miércoles, 23 de febrero de 2011
23-F: 30 años de una patochada
Hoy es el 30 aniversario del 23-F, conato de golpe de Estado y uno de los mejores thrillers que se han concebido en España, dándole eso sí ese punto de disparate tan patrio que no puede faltar en nada hecho en este país...Como hay suficientes noticias reseñando la conmemoración y jugosas informaciones sobre lo acontecido aquel día (informe de los secretarios, vídeo, etc), pasaré por alto la "moviola" de ese esperpento.
Simplemente diré que me da bastante pena ver hacer el ridículo a tanto uniformado (uno que saca los tanques como quien sale a hacer footing, los mandos militares emulando al teléfono el antológico sketch de Gila, Tejero entrando en el Congreso con el gesto de "Menudo marrón, menudo marrón"...); que me da lástima tener la sensación de que hubo muchos desventurados que pasaron de ser "últimos monos" a "cabezas de turco"; que es irrisorio contemplar el cachondeo organizativo de lo que se suponía era un golpe de Estado "en serio"; que creo que hay más honor y dignidad entre los que pagaron los platos rotos de aquello que en quienes se fueron de rositas y por la sombra; que a la postre el fallido pronunciamiento constituyó la mejor campaña publicitaria posible para promocionar a nuestro monarca como mascarón de proa de la recién estrenada democracia y despojarle ante la opinión pública de cualquier vínculo con quien le designó como sucesor; que puestos a causar algún desperfecto con tiros más valdría la testa del genocida de Paracuellos que el ornamentado techo del Congreso; y que podemos sentirnos muy afortunados por haber tenido en La Zarzuela a un hombre egregio y cabal (hablo de Sabino Fernández Campo, claro).
Tengo claro que el 23-F, junto al 11-M, forman las coordenadas de los dos sucesos más lamentables de la historia reciente española, igual que soy plenamente consciente de que jamás se sabrá la verdad o toda la verdad sobre ellos, porque, sencillamente, ni conviene ni se permite. No hay que olvidar que hay ciertos secretos que son salvoconductos y excelentes cartas a jugar en el trapicheo de favores que hay en la trastienda político-mediática desde hace décadas. Por eso, aunque tengo mi propia opinión sobre quién fue el instigador real del 23-F, ese sombrío mesías que dejó en la estacada a quienes persuadió o consintió para perpetrar aquel desagradable y funesto sarao, se me permetirá que no lo diga. No obstante, en asuntos como éste no conviene olvidar una cosa: Si quieres esconder algo, ponlo a la vista de todos. Lo único seguro es que la verdad está ahí fuera.
Por último, decir que, afortunadamente, treinta años después, podemos seguir disfrutando en España del menos malo de los sistemas políticos.
sábado, 19 de febrero de 2011
"Cisne negro": Turbadora espiral de perfección
Anoche acudí al estreno de "Cisne negro", una de las películas más inquietantes y elegantes que he visto en mucho tiempo. Que su calidad técnica e interpretativa le haya reportado nominaciones y consecuciones de galardones cinematográficos por todo el orbe se queda casi en segundo plano.
El film narra los simultáneos ascenso a la gloria profesional y descenso al infierno personal de una joven bailarina que pasa de la anónima mediocridad a alzarse con el papel estelar en el celebérrimo ballet "El lago de los cisnes". La danzarina, epicentro de esta siniestra y apoteósica tragedia, es interpretada por una Natalie Portman que pone todo el cuerpo y el alma para arrastrarnos consigo en ese viaje sin retorno que inicia su Nina Sayers, al final del cual, sin desvelar el desenlace, sólo diré que se encuentra, casi con toda seguridad, un merecidísimo Óscar.
"Black Swan" es una película que va de menos a más, con un crescendo implacable y enfermizo que culmina en un último tercio absolutamente magistral. Es tan endiabladamente inquietante que se podría decir que es un cruce entre una película de Lynch, Fincher y Haneke, pero con la dosis de personalidad suficiente para alabar sin remilgos el talento incontestable de su director: Darren Aronofsky.



