El domingo por la noche el comunicador Jordi Évole entrevistó en su imprescindible programa "Salvados" al terrorista, asesino, preso, liberado y arrepentido Iñaki Rekarte en uno de esos programas que deberían estudiarse con todo merecimiento en las facultades de Periodismo y/o Comunicación Audiovisual en Euskadi, en el resto de España y en cualquier país civilizado. Porque fue una lección.
La entrevista fue de las que secan el tiempo y borran palabras. Fue una entrevista difícil, dura, amarga, tensa, demoledora, inquietante e impactante. Fue una entrevista en la que lo que se dijo y lo que no se dijo traspasaban la piel por igual. Fue una entrevista en la que cada segundo contaba y contó. Fue una entrevista que hizo imposible cualquier indiferencia. Fue una
entrevista que, por encima del terrorismo y las cuestiones sociológicas y políticas, sirvió para mostrar en toda su crudeza la absoluta contradicción de la condición humana. Fue una entrevista insportablemente incómoda para quienes entiendan la vida desde el blanco y el negro, desde la trincheras, desde los frentes, desde el inmovilismo, desde el enrocamiento, desde las vísceras, desde la ceguera. Fue una entrevista que sin la maestría de Évole se habría convertido en un repugnante monumento al morbo y no en una muestra de periodismo en estado puro. Fue una entrevista honesta y valiente y arriesgada y...enormemente brillante a pesar de toda su oscuridad.
En ese sentido, respecto al entrevistado, Iñaki Rekarte, diré lo siguiente: no voy a olvidar ni a perdonar lo que hizo ni lo que fue: entre víctimas y culpables, yo siempre he estado, estoy y estaré con las primeras y contra los segundos. Arrepentido o no,
sincero o no, es un asesino, una persona que mató a gente inocente y un mal así no se enmienda ni con lágrimas ni con palabras ni con tiempo, sencillamente porque no se puede enmendar. Cuestión aparte es el vergonzoso hecho de que un asesino como él se encuentre en libertad, por muy arrepentido que esté y mucha "vía Nanclares" que se alegue. Pero de ello no tiene ninguna culpa Rekarte sino los políticos que legislan y los jueces que interpretan y aplican la ley. Dicho esto y sin perjuicio de lo anterior, también quiero dejar claro lo siguiente: la valentía del entrevistado para quebrar el silencio, para exponerse al odio de unos y otros, para aceptar inmolarse públicamente cuando lo fácil sería el mutismo cómodo y cobarde, para poner en riesgo su vida y la de sus seres queridos sin más pretexto que el de revelarse y rebelarse contra la barbarie inhumana de la que él mismo es exponente...esa valentía es sencillamente impresionante y muy inusual en nuestro tiempo. Es cierto que esa descomunal sinceridad le llevó a decir cosas que probable y merecidamente no gustaran a muchos (yo incluído) y a incurrir en contradicciones y paradojas indefendibles, pero también le llevó a decir otras cosas que han hecho más por el entendimiento y la cicatrización de heridas que muchos discursos y planes políticos, legislativos, judiciales, policiales y educativos en más de treinta años de democracia. Y, aunque sólo sea por esta última razón, el testimonio no se merece el menosprecio que sí se merece la persona.
Quizás el impacto que ha causado esta entrevista se deba a que vivimos en una sociedad que ha asimilado el tabú, que ha renunciado a la escucha, que ha convertido lo obvio en rareza, que se mueve por pasiones y no por ideas, que se preocupa más del pasado que del futuro, que ha perdido las ganas de mirar y mirarse, que se ha dejado la esperanza en alguna cuneta, que se ha perdido en un laberinto de etiquetas y prejuicios, que se ha vuelto adicta a los eufemismos, que se siente más cómoda con el reproche que con la solución, que sólo busca huir hacia delante al ritmo del sálvese quien pueda. O a que vivimos en un país en el que la mayoría de los medios de comunicación oscilan entre el panfleto y el circo, se alimentan de los culos de los poderosos y creen que la deontología es una especialidad médica. O a que el hombre contemporáneo tiene una extraordinaria propensión a sentirse fascinado por el mal, por el morbo de lo antagónico, por lo transgresor, por lo que se sitúa al margen de la ley o la moral. O, tal vez, se deba a todo ello.
Lo que es seguro es que el gran mérito de esta entrevista es de Jordi Évole. Su temple, su distancia, su contención, su habilidad para preguntar lo necesario aunque sea incómodo para él o el
entrevistado, su educación, su inteligencia para manejar los silencios...Évole es un permanente recital no ya de cómo entrevistar sino de en qué consiste ser periodista. Por eso, no son casualidad las excelentes audiencias ni los miles de comentarios positivos ni los premios recibidos. Évole es un fuera de serie y una de las pocas esperanzas que le quedan al periodismo (serio) en España.
De todos modos, aunque pueda sonar raro, si hay algo con lo que me quedo de la apabullante entrevista es con que han sido el conocimiento y el amor los que han llevado luz a la vida de Rekarte. El conocimiento como salida. El amor como salvación. Viejas ideas pero que no han perdido vigencia...ni urgencia.
En resumen, "ETA desde dentro" ha sido toda una lección. Una lección de valentía de un cobarde. Una lección de humanidad de un monstruo. Una lección de luz desde la oscuridad. Una lección de libertad frente al terror. Una lección de tolerancia ante la intolerancia. Una lección de imparcialidad frente a la beligerancia. Una lección de profesionalidad frente al sensacionalismo. Una lección de periodismo frente a la propaganda. Una lección colosal. Una lección magistral.
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