así las cosas, los únicos o, mejor dicho, las únicas que han estado a la altura de lo que esperaban sus votantes han sido Carmena y Villacís. Coherencia. En cuanto a Antonio Miguel Carmona, probablemente el candidato mejor preparado de cuantos se presentaban a la alcaldía, ha sido víctima tanto de los problemas del PSOE a nivel general como de su excesiva ilusión personal por ser alcalde, que le ha llevado a realizar una campaña demasiado "electoralista" (valga la redundancia) y con ideas francamente estrambóticas (esas naumaquias...). De IU y UPyD no hablo por respeto a su extinción. 
En Madrid comunidad: duelo al sol bajo la insipidez...excepto por Ignacio Aguado, quien, con trabajo, humildad y sensatez, ha obtenido unos excelentes resultados. Por lo demás, está claro que son malos tiempos para la poesía...

Ahora se avecinan unas semanas de incertidumbre, llenas de cábalas, conjeturas y juego de tronos. Unas semanas que deberán resolver muchos interrogantes ante el nuevo escenario que ha dejado el vendaval ciudadano. Unas semanas que servirán para atraer o espantar decepciones. Unas semanas que influirán en mucho de lo que ocurra en las próximas elecciones generales. Pero,más allá de todo esto, lo más importante es que el cambio ya está aquí, que el tiempo de la prepotencia y la desvergüenza ha llegado a su fin, que la impunidad ha caducado, que los ciudadanos hemos vuelto a tomar las riendas, que la soberanía vuelve a estar donde dice la Constitución: en el pueblo español.

viernes, 15 de mayo de 2015

"True detective": En la brillante oscuridad

Inquietante, realista, perturbadora, adictiva, oscura, impecable, sugerente, extraña, llena del carisma de las series de culto… Lo que consiguieron Nic Pizzolatto (creador) y Cary Fukunaga (director) con la primera temporada de True detective (que desde anoche disfrutamos en abierto en La Sexta, que hace meses que podemos disfrutar en casa vía DVD o Bluray y que llegó en 2014 a España gracias a Canal +) tiene todas las papeletas para convertirse en historia de la televisión, si es que no lo es ya. Un mérito que conocen de sobra en la HBO (gracias a “The wire”, “Los Soprano” o “Juego de Tronos”, por citar algunos ejemplos) y que, más allá de su perfección técnica y su excelente reparto, se asienta en tres pilares: la narración, el ambiente y Matthew McConaughey.
La narración. Mezclando hábilmente el género policiaco y el drama, “True detective” nos cuenta la caza durante 17 años de un raro asesino en serie por parte de Martin Hart (Woody Harrelson) y Rustin “Rust” Cohle (Matthew McConaughey) dos detectives del Departamento de Policía de Louisiana, al mismo tiempo que nos adentra en las miserias personales de ambos investigadores, convirtiendo así la serie en un lento y tenso viaje hacia el lado oscuro del ser humano. Para ello, la narración combina el pasado y el presente gracias a que son los propios detectives los que,
en sendas entrevistas, recuerdan (cada uno a su peculiar estilo) el caso investigado. Una original estructura que explota magistralmente los flashbacksel tempo narrativo” y las elipsis argumentales para poner en la estratosfera el interés del espectador no sólo por resolver el misterio detrás de los asesinatos sino también por completar el dramático “puzzle biográfico” de los dos protagonistas, cuyas vidas personales no tenemos claro si están en caída libre o han terminado de caer… Porque lo cierto es que, más allá del asunto detectivesco, “True detective” es una serie que nos dice que la inocencia es una leyenda urbana, que vivimos en un mundo roto, que hace tiempo que perdimos el tren a ninguna parte, que hay más verdad en el lado de la locura que en el de la esperanza, que el alma está en la sección de objetos perdidos, que el infierno cabe en un silencio, que no hay luz sin oscuridad y que, para creer, hay que temer y para temer, hay que haber sufrido.

El ambiente. True detective” está ubicada en ese sur profundo, primario y decadente de los EEUU en el que Dios y el Diablo juegan al escondite y donde el fango y la herrumbre no son algo sólo material. Una atmósfera mostrada conun magnetismo enfermizo, propio de maestros como David Lynch y David Fincher.
Matthew McConaughey. Magistral encarnando al taciturno, brillante y nihilista detective “Rust” Cohle, un hombre definido por un profundo infierno interior que sólo atisbamos superficialmente y que se convierte, gracias a la impresionante interpretación del actor, en quizás el mayor punto de interés de la serie, al ser un personaje con una capacidad de atracción tan oscura e irresistible como la de un agujero negro.
En definitiva, "True detective" es una serie que, al menos en su primera temporada (la segunda, con nueva historia y reparto, está ya en camino), entretiene e inquieta por igual, incluso ya desde sus magistrales créditos iniciales. Es una serie de ese selecto grupo de las que o las ves o te las cuentan. Es una serie que, más allá de gustos televisivos, merece la pena ver porque pocas, muy pocas veces, un viaje hacia la oscuridad fue tan indiscutiblemente brillante.

martes, 12 de mayo de 2015

La lección

El domingo por la noche el comunicador Jordi Évole entrevistó en su imprescindible programa "Salvados" al terrorista, asesino, preso, liberado y arrepentido Iñaki Rekarte en uno de esos programas que deberían estudiarse con todo merecimiento en las facultades de Periodismo y/o Comunicación Audiovisual en Euskadi, en el resto de España y en cualquier país civilizado. Porque fue una lección.