Poco más que decir sobre esta indispensable cita con el séptimo arte y con los monstruos que todos llevamos en nuestro interior. Y es que, al salir del cine, uno no puede más que citar la frase que cierra "Cisne negro": Al final, todo ha sido perfecto.
jueves, 17 de febrero de 2011
¿Creatividad o alienación?
Hace unos días tuve la oportunidad de asistir a una conferencia del filósofo Pekka Himanen, gurú de la llamada "ética del hacker", que radica en una redefinición de ese término, por lo general utilizado en sentido peyorativo, y una extrapolación del mismo, descontextualizándolo del ámbito tecnológico. La cabal charla estuvo a medio camino entre la obviedad y el idealismo, pero con los tiempos que corren, una y otro son dos rasgos elogiables. Dicho lo cual, al término de la ponencia, mi cabeza se llenó de una serie de dudas y reflexiones que intentaré transcribir aquí.
Dado que el objetivo del artículo no es resumir qué dijo Himanen sino reflexionar sobre ello, no me detendré mucho con la síntesis. Para el filósofo nórdico, un "hacker" viene a ser cualquier persona que explota inofensivamente su creatividad transformándola en algo tangible y poniéndolo desinteresadamente a disposición de los demás o, dicho de otra forma, un filantrópico trabajador de sus propios sueños. Himanen sostiene que es necesario instaurar una "cultura de la creatividad" para habilitar el crecimiento y exposición del potencial creativo, del talento de cada individuo, ya que, en su opinión, "siempre hay más potencial en nosotros del que expresamos". Se podría decir que, para el ponente, el futuro, el progreso pasa por innovar, sea cual sea el ámbito del que hablemos, y la innovación no existe si previamente no hay un entorno favorable a la creatividad, que permita exponerla y compartirla (como forma de enriquecerla) sin limitación alguna. Hasta ahí, la sinopsis de la conferencia.
Ahora, mis dudas:¿Favorece o premia esta sociedad la creatividad o, por contra, la anestesia cuando no la castra? ¿Es el modelo educativo actual el idóneo para incrementar el desarrollo de la creatividad y el talento del alumno o el óptimo para tornarlo en un sujeto apto para la alienación y la maleabilidad venideras? ¿Qué tratamiento tiene el ingenio de una persona en el mundo laboral: el apoyo decidido a su desarrollo creativo y la utilización de su talento personal como inversión rentable en términos económicos y humanos o el ninguneo de sus habilidades y aptitudes para transformar intensiva e implacablemente su creatividad en mera y aséptica eficacia? ¿Ha pervertido el esnobismo y la mediocridad la percepción y la valoración del ingenio creativo en el ámbito cultural? ¿Ha intoxicado la televisión el reconocimiento social del talento? ¿Es la gente con creatividad la esperanza y la piedra angular del progreso social o son meros proscritos en extinción por atreverse a pensar más allá de lo estipulado? ¿Qué es más fácil hoy en día: cavilar cómo dar forma a ideas y sueños o acoplarse sumisamente a la maquinaria imperante?
Dejo a voluntad del lector reflexionar y responder a estos interrogantes, pero no me gustaría acabar el artículo sin dar mi opinión al respecto: Es paradójico y ciertamente contradictorio que, en una época dominada por los avances tecnológicos, el talento esté tan depauperado en tratamiento y reconocimiento, toda vez que hoy en día lo que se quiere de las personas es que hagan las cosas sin pensar (sinónimo de "rechistar" o "protestar" para ciertos déspotas y cretinos), so pena de irse al paro, no progresar laboralmente, ser vistas como lunáticos o tratadas como apestados, frikis o extravagancias marginales.
