sábado, 18 de abril de 2015

La cara

No es una cara de póquer. Ni de gilipollas. Ni de despertar con resaca. Ni de Hulk con jaqueca. Ni siquiera de "buffering". Pero no es una cara buena ni aconsejable aunque sí una cada vez más frecuente: la que tiene en los últimos años cualquier español que no viva en Matrix. La cara del español raso; la del que sólo se preocupa por llegar sano y salvo a fin de mes; la cara de quien sólo quiere que le dejen en paz. La cara de quien descubre, sabe o recuerda que en este país no tenemos a Jekyll pero tenemos a Hyde; no tenemos a Charlize Theron pero tenemos a Leticia Sabater; no tenemos a Sean Penn pero tenemos a Willy Toledo; no tenemos a David Lynch pero tenemos a José Luis Moreno; no tenemos a Woodward y Bernstein pero tenemos a Marhuenda y Rubido; no tenemos a Richard Ford pero tenemos a Juan Manuel de Prada; no tenemos Saturday Night Live pero tenemos La alfombra roja palace; no tenemos Bill Gates pero tenemos César Alierta; no tenemos Silicon Valley pero tenemos Magaluf; no tenemos a Jimmy Fallon pero tenemos a Pablo Motos; no tenemos a Aslan pero sí a "León come gamba"; no tenemos Woodstock pero tenemos los mítines de Podemos; no tenemos un presidente pero tenemos a Rajoy; no tenemos democracia pero tenemos demagogia; no tenemos a Alí Babá pero tenemos los cuarenta ladrones; no tenemos un oasis pero tenemos un espejismo; no tenemos paraíso pero sí un vertedero con vistas al mar; no tenemos vergüenza pero sí moral en B.
La última oportunidad para contemplar en cualquier lugar del país esa cara con denominación de origen la hemos tenido con "lo de Rato". Lo de Rato no es lo mismo pero sí parecido a lo de la Molt Honorable Verruga y familia, los ERES de Gandalucía, las tramas de las gaviotas, los pelotazos del cuñado del Rey y así podría estarme hasta que corretearan por la tierra los cuatro jinetes del Apocalpisis porque ejemplos de sinvergüenzas, jetas y canallas tenemos en España como para poblar todo el Sistema Solar.
El caso es que el escándalo de este golfo no ha sido la gota que colma el vaso, porque el vaso hace ya tiempo que se fue a tomar por saco por culpa de unos y otros. Lo que sí supone el (o)caso de Rato es la enésima prueba de que vivimos en un Estado de decepción. Es la enésima prueba de que llevamos décadas engañados, dormidos o atontados. Es la enésima prueba de que el Gobierno de Marciano Rajoy lo único que sabe es "hacerse un Froilán" (véase arrearse un disparo en el pie). Es la enésima prueba de que la NASA debería enviar una misión a Génova 13 para buscar vida inteligente. Es la enésima prueba de que si queda alguna sola persona con la intención de votar al PP se le podría declarar cerebralmente muerta. Es la enésima prueba de que si alguien piensa que la solución pasa por votar al PSOE se le podría mandar de figurante a Walking Dead. Es la enésima prueba de que el plan B ha demostrado ser tan malo como el A. Es la enésima prueba de que España es una cleptocracia gracias a lo que los partidos políticos tradicionales (PP, PSOE, IU, etc) han hecho y hacen con la complicidad por acción u omisión de grandes empresas, jueces y medios de comunicación y el apoyo de unos votantes empeñados en pensar en rojos y azules. Es la enésima prueba de que la inmensa mayoría de los políticos españoles no entienden la diferencia ni entre "servir" y "servirse" ni entre "valer" y "valerse". Es la enésima prueba de que los últimos decenios de Historia española son la crónica de una continua tomadura de pelo. Es la énesima prueba de que el problema de España no es tanto haber vivido por encima de nuestras posibilidades como haberlo hecho por debajo de la vergüenza. Es la enésima prueba de que la situación es tan insoportable como indefendible. Es la enésima prueba de que España necesita una revolución civil, pacífica y democrática pero con la misma contundencia y eficacia que una revolución armada. Es la enésima prueba de que dicha revolución sólo puede pasar por lo nuevo, por la regeneración, por la ciudadanía, por los votos.
Por eso, mientras llegan las elecciones, mejor ir acostumbrándonos a tener esta cara que comentaba al principio del artículo. La cara de quien no engaña sino de quien es engañado. La cara de quien no humilla sino de quien es humillado. La cara de quien no avergüenza sino de quien se siente avergonzado. La cara que no es la de Rato ni la de Pujol ni la de Chaves ni la de Griñán ni la de Urdangarín ni la de Granados ni la de Bárcenas ni la del pequeño Nicolás ni la de la madre que los parió. La cara de quien sí se merece tener un futuro. La cara de quienes nos merecemos otra España. La cara que, en las próximas votaciones municipales, autonómicas y generales puede y debe hacer lo posible para tener una sonrisa dibujada en ella.

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