La entrevista fue de las que secan el tiempo y borran palabras. Fue una entrevista difícil, dura, amarga, tensa, demoledora, inquietante e impactante. Fue una entrevista en la que lo que se dijo y lo que no se dijo traspasaban la piel por igual. Fue una entrevista en la que cada segundo contaba y contó. Fue una entrevista que hizo imposible cualquier indiferencia. Fue una
entrevista que, por encima del terrorismo y las cuestiones sociológicas y políticas, sirvió para mostrar en toda su crudeza la absoluta contradicción de la condición humana. Fue una entrevista insportablemente incómoda para quienes entiendan la vida desde el blanco y el negro, desde la trincheras, desde los frentes, desde el inmovilismo, desde el enrocamiento, desde las vísceras, desde la ceguera. Fue una entrevista que sin la maestría de Évole se habría convertido en un repugnante monumento al morbo y no en una muestra de periodismo en estado puro. Fue una entrevista honesta y valiente y arriesgada y...enormemente brillante a pesar de toda su oscuridad.

En ese sentido, respecto al entrevistado, Iñaki Rekarte, diré lo siguiente: no voy a olvidar ni a perdonar lo que hizo ni lo que fue: entre víctimas y culpables, yo siempre he estado, estoy y estaré con las primeras y contra los segundos. Arrepentido o no,
sincero o no, es un asesino, una persona que mató a gente inocente y un mal así no se enmienda ni con lágrimas ni con palabras ni con tiempo, sencillamente porque no se puede enmendar. Cuestión aparte es el vergonzoso hecho de que un asesino como él se encuentre en libertad, por muy arrepentido que esté y mucha "vía Nanclares" que se alegue. Pero de ello no tiene ninguna culpa Rekarte sino los políticos que legislan y los jueces que interpretan y aplican la ley. Dicho esto y sin perjuicio de lo anterior, también quiero dejar claro lo siguiente: la valentía del entrevistado para quebrar el silencio, para exponerse al odio de unos y otros, para aceptar inmolarse públicamente cuando lo fácil sería el mutismo cómodo y cobarde, para poner en riesgo su vida y la de sus seres queridos sin más pretexto que el de revelarse y rebelarse contra la barbarie inhumana de la que él mismo es exponente...esa valentía es sencillamente impresionante y muy inusual en nuestro tiempo. Es cierto que esa descomunal sinceridad le llevó a decir cosas que probable y merecidamente no gustaran a muchos (yo incluído) y a incurrir en contradicciones y paradojas indefendibles, pero también le llevó a decir otras cosas que han hecho más por el entendimiento y la cicatrización de heridas que muchos discursos y planes políticos, legislativos, judiciales, policiales y educativos en más de treinta años de democracia. Y, aunque sólo sea por esta última razón, el testimonio no se merece el menosprecio que sí se merece la persona.

Quizás el impacto que ha causado esta entrevista se deba a que vivimos en una sociedad que ha asimilado el tabú, que ha renunciado a la escucha, que ha convertido lo obvio en rareza, que se mueve por pasiones y no por ideas, que se preocupa más del pasado que del futuro, que ha perdido las ganas de mirar y mirarse, que se ha dejado la esperanza en alguna cuneta, que se ha perdido en un laberinto de etiquetas y prejuicios, que se ha vuelto adicta a los eufemismos, que se siente más cómoda con el reproche que con la solución, que sólo busca huir hacia delante al ritmo del sálvese quien pueda. O a que vivimos en un país en el que la mayoría de los medios de comunicación oscilan entre el panfleto y el circo, se alimentan de los culos de los poderosos y creen que la deontología es una especialidad médica. O a que el hombre contemporáneo tiene una extraordinaria propensión a sentirse fascinado por el mal, por el morbo de lo antagónico, por lo transgresor, por lo que se sitúa al margen de la ley o la moral. O, tal vez, se deba a todo ello.

Lo que es seguro es que el gran mérito de esta entrevista es de Jordi Évole. Su temple, su distancia, su contención, su habilidad para preguntar lo necesario aunque sea incómodo para él o el
entrevistado, su educación, su inteligencia para manejar los silencios...Évole es un permanente recital no ya de cómo entrevistar sino de en qué consiste ser periodista. Por eso, no son casualidad las excelentes audiencias ni los miles de comentarios positivos ni los premios recibidos. Évole es un fuera de serie y una de las pocas esperanzas que le quedan al periodismo (serio) en España.  