Malos tiempos para el ingenio. Peores para ser nosotros mismos...
miércoles, 16 de febrero de 2011
Que les vote Sinde
Por el interés y mi conformidad con lo reivindicado en este "manifiesto" y habida cuenta de que, antes de que el Ministerio de Censura se saliera con la suya, yo ya no pensaba votar en los próximos comicios, reproduzco a continuación el texto que promueve la iniciativa "No les votes":
"El próximo 22 de mayo, los ciudadanos españoles están convocados a las urnas para votar a sus representantes públicos en todos los ayuntamientos y en algunos parlamentos autonómicos. Los representantes elegidos tendrán a su cargo la gestión de miles de millones de euros durante un periodo de cuatro años, razón más que suficiente para extremar las precauciones de los votantes: a lo largo de los últimos años, el nivel de corrupción en la política española se ha disparado de manera alarmante en todo el arco parlamentario.
PSOE, PP y CiU son las tres formaciones políticas que han pactado para resucitar la ley Sinde en el Senado, una ley que permite censurar Internet por vía administrativa, sin una intervención judicial que garantice la tutela efectiva de los ciudadanos. Al juez que deba validar el cierre le estará vedado analizar el fondo del asunto, esto es, la vulneración de derechos de propiedad intelectual o la posibilidad de producir un perjuicio patrimonial por parte de la página web cuya clausura se solicite. La ley Sinde crea un “agujero libre de jueces” donde la decisión la toma una comisión administrativa nombrada por el gobierno, para evitar lo que hasta el momento venía ocurriendo: que los jueces no daban la razón a las reclamaciones de la industria de los contenidos.
La ley Sinde es ineficaz. No aborda una reforma integral de la legislación de propiedad intelectual, único camino para favorecer la justa retribución de los creadores y artistas en el marco de una sociedad de cultura digital. Aún así, y a pesar de la oposición de una parte importante de la sociedad incluyendo creadores y artistas, PSOE, PP y CiU votaron a favor de ella. Pesaron más las presiones de gobiernos extranjeros y de grupos minoritarios que el interés social. Pero no todo es culpa de nuestros representantes: nosotros les hemos elegido, por acción u omisión.
Desde Nolesvotes.com consideramos que PSOE, PP y CiU han faltado a su principal obligación con la ciudadanía: defender la Constitución que juraron o prometieron acatar. La ley Sinde somete Internet a una legislación excepcional, con grave merma de los derechos a la libertad de expresión e información y a la tutela judicial efectiva, posibilitando un mayor control político de la red.
Tu decisión es importante. No te pedimos el voto para ningún partido concreto, ni que votes en blanco, ni que te abstengas, sino que te informes para comprobar que existen alternativas contrarias a la ley Sinde en todo el espectro ideológico. Te pedimos que defiendas la libertad en la red con tu voto, no apoyando a aquellos que con sus actos se han hecho claramente merecedores de un voto de castigo.
El próximo 22 de mayo, NO LES VOTES".
Fuente: http://www.nolesvotes.com/
lunes, 14 de febrero de 2011
Un discurso que bien vale un Goya
Anoche se celebró la ceremonia de entrega de los premios Goya en el XXV aniversario de estos galardones que quieren y no pueden emular a los Óscar de allende el charco. Hace años que decidí dejar de glosar este sarao, porque me hastía profundamente comentar un mamoneo previsible hasta el tedio, frecuentemente injusto y que no deja de ser un ejercicio onanístico de la progresía imperante en la industria cinematográfica patria.
No obstante, anoche sucedió algo que me ha hecho cambiar de idea. Y no, no me refiero a que la gran triunfadora de la velada fuera un film conocido en su casa a la hora de comer, proyectado en menos salas que la vida escolar de Paquirrín, aupado por el voto en masa del importante lobby catalán que hay en la Academia, y que apuesta por algo tan original y poco manido como la postguerra civil. Es decir, no me estoy refiriendo a "Pan negro", el nuevo título que el director Agustí Villaronga ha dado a la misma película que lleva rodando desde que se puso detrás de una cámara. Tú a lo tuyo, di que sí. Ya se encargarán otros de ningunear joyas como "Enterrado".
Tampoco me lleva a escribir esto el colofón a la noche catalana que puso cierto "imbécil con barretina" (Buenafuente dixit) para intentar demostrar a todo el país lo que ya hizo en Eurovisión: que es un perfecto gilipollas.
De igual manera, no quiero dedicar el artículo a aplaudir la mala noche que "Anonymous" regaló al organismo pluricelular que ocupa la cartera de Censura, porque admiro profundamente su habilidad para cometer un error cuando no perpetra una sandez, pericia sólo comparable a su talento para crear historias sublimes como "Mentiras y gordas".
El artículo va dedicado a Álex de la Iglesia, un oasis de sensatez y personalidad entre tanta falsedad, banalidad y lameculismo. No tanto por el previsible e inmerecido desprecio que vivió su película en los galardones, sino por su coraje para decir a los cuatros vientos no sólo lo que piensa, sino la verdad. Por ello, por el interés, la valentía y el realismo que emana su último discurso como presidente de la Academia de Cine, lo transcribo a continuación:
Sólo por discursos así, bien vale la pena tragarse ridiculeces como los Goya. Olé, señor De la Iglesia, olé.
Tampoco me lleva a escribir esto el colofón a la noche catalana que puso cierto "imbécil con barretina" (Buenafuente dixit) para intentar demostrar a todo el país lo que ya hizo en Eurovisión: que es un perfecto gilipollas.
De igual manera, no quiero dedicar el artículo a aplaudir la mala noche que "Anonymous" regaló al organismo pluricelular que ocupa la cartera de Censura, porque admiro profundamente su habilidad para cometer un error cuando no perpetra una sandez, pericia sólo comparable a su talento para crear historias sublimes como "Mentiras y gordas".
El artículo va dedicado a Álex de la Iglesia, un oasis de sensatez y personalidad entre tanta falsedad, banalidad y lameculismo. No tanto por el previsible e inmerecido desprecio que vivió su película en los galardones, sino por su coraje para decir a los cuatros vientos no sólo lo que piensa, sino la verdad. Por ello, por el interés, la valentía y el realismo que emana su último discurso como presidente de la Academia de Cine, lo transcribo a continuación:
El día de hoy ha llegado porque hace 25 años, doce profesionales de nuestro cine, en medio de una crisis tan grave como la nuestra, caminaron juntos a pesar de sus diferencias. Quiero empezar este discurso felicitando a los fundadores de la Academia.
No sólo ellos, sino todos los que me han precedido en esta institución, vicepresidentes, miembros de las juntas directivas y el conjunto de los académicos, nos han traído esta noche aquí, al Teatro Real, para celebrar el 25º aniversario de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas y la existencia misma de los premios Goya. A todos, muchísimas gracias. Puede parecer que llegamos a este día separados, con puntos de vista diferentes en temas fundamentales. Es el resultado de la lucha de cada uno por sus convicciones. Y nada más. Porque en realidad, todos estamos en lo mismo, que es la defensa del cine.
Quiero por ello felicitar y agradecer a todos los que estáis aquí, por caminar juntos en la diferencia, y hasta en la divergencia. Hacemos mucho ruido, pero es que esta vez, hay muchas nueces. El choque de posturas es siempre aparatoso y tras él surge una nube de humo que impide ver con claridad. Pero la discusión no es en vano, no es frívola y no es precipitada. No podemos olvidar lo más importante, el meollo del asunto. Somos parte de un Todo y no somos nadie sin ese todo. Una película no es película hasta que alguien se sienta delante y la ve. La esencia del cine se define por dos conceptos: una pantalla, y una gente que la disfruta. Sin público esto no tiene sentido. No podemos olvidar eso jamás.
Dicen que he provocado una crisis. Crisis, en griego, significa “cambio”. Y el cambio es acción. Estamos en un punto de no retorno y es el momento de actuar. No hay marcha atrás. De las decisiones que se tomen ahora dependerá todo. Nada de lo que valía antes, vale ya. Las reglas del juego han cambiado. Hace 25 años, quienes se dedicaban a nuestro oficio jamás hubieran imaginado que algo llamado internet revolucionaría el mercado del cine de esta forma y que el que se vieran o no nuestras películas no iba a ser sólo cuestión de llevar al público a las salas. I ntenet no es el futuro, como algunos creen. Internet es el presente. Internet es la manera de comunicarse, de compartir información, entretenimiento y cultura que utilizan cientos de millones de personas. Internet es parte de nuestras vidas y la nueva ventana que nos abre la mente al mundo.