De todos modos, aunque pueda sonar raro, si hay algo con lo que me quedo de la apabullante entrevista es con que han sido el conocimiento y el amor los que han llevado luz a la vida de Rekarte. El conocimiento como salida. El amor como salvación. Viejas ideas pero que no han perdido vigencia...ni urgencia.

En resumen, "ETA desde dentro" ha sido toda una lección. Una lección de valentía de un cobarde. Una lección de humanidad de un monstruo. Una lección de luz desde la oscuridad. Una lección de libertad frente al terror. Una lección de tolerancia ante la intolerancia. Una lección de imparcialidad frente a la beligerancia. Una lección de profesionalidad frente al sensacionalismo. Una lección de periodismo frente a la propaganda. Una lección colosal. Una lección magistral.

viernes, 1 de mayo de 2015

"Los Vengadores": La era de...la decepción

Ayer se estrenó en el cine la película "Los Vengadores: la Era de Ultrón". Ayer fui a verla. Ayer salí decepcionado del cine.

No es la primera vez que digo que es muy poco recomendable ver una película con demasiadas expectativas o ilusiones. Éste es un nuevo ejemplo. Y eso que su impresionante predecesora (de la que también escribí reseña) pueda y deba justificar que muchos espectadores vean esta secuela con el hype camino de la estratosfera, con la inestimable ayuda de los tráilers y comentarios que han precedido a "La Era de Ultrón" (dejando a un lado la más que interesante historia homónima publicada en los cómics hace ya un tiempo y con la que poco o nada tiene que ver esta película).

Decir que esta película está entre las peores de todo el llamado "Univero Cinematográfico de Marvel" no es ser injusto sino realista y coherente con la altura del listón que la propia compañía ha puesto con las películas protagonizadas por Ironman, el Capitán América, Thor, los Guardianes de la Galaxia y, como
decía, el propio grupo de los Vengadores. Dicho de otro modo: cuando la media es de sobresaliente, cualquier nota que no sea ésa siempre será decepcionante. No obstante, tampoco hay que perder de vista que es extraordinariamente difícil mantener la capacidad para asombrar y/o agradar, especialmente cuando los precedentes bordean o alcanzan la perfección. Así que, tanto para bien como para mal, no hay que ser injustos sino honestos: "La Era de Ultrón" no es un bodrio pero sí es la pelicula más decepcionante hasta el momento. 

Lo nuevo de Los Vengadores cumple aquella regla no escrita respecto a todas las secuelas: ofrecer más de lo mismo (más batallas, más acción, más chistes, más guiños
autorreferenciales, más vengadores, más antagonistas) y también ir más allá respecto a la predecesora (nuevos personajes, profundización en la psicología y en las relaciones personales, etc). También cumple con la difícil tarea de cualquier película bisagra (consolidar lo sucedido hasta el momento y sentar las bases de lo que está por venir), algo bastante evidente si se tiene en cuenta que las alusiones a la próxima entrega ("La guerra del Infinito") están muy remarcadas (tanto en la propia película como en la escena de los créditos finales). 

¿Dónde está el problema? 
Pues está principlamente en que, en esta película, Joss Whedon no ha demostrado el tempo, el tono y el equilibrio con que sorprendió en la espectacular primera parte: 
- Los tonos (épico, dramático, cómico y fantástico) no están bien combinados. Un defecto bastante llamativo si tenemos en cuenta que cada película de Marvel sabe encontrar muy bien el tono: drama y thriller en las del Capitán América, épica en las de Thor, espectacularidad y guasa en las de Ironman y los Guardianes de la Galaxia...Y más llamativo aún si recordamos lo bien utilizados que estaban los diferentes tonos en "Los Vengadores".
- El "tempo" es irregular: dedica más tiempo del necesario a tramas o explicaciones de importancia discutible mientras que hay sucesos o tramas a las que no les da la atención necesaria o que, al menos, no explica o justifica convenientemente por lo que resultan forzadas o prescindibles. Esto se puede deber a que, en su versión original, esta película duraba tres horas y media con lo que es bastante probable que el montaje final haya prescindido, por desgracia, de escenas o diálogos que corregirían este defecto.
- El equilibrio: Si en "Los Vengadores" todo estaba en su sitio y en su justa medida, "La Era de Ultrón" es un ejemplo de lo contrario, fundamentalmente por tres motivos: uno, la propensión al exceso, en fondo y forma (no hay que olvidar que, en ocasiones, "más" no tiene por qué equivaler a "mejor"). Dos: la voluntad (o el mandato) de mostrar, anticipar o referenciar mucho de lo que vendrá cinematográficamente, que entorpece la evolución de la trama y la "tensión narrativa". Y tres: la (irritante) obsesión por incluir el mayor número de chistes o gracietas posible, aunque sea en medio de escenas que lo desaconsejan o en boca de personajes que no son los más apropiados o, simplemente, no tengan gracia para nadie que haya superado la niñez (ej: las frases y onomatopeyas de la Viuda Negra mientras va en la moto, los comentarios sobre Mjolnir en plena batalla final, etc).
¿Consecuencia de todo ello? El guión de esta película es bastante flojo en comparación, sin ir más lejos, con la primera parte. No sólo por aquello de quien mucho abarca poco aprieta (que también), sino por no haber sabido prescindir de nada que no fuera positivo y coherente.
Por otra parte, en cuanto a las licencias o divergencias respecto a los cómics, todas son más o menos aceptables y/o entendibles, excepto una que omitiré por aquello de no destripar y que, francamente, me parece desacertada (máxime siendo uno de los supuestos alicientes de esta entrega).

¿Cuáles son los puntos fuertes?
Son varios y con la importancia suficiente como para salvar a la película de ser un completo desastre:
- Mark Ruffalo y Jeremy Renner están muy por encima de lo visto
en la primera parte (en contraste, por ejemplo, con Robert Downey Jr).
- Hay más sensación de grupo o coordinación, especialmente en las escenas de acción (aunque, para mí, haya algunas "piruetas" que sobren).  
- El ritmo es bastante bueno (las dos horas y veinte minutos se pasan rápido).
- La preocupación por mostrar a los héroes como seres humanos y no como personajes planos.
- La ampliación a nuevos escenarios y personajes que aprovechar, con más calma y acierto, en futuras películas.
- El plano secuencia inicial.
- La pelea entre Ironman y Hulk.
- La tensión entre Ironman y el Capitán América, que se resolverá en la próxima película de este último.
- El hecho de que, aunque sea muy de pasada, aborde temas interesantes como la singularidad, el negocio del tráfico de armas, la creación de vida artificialmente o los daños colaterales de los conflictos bélicos. 

En conclusión
"Los Vengadores: la Era de Ultrón" no es un siniestro total pero sí una decepción. Seguramente arrasará en taquilla por la inercia descomunal que ya tiene generada la franquicia pero no porque sea una gran película o porque esté a la altura de la saga. No obstante, por cerrar con algo positivo, esta película sirve para poner en valor lo extraordinariamente bien que ha estado haciendo Marvel las cosas en el cine y para esperar como agua de mayo esa "Guerra del Infinito" que muy probablemente (y ya en otras manos distintas a las de Whedon) devolverá la ilusión a los fans y recuperará la excelencia de la primera parte algo que, tanto Marvel como los espectadores merecen. 

sábado, 25 de abril de 2015

Hamlet + Globe = puro teatro

Teatro es el encuentro entre la fiesta y el rito, entre lo universal y lo concreto, entre la palabra y el cuerpo, entre la voz y el silencio, entre el gesto y el latido, entre el juego y lo solemne, entre lo pensable y lo sensible, entre lo efímero y lo eterno, entre el hombre y la humanidad, entre la ficción y la realidad.
Teatro es dejar que el cuerpo y la voz se transformen en palabras y éstas en imágenes y éstas a su vez en ideas, sentimientos y emociones y que el paso del tiempo convierta todo ello en recuerdo en lugar de olvido.
Teatro es tener el honor y la suerte de vivir algo irrepetible.
Teatro es sentir el sentido que hay en toda obra de arte.
Teatro es dejarte llevar y dejarse ir.
Teatro es ser a través de otros.
Teatro es el arte de mentir la verdad.
Teatro es conseguir que unos perfectos extraños conecten desde un escenario instantánea e íntimamente con cientos de espectadores mientras aquéllos trabajan, éstos pagan y todos disfrutan.
Teatro es lograr que una persona desconecte del ruido y la furia para pensar, sentir y disfrutar a través de la imaginación.
Teatro es que un escenario de Madrid del siglo XXI se convierta en el mítico Globe del siglo XVII y éste a su vez en el Elsinor medieval.
Teatro es conseguir que después de tres horas todo un patio de butacas puesto en pie te aplauda y ovacione durante casi cinco minutos seguidos.
Teatro es, en definitiva, lo que la compañía del Shakespeare's Globe ha hecho en Madrid desde el pasado día 21 hasta ayer viernes con su representación de Hamlet en los Teatros del Canal

La casualidad ha querido que dicha compañía haya pasado por la
capital española justo cuando se cumple un año desde el comienzo su impresionante gira "Globe to Globe Hamlet" y coincidiendo con la celebración del 451º aniversario del nacimiento de William Shakespeare, uno de los mejores (o el mejor) dramaturgo que ha existido jamás. La casualidad...y la suerte. Porque ver algo como este Hamlet, representado por los "herederos" de la célebre compañía de Shakespeare, en el idioma original y sin tener que pagar billete de avión es como que te toque la lotería a nivel teatral.