A los internautas no les gusta que les llamen así. Ellos son ciudadanos, son sencillamente gente, son nuestro PUBLICO. Ese público que hemos perdido, no va al cine porque está delante de una pantalla de ordenador. Quiero decir claramente que no tenemos miedo a internet, porque internet es, precisamente, la salvación de nuestro cine. Sólo ganaremos al futuro si somos nosotros los que cambiamos, los que innovamos, adelantándonos con propuestas imaginativas, creativas, aportando un nuevo modelo de mercado que tenga en cuenta a todos los implicados: Autores, productores, distribuidores, exhibidores, páginas web, servidores, y usuarios.
Se necesita una crisis, un cambio, para poder avanzar hacia un nueva manera de entender el negocio del cine. Tenemos que pensar en nuestros derechos, por supuesto, pero no olvidar nunca nuestras obligaciones. Tenemos una responsabilidad moral para con el público. No se nos puede olvidar algo esencial: hacemos cine porque los ciudadanos nos permiten hacerlo, y les debemos respeto, y agradecimiento. Las películas de las que hablamos esta noche son la prueba de que en este país nos dejamos la piel trabajando. Sin embargo, el mismo esfuerzo o mayor hicieron tantas otras películas que no han llegado a los sobres de las candidaturas. Ellos tambien se merecen estar aqui, porque han trabajado igual de duro que nosotros.
Quiero despedirme en mi última gala como presidente, recordando a todos los candidatos a los Goya tan solo una cosa: qué más da ganar o perder si podemos hacer cine, trabajar en lo que más nos gusta. No hay nada mejor que sentirse libre creando, y compartir esa alegría con los demás. Somos cineastas, contamos historias, creamos mundos para que el espectador viva en ellos. Somos más de 30.000 personas que tienen la inmensa suerte de vivir fabricando sueños.
Tenemos que estar a la altura del privilegio que la sociedad nos ofrece. Yo creo, con toda humildad, que si queremos que nos respeten, hay que respetar primero.
Y Por último, me gustaría contarle algo al próximo Presidente de la Academia, que ya me cae bien, sea quien sea: estos han sido los dos años más felices de mi vida. He conocido gente maravillosa de todos los sectores de la industria. He visto los problemas desde puntos de vista nuevos para mí, lo que me ha enriquecido y me ha hecho mejor de lo que era. He comprobado que trabajar para los demás es una experiencia extraordinaria por muy duro que resulte en un principio, y sobre todo: han pasado 25 años muy buenos, pero nos quedan muchos más, y seguro que serán mejores.
Buenas noches.
Sólo por discursos así, bien vale la pena tragarse ridiculeces como los Goya. Olé, señor De la Iglesia, olé.
Las "redvoluciones" y la democracia del siglo XXI
Moldavia, Irán, Túnez, Egipto...son sólo algunos ejemplos recientes e históricos de cómo Internet y las redes sociales han cambiado el rol de la ciudadanía en su relación con el poder. Hay quien dice incluso que el binomio formado por la Red y los ciudadanos conforma el "quinto poder", asumiendo en su desempeño las deficiencias o carencias de las que adolecen los otros cuatro y augurando una era de esplendor para la democracia en todo el orbe. Yo creo, honestamente, que no hay que dejarse llevar por el optimismo o la euforia, que suelen ser la antesala de desagradables frustraciones, y asumir con más mesura el papel del universo online en los seísmos políticos que están sacudiendo el mundo en los últimos años.
El papel de Internet y su progenie de blogs y redes sociales (Facebook, Twitter...) ha sido y es indudablemente relevante en la forma de hacer y percibir la política en este siglo XXI (que se lo pregunten a Obama). Gracias a ello, el derecho a la información y la libertad de expresión se han universalizado y democratizado más que en ninguna otra centuria, equilibrando así la relación entre gobernantes y gobernados. Se podría decir que la Red ha permitido al ciudadano no tener que esperar a los comicios para pedir explicaciones, evaluar decisiones o ajustar cuentas con el regidor.
Igualmente, este mundo interconectado donde la información y la opinión poseen los dones de la instanteneidad y la ubicuidad ha habilitado una mejor organización y coordinación de los movimientos populares (que no necesariamente tienen por qué ser violentos, como ha quedado patente), especialmente los de índole socio-política. Y es bajo esta óptica, la organizativa, desde la que hay que calibrar la influencia de Internet y las redes sociales en las convulsiones políticas que se está viviendo en los últimos años. Creer que Facebook o Twitter son los máximos responsables del triunfo de las protestas cívicas es otorgarle un inquietante papel de Doctor Caligari que en absoluto se corresponde con la realidad. Las redes sociales agilizan la coordinación de iniciativas y el intercambio de información entre indiviudos, nada más y nada menos. Son herramientas, no causas. Por ello, los argumentos y las claves del éxito hay que buscarlas en el mundo offline. Por ejemplo, si no existiera un caldo de cultivo previo y propicio en términos sociales y políticos, como sucede en el agitado mundo árabe, ya se podrían promover a través de las redes sociales cuantas acciones se quisiera que tendrían una trascendencia nula.
Que gracias a Internet se tiene acceso más rápido y amplio a motivos para poner el grito en el cielo es algo difícil de cuestionar, habida cuenta de los intentos de ciertos gobernantes para cercenar o sesgar el acceso a la red, pero eso no debe llevarnos a pensar que es el factor definitivo para que triunfe cualquier reclamación popular. Del mismo modo que Internet se ha convertido en una cornucopia informativa para los ciudadanos que no quieren ser tratados por sus mandatarios como sumisos borregos, las redes sociales se han transformado en un inmenso foro que ahorra tiempo y esfuerzos a la hora de poner de acuerdo a mucha gente. Ni más ni menos que eso.
En resumen: Bienvenidas sean las causas para intentar hacer de éste un mundo más justo y bienvenidas sean las herramientas que, como Internet, ayudan a luchar por ellas.
Y, de propina, una duda que dejo al lector contestar: ¿Dónde hay más democracia: dentro o fuera de Internet?
sábado, 12 de febrero de 2011
"Valor de ley": Memorable cuento épico
Anoche acudí al estreno de una de las películas favoritas a copar los galardones de los próximos Óscar: "Valor de ley", dirigida por los siempre interesantes y a menudo geniales Hermanos Coen e interpretada por un veterano actor que en sus últimos trabajos está despuntando superlativamente: Jeff Bridges. "True grit", como se titula originalmente, está basada en la novela homónima escrita en 1968 por Charles Portis, al igual que lo estuviera su primera versión cinematográfica, dirigida en 1969 por Henry Hathaway y protagonizada por el icono del "western": John Wayne, quien, por cierto, consiguió entonces su único Óscar por el papel que hoy le ha valido la nominación a Bridges. ¿Un presagio? A juzgar por la interpetación de Bridges, algo más que eso.
Mas antes de detenerme en algunos detalles, he de decir que la película cuenta la peculiar historia de una niña espabiladísima, Mattie Ross, que quiere vengar la impune muerte de su padre y, para ello, contrata los servicios de un decadente alguacil con más fama que futuro: el orondo y alcohólico "Rooster" Cogburn. Unidos al lozano y virtuoso ranger texano LaBoeuf, el peculiar trío se adentra en territorio indio en busca del criminal responsable de la orfandad de Ross, el vil y zarrapastroso Tom Chaney. Un argumento sencillo, curioso y lleno de valores. (lealtad, honestidad, integridad, coraje, determinación)...como un cuento. Es como si Caperucita Roja contratara los servicios del montaraz para dar caza y muerte al lobo, cambiando los densos bosques centroeuropeos por las áridas llanuras del Oeste norteamericano. Y es precisamente este entorno, el del western, el que le confiere ese carácter épico, pues tal tiempo y lugar no son aptos para niños, como no tarda en constatar la valerosa Ross. En cambio, lo memorable deriva del equipo técnico que hay delante y detrás de las cámaras.