De primeras, al espectador más canónico, ortodoxo o desfasado se le puede poner una cara de póquer al ver un escenario que tiene más de tramoya y bambalinas que de decorado convencional. O al
comprobar la alegría, la energía y la música en directo con la que todos los actores irrumpen en las tablas antes de dar comienzo a la función propiamente dicha. O al percatarse del crisol étnico y generacional que constituyen los integrantes del Shakespeare's Globe. O al fijarse en un vestuario más propio de los Estados Unidos de la Gran Depresión que de un reino danés de hace unos cuantos siglos. O al presenciar cómo los diferentes espacios escénicos se van materializando moviendo o recolocando los elementos que hay sobre las tablas. O al darse cuenta de que ni Hamlet ni Ofelia ni Polonio son precisamente nórdicos. O al
Hamlet, (C) 2014 Helena Miscioscia
percartarse de cómo un mismo actor puede interpretar más de un personaje y no necesariamente de su mismo sexo...Quizás ese espectador olvida qué significa "universal". Quizás ese espectador, ese que sólo mira y entiende desde el academicismo, la ortodoxia y la tradición olvida que en inglés el verbo "interpretar", en lo que a teatro se refiere, coincide con el mismo verbo "jugar": play. Y es que hay mucho de juego en este Hamlet: ingenio, dinamismo, atrevimiento, habilidad, inteligencia, frescura, complicidad... Y no sólo juego. También maestría: la naturalidad, la convicción, la riqueza de matices, la intencionalidad, la habilidad, la templanza, la entonación...Todo el elenco da una auténtica clase de interpretación de principio a fin: eso es actuar. Eso es ser actor. Eso es teatro. Y punto. 

Pero, si los méritos de la compañía dirigida por Dominic Dromgoole no fueran suficientes (que deberían serlo), no hay que olvidar que, muy probablemente, la tragedia del príncipe de
Hamlet, (C) 2014 Helena Miscioscia
Dinamarca sea la obra más redonda de todas las que escribió Shakespeare. Como toda buena obra teatral, especialmente las del género trágico, Hamlet supone un viaje al corazón del alma humana, allí donde luz y tiniebla se definen mutuamente; allí donde el amor y el odio, la lealtad y la traición, la honestidad y la mentira, la lucidez y la locura, la alegría y el llanto, la represión y el deseo, el estruendo y el silencio, la ilusión y el miedo, la venganza y el
Hamlet, (C) 2014 Helena Miscioscia
perdón, la acción y el pensamiento juegan el mismo duelo de contrarios que define la propia condición humana: vida y muerte. Pero es que Hamlet es además una obra que fusiona, con una modernidad e inteligencia más que vanguardistas, géneros y subgéneros en unas pocas pero sólidas tramas que dotan al conjunto de una coherencia incuestionable. Y, por si eso fuera poco, en Hamlet encontramos algunas de las mejores reflexiones jamás dichas/escritas sobre el teatro, las relaciones sociales, las bajas pasiones o el aprendizaje existencial, por citar sólo algunos ejemplos. Y si no basta, desdeñar Hamlet es desdeñar una obra que contiene varias de las sentencias más brillantes de toda la Literatura universal.


Por todo ello, ver el Hamlet de la Shakespeare's Globe es algo tan extraodinario como agradable e inolvidable. Una auténtica delicia. Así que, vaya desde aquí mi agradecimiento y admiración a Ladi Emeruwa, Amanda Wilkin, Keith Bartlett, Miranda Foster, Rawiri Paratene, Beruce Khan, Tom Lawrence y Matthew Romain por hacer algo francamente difícil e inusual hoy en día: puro teatro.