"Valor de ley" es la típica película que al terminar de verla por primera vez te produce la sensación de haber visto una pequeña joya del séptimo arte y, conforme pasa el tiempo, te das cuenta que estás en lo cierto. Es literalmente imposible ponerle pega alguna al apartado técnico, artístico e interpretativo. El guión, el montaje, la fotografía, la música, el casting, el diseño de vestuario...todo está tan sumamente afinado en esta película que es, técnicamente, impecable. Y luego están las interpretaciones: Hailee Steinfield (Mattie Ross), Matt Damon (LaBoeuf) y Josh Brolin (Chaney) bordan sin estridencias sus personajes junto a un elenco de secundarios no muy conocidos pero estupendos en sus papeles. ¿Se me olvida alguien? Sí, pero es que lo de Jeff Bridges y su Cogburn en esta película merece mención aparte pues es sencillamente antológico: Si ya es harto complicado aunar carisma, naturalidad, presencia, talento y veracidad para interpretar a un personaje común, hacerlo para dar vida al entrañable antihéroe de "Rooster" Cogburn es simplemente regalar al espectador un recital. Inmejorable. Insuperable. Inolvidable.
Se podría discutir si "Valor de ley" es más liviana que "Sin perdón" o "Bailando con lobos", por citar sólo dos magnos títulos del western en particular y el cine en general, pero lo que está fuera de toda duda es que cohabita junto a ellas en el territorio reservado a las obras maestras. Y todo ello, Bridges aparte, es mérito de sus responsables: Ethan y Joel Coen, directores, guionistas y productores de esta maravilla. Se pueden hacer películas distintas a ésta. Mejores, no.
Para acabar el artículo, aunque suene paradójico, quiero hacer una reflexión sobre el título de esta sencilla muestra de genialidad. "True grit" viene a significar "verdaderas agallas", "auténtico valor", "pura valentía"...o, si se prefiere en vulgar román, "Tener un par de huevos". Y es que eso es, precisamente, lo que hace falta para que una niña se interne en un mundo de adultos con tal de hacer justicia; para adentrarse en territorio hostil por cumplir una vendetta "infantil"; para ir más allá de las propias fuerzas, filias y fobias con tal de respetar una promesa; para plantar cara a enemigos que te superan en número; para echar una carrera a la muerte y ganarla; para ser fiel a tus principios cuando no hay reglas ni leyes que te amparen; para hacer lo correcto cuando lo más cómodo es no hacerlo; para dejar a John Wayne en el olvido con una interpretación memorable; para filmar con insultante naturalidad una obra maestra y quedarte tan tranquilo.
miércoles, 9 de febrero de 2011
Comunicación sin cables, ¿algo nuevo?
Wireless, Wi-Fi, comunicación sin cables, tecnología inalámbrica... son términos que nos vienen acompañando en los últimos años asociados a las novísimas vanguardias tecnológicas como si fueran los heraldos de un futuro hecho presente. Siendo consciente del progreso que suponen esta clase de ingenios y avances, no veo motivo alguno para el asombro y la estupefacción ante esta situación porque lo cierto es que la comunicación sin cables es algo que viene de antiguo. ¿No me creen? En ocasiones, el pasmo viene provocado por la falta de memoria, conocimiento o, simplemente, perspectiva.