sábado, 18 de abril de 2015

La cara

No es una cara de póquer. Ni de gilipollas. Ni de despertar con resaca. Ni de Hulk con jaqueca. Ni siquiera de "buffering". Pero no es una cara buena ni aconsejable aunque sí una cada vez más frecuente: la que tiene en los últimos años cualquier español que no viva en Matrix. La cara del español raso; la del que sólo se preocupa por llegar sano y salvo a fin de mes; la cara de quien sólo quiere que le dejen en paz. La cara de quien descubre, sabe o recuerda que en este país no tenemos a Jekyll pero tenemos a Hyde; no tenemos a Charlize Theron pero tenemos a Leticia Sabater; no tenemos a Sean Penn pero tenemos a Willy Toledo; no tenemos a David Lynch pero tenemos a José Luis Moreno; no tenemos a Woodward y Bernstein pero tenemos a Marhuenda y Rubido; no tenemos a Richard Ford pero tenemos a Juan Manuel de Prada; no tenemos Saturday Night Live pero tenemos La alfombra roja palace; no tenemos Bill Gates pero tenemos César Alierta; no tenemos Silicon Valley pero tenemos Magaluf; no tenemos a Jimmy Fallon pero tenemos a Pablo Motos; no tenemos a Aslan pero sí a "León come gamba"; no tenemos Woodstock pero tenemos los mítines de Podemos; no tenemos un presidente pero tenemos a Rajoy; no tenemos democracia pero tenemos demagogia; no tenemos a Alí Babá pero tenemos los cuarenta ladrones; no tenemos un oasis pero tenemos un espejismo; no tenemos paraíso pero sí un vertedero con vistas al mar; no tenemos vergüenza pero sí moral en B.
La última oportunidad para contemplar en cualquier lugar del país esa cara con denominación de origen la hemos tenido con "lo de Rato". Lo de Rato no es lo mismo pero sí parecido a lo de la Molt Honorable Verruga y familia, los ERES de Gandalucía, las tramas de las gaviotas, los pelotazos del cuñado del Rey y así podría estarme hasta que corretearan por la tierra los cuatro jinetes del Apocalpisis porque ejemplos de sinvergüenzas, jetas y canallas tenemos en España como para poblar todo el Sistema Solar.
El caso es que el escándalo de este golfo no ha sido la gota que colma el vaso, porque el vaso hace ya tiempo que se fue a tomar por saco por culpa de unos y otros. Lo que sí supone el (o)caso de Rato es la enésima prueba de que vivimos en un Estado de decepción. Es la enésima prueba de que llevamos décadas engañados, dormidos o atontados. Es la enésima prueba de que el Gobierno de Marciano Rajoy lo único que sabe es "hacerse un Froilán" (véase arrearse un disparo en el pie). Es la enésima prueba de que la NASA debería enviar una misión a Génova 13 para buscar vida inteligente. Es la enésima prueba de que si queda alguna sola persona con la intención de votar al PP se le podría declarar cerebralmente muerta. Es la enésima prueba de que si alguien piensa que la solución pasa por votar al PSOE se le podría mandar de figurante a Walking Dead. Es la enésima prueba de que el plan B ha demostrado ser tan malo como el A. Es la enésima prueba de que España es una cleptocracia gracias a lo que los partidos políticos tradicionales (PP, PSOE, IU, etc) han hecho y hacen con la complicidad por acción u omisión de grandes empresas, jueces y medios de comunicación y el apoyo de unos votantes empeñados en pensar en rojos y azules. Es la enésima prueba de que la inmensa mayoría de los políticos españoles no entienden la diferencia ni entre "servir" y "servirse" ni entre "valer" y "valerse". Es la enésima prueba de que los últimos decenios de Historia española son la crónica de una continua tomadura de pelo. Es la énesima prueba de que el problema de España no es tanto haber vivido por encima de nuestras posibilidades como haberlo hecho por debajo de la vergüenza. Es la enésima prueba de que la situación es tan insoportable como indefendible. Es la enésima prueba de que España necesita una revolución civil, pacífica y democrática pero con la misma contundencia y eficacia que una revolución armada. Es la enésima prueba de que dicha revolución sólo puede pasar por lo nuevo, por la regeneración, por la ciudadanía, por los votos.
Por eso, mientras llegan las elecciones, mejor ir acostumbrándonos a tener esta cara que comentaba al principio del artículo. La cara de quien no engaña sino de quien es engañado. La cara de quien no humilla sino de quien es humillado. La cara de quien no avergüenza sino de quien se siente avergonzado. La cara que no es la de Rato ni la de Pujol ni la de Chaves ni la de Griñán ni la de Urdangarín ni la de Granados ni la de Bárcenas ni la del pequeño Nicolás ni la de la madre que los parió. La cara de quien sí se merece tener un futuro. La cara de quienes nos merecemos otra España. La cara que, en las próximas votaciones municipales, autonómicas y generales puede y debe hacer lo posible para tener una sonrisa dibujada en ella.

lunes, 13 de abril de 2015

Yo ministérico

Tras un fenomenal y conmovedor capítulo, acaba "El Ministerio del Tiempo". La serie que no sólo ha sido la revelación sino la rebelión de la temporada. La rebelión de quienes creen que otro tipo de series es posible en España. De quienes piensan que la cultura siempre se merece una oportunidad. De quienes opinan que la Historia es un arma de divulgación masiva. De quienes defienden que a veces es necesario cambiarlo todo para que todo siga igual. De quienes saben que cuando una puerta se cierra, otra se abre. De quienes conocen que la riqueza está en la mezcla. De quienes tienen la curiosidad como pasaporte. De quienes prefieren vivir una buena historia a que se la cuenten. De quienes recuerdan que, en la vida como en las series, lo mejor siempre empieza con un buen guión.

En mi opinión, "El Ministerio del Tiempo" debe parte de su éxito a su valentía. La valentía de apostar por la cultura y la Historia españolas como pretexto, trasfondo y trama de una ficción. La valentía de ofrecer una serie que no sólo se atreve a mezclar y fundir géneros (comedia, intriga, aventura, acción, drama, historia...) sino a que la ciencia ficción sea uno de
ellos. La valentía de situar la llamada "Historia contrafactual" o "Historia virtual" como premisa creativa. La valentía de acercarse de forma desenfadada pero sin perder rigor a épocas, hechos y personajes que algunos erróneamente consideran totémicos e intocables. La valentía de hacer por el acceso de los más jóvenes a la cultura más que muchos ministros, catedráticos, profesores y padres. La valentía de sacudirse de encima buena parte de los complejos (televisivos y no televisivos) que tenemos en España. La valentía de atreverse con todo. Y la valentía de salir con ello a prime time estando las audiencias como están. 

Otra parte de su éxito se debe al fenomenal trabajo realizado a un lado y otro de las cámaras. Empezando por el ingenio y la destreza de los hermanos Olivares a la hora de imaginar y
escribir la serie, pasando por la eficaz e impecable labor de dirección, montaje y dirección artística, y acabando por un reparto coral y solvente que, sencillamente, se limita a bordar unas interpretaciones que sirven para dar voz, cuerpo y verdad a unos personajes quizás no muy complejos pero sí lo suficientemente creíbles y distintos como para conectar afectivamente con espectadores de todo tipo. Un trabajo, como decía, fenomenal pues sin él sería impensable el fenómeno en que se ha convertido "El Ministerio del Tiempo".

Un fenómeno en el que, por cierto, tiene buena parte de responsabilidad la inteligente, intensa y cómplice utilización de la parte online por los responsables de la serie, especialmente lo que a redes sociales se refiere; una "explotación 3.0" gracias a la cual no sólo se han conseguido trending topics que antaño serían inverosímiles sino que además salgan a la luz la pasión, el talento y la curiosidad de los millones de fans de la serie, esos que han conseguido que "El Ministerio del Tiempo" llegue a buen puerto, que obtenga una segunda temporada y que, por encima de porcentajes y audiencias, sea, sin duda alguna, la serie del año.

Así las cosas, ahora sólo puedo decir que echaré de menos no ver cada semana las aventuras de Amelia, Julián, Alonso y compañía. Que echaré de menos esas tramas que no sólo hacen reír sino
también recordar y aprender. Que echaré de menos esas escenas en las que la cultura académica se fusiona magistralmente con la cultura pop(ular). Que echaré de menos la envidiable habilidad de sus guionistas para incluir el chascarrillo o la crítica cómplice sin que chirríe. Que echaré de menos esas geniales frases de guión capaces de justificar todo un visionado. Que echaré de menos esa serie que parece un "all star" de los actores españoles de televisión. Que echaré de menos a Garrido, Sancho, Fresneda, Blanch, Gea, Guillén, Piñón, Millán y demás haciendo disfrutar al espectador con el difícil arte de ser otro. Que echaré de menos esa ficción que me ha enganchado como sólo lo habían conseguido las mejores producciones extranjeras. Que echaré de menos a esa serie postmoderna, intergeneracional y brillante que es "El Ministerio del Tiempo"...hasta que estrenen la nueva temporada, porque, al fin y al cabo, si no la echara de menos, no sería lo que soy: un ministérico.

domingo, 12 de abril de 2015

La reunión

Anda todo el mundo batiendo palmas, derramando babas y eyaculando champán a cuenta de la reunión entre un presidente democrático y un dictador en funciones. Anda todo el mundo poniéndose estupendo, rimbombante y trascendente por el careo entre Barack Obama y Raúl Castro en la Cumbre de Panamá. Anda todo el mundo balaceándose como Heidi entre lo "histórico", lo "nuevo" y los "pelillos a la mar" al descubrir que cierta guerra efectivamente es fría nivel cadáver. Así anda todo el mundo...excepto quien esto escribe.

Con ánimo de ser claro y no alargarme demasiado, argumentaré mi apatía por lo sucedido en los siguientes párrafos:
  • Lo verdaderamente histórico para el mundo hoy sería que Rusia aceptara su derrota de una puñetera vez; que Corea del Norte dejara de ser una amenaza kitsch; que en Cuba hubiera democracia; que Venezuela no fuera una república chandalera donde se jubilan terroristas; que Argentina no pareciera una scort en horas bajas; que México saltara a las noticias por algo que no fuera narcotráfico o corrupción; que Israel fuera sinónimo de "paz" y no de "terrorismo de Estado"; que España dejara de ser el coño de la Bernarda; que Italia encerrara de por vida a Berlusconi; que el Papa colgara el cartel de cerrado; que el Estado Islámico fuera masacrado; que en Sudamérica dejara de haber trabajo infantil...eso sí que sería histórico y no que dos tipos a los que políticamente les quedan dos telediarios se junten un ratito para constatar a pánfilos de todo el mundo que la Guerra Fría ya ha terminado. Algo que ya sabía desde hace lustros todo el planeta, excepto Rusia, Corea del Norte y Willy Toledo, que ellos siguen a lo suyo. Por eso, calificar de "histórico" lo que no es más que "anecdótico" es simplemente ridículo.
  • El presidente Obama, en lugar de estas soplapolleces diplomáticas, debería preocuparse por pasar a la Historia como el hombre que lideró el exterminio del yihadismo en general y del Estado Islámico en particular (del que tanta responsabilidad y culpa tiene su país); o como el estadista que consiguió que 200 niñas volvieran con sus familias en Nigeria; o como el primer mandatario estadounidense que tuvo pelotas para poner a Israel en su sitio; o como el dirigente que logró abanderar la lucha efectiva contra el cambio climático; o como el presidente bajo cuyo mandato la "caza al negro" dejó de ser un deporte policial estadounidense. Son sólo algunas ideas. De lo contrario, lo único que le podría salvar de ser recordado como una majestuosa decepción es haber enviado a Bin Laden con las huríes.
  • Sinceramente, creo que el mundo en general y América en particular no están ni para obviedades ni para brindis al sol. Las emergencias y las urgencias están claras...siempre y cuando no se esté mirando a otro lado.
Dicho esto, lo que sí resulta positivo del paripé EEUU-Cuba es constatar que las ideologías (políticas) ya no sirven para llegar a fin de mes. Y, en algunos países, ni para llegar al día siguiente. Así que, visto lo visto, más ética y menos pancarta.

miércoles, 1 de abril de 2015

Del Bosque como metáfora

Anoche volvió a quedar claro (y van...) que Vicente del Bosque no es un buen seleccionador, al menos en lo referente a la selección española de fútbol. Y no lo es simple y llanamente porque no es buen entrenador, al menos en lo que respecta a dicho deporte. Quiero dejar la puerta abierta a la esperanza y creer que quizás este individuo orondo, lisiado y tristón encierra un buen seleccionador de trufas o un extraordinario entrenador de orugas procesionarias. Pero "fútbol" y "Del Bosque" guardan entre sí la misma relación que "belleza" y "Leticia Sabater" o "educación" y "Belén Esteban". Con esto no estoy queriendo decir, ni mucho menos, que Vicente del Bosque sea un completo inútil porque, haciendo bueno el dicho, sí es un estupendo mal ejemplo. Y de eso trata este artículo: de lo que Vicente del Bosque tiene de ejemplo, de metáfora, de trasunto, de correlato objetivo o de como lo quieras llamar. Porque, para mí, Del Bosque es...

...el Mariano Rajoy del fútbol patrio: un individuo que al nacer debió perder junto a la placenta el atractivo físico, la sinapsis y la capacidad de autocrítica. Una persona que eligió un mal día para meterse en faena. Un hombre que en situaciones de crisis es incapaz de tomar una sola buena decisión. Un mandamás que mandar,
lo que se dice mandar, manda poco y mal. Un tipo que sabe poner excusas pero no pedirlas. Un gestor que a los jóvenes con mejor formación y talento en muchas generaciones las únicas alternativas que les ofrece son la puerta de salida o la mediocridad. Un ser que proyectaría el No-Do e intentaría convencer al personal de que aquello es Blade Runner. Un paisano cuyas declaraciones hacen sospechar que debe estar censado en Marte. Un representante de cómo en este país el peor de los tarugos puede llegar a lo más alto. Un tío cuyos logros han contribuido a consolidar en España el estado de frustración. Un error en sí mismo considerado. Alguien, en definitiva, que mejor habría hecho no saliendo jamás de su casa o, en su defecto, dedicándose a otra que no fuera a lo que se dedica.

...el José Luis Moreno del mundo FIFA: una persona capaz de coger la Roja y convertirla en una alfombra lista para ser pisoteada o, directamente, masacrada. Un hombre para el que cualquier tiempo pasado fue mejor. Un hacedor de esperpentos que invitan a "hacerse un Edipo" y arrancarse los ojos con tal de no sufrir
más. Un individuo al que ya no le funcionan sus sketches. Un espabilado al que ya no le salva esconderse detrás de unos muñecos que hoy no causan otra cosa que no sea pena o irritación. Un trabajador que mientras haya alguien dispuesto a pagarle siempre tendrá a bien torturar al personal con la brillantez de su desempeño. Un tipo que está descubriendo la diferencia de matiz entre "reírse con" y "reírse de"...o quizás la está enseñando al resto del país. Un personaje soberbio e impermeable a las críticas vengan de donde vengan. Un ser desconectado del espacio, del tiempo y del sentido común. Un reincidente en el bochorno. Una puerta al Tártaro. Alguien, en definitiva, que lo mejor que puede hacer es dejar de ser el abajo firmante de cosas que, vistas en televisión, avergüenzan a todo un país.

En resumen: Vicente del Bosque no es un buen entrenador de fútbol ni, por tanto, un idóneo seleccionador pero sí es una magistral metáfora de la mediocridad, de lo caduco, de lo erróneo, de lo irresoluble, de lo deprimente, de lo inaguantable, de lo indefendible, de la falta de genio, de la inoperancia, de la negligencia, de la carencia de vergüenza. Es un correlato deportivo de la política de Rajoy y de la televisión de Moreno. Para eso sí vale Del Bosque, para reflejar lo que es esta España actual...tan necesitada de cambio.