Ejemplos literales de comunicación sin cables existen desde hace un tropel de siglos: Las palomas mensajeras, capaces de
transmitir una misiva a lo largo de cientos de kilómetros (hasta 1800 se han contabilizado), ya eran utilizadas por egipcios y persas hace 3000 años; el heliógrafo, un rudimentario pero efectivo telégrafo solar apto para enviar mensajes a una distancia en torno a 50 km, fue
empleado por los griegos por primera vez en el 405 a.C.; también en Grecia, en el siglo IV a.C., se inventa el telégrafo hidráulico; dos siglos más tarde, en las mismas tierras helenas, se diseña la "fryctoria", un sistema de comunicación mitad telegrafía, mitad encriptado que utilizaba antorchas en lo alto de torres
para transmitir mensajes en distancias de 30 km; un ingenio muy similar y coetáneo del anterior es el "cuadrado de Polibio"; y tampoco conviene olvidarse de tres ejemplos muy comunes especialmente en al ámbito de la ficción literaria y cinematográfica: las
señales de humo (utilizadas ya en la Antigua China siglos antes de Cristo e inmortalizadas por el uso que hicieron de ellas los nativos norteamericanos), las almenaras (fuegos
encendidos en lo alto de torres y atalayas a modo de alarma y especialmente utilizados en la Edad Media), y los tambores (proverbial forma de comunicación en las tribus africanas y que pasaron a la posteridad en películas como "Tarzán" o cómics como "El hombre enmascarado").





Por tanto, con un poco de sentido del humor y algo de sensatez, queda más o menos claro que muchos de los logros que hoy alabamos como nuevos ya nos acompañaban desde antaño y es que vivimos una época tan lindante con la futurista ciencia-ficción que tendemos a prestar más atención a lo que está por venir que a lo ya ingeniado por el hombre en el pasado. Seguro que a ti, lector, también se te ocurren otros casos similares a los de este artículo. Es cuestión de pensar con lo que hoy escasea: calma.
sábado, 5 de febrero de 2011
"El luchador", "The fighter": Redención en el ring de la vida

La película, dirigida con tino por David O.Russell y liderada por un eficiente Mark Wahlberg (a la sazón productor y actor protagonista), tiene en un demacrado Christian Bale al auténtico protagonista del film, merced a su magistral interpretación de Dicky Ecklund, hermanastro de Ward que cambió las mieles pugilísticas por la hiel de su adicción al crack. Con esta nueva exhibición (a unir a sus antológicos desempeños en "American Psycho" y "El maquinista") Bale confirma lo que ya se venía intuyendo: que no es sólo un soberbio actor, sino uno de los grandes. Ya sólo falta que un Óscar lo refrende.
En "The fighter", el éxito de Ward/Wahlberg y la redención de Ecklund/Bale están estrechamente unidos, tanto que no hay posibilidad de que ninguno de los hermanos triunfe en su lucha (Ward en el ring, Ecklund fuera de él) si no es a través del otro. Y esto, que podría haber sido relatado con crudeza acongojante (como sólo Scorsese o Eastwood saben), es mostrado por Russell con una asepsia cercana al documental televisivo (no es baladí que algunas escenas sean "vistas" por medio de un reportaje al disfuncional Ecklund o por las cámaras de retransmisión de la velada boxística) en pos de una verosimilitud más llevadera para el espectador. Personalmente, creo que si se hubiera dotado de mayor aspereza o amargura al relato cinematográfico estaríamos ante una obra maestra y no ante una muy buena película.
Al salir del cine, me vino a la cabeza otra película: "El luchador". Genial y durísima película del brillante Darren Aranofsky sobre otro gladiador del ring; en este caso, el ficticio luchador Randy "The Ram" Robinson, quien intenta dramáticamente reconducir su vida cuando el éxito, la fama y la salud se baten en retirada. Si lo logra o no, prefiero que lo descubra el lector. Yo sólo diré que las conmovedoras actuaciones de Mickey Rourke (como Randy) y Marisa Tomei (como su amada stripper Cassidy) quedaron sin un merecidísimo premio en los Óscar de 2008.

Yo sólo tengo clara una cosa: Que la vida es para quien la pelea.
martes, 1 de febrero de 2011
La vergüenza de ser humano
A veces, me asquea profundamente compartir especie con ciertos canallas, náusea que inmediatamente da paso a una absoluta vergüenza por lo que el ser humano es capaz de hacer o, mejor dicho, perpetrar desde la más cobarde crueldad, desde la más cruel cobardía. Ésta es una de ellas.
Por desgracia, nunca faltarán miserables dispuestos a recordarte que el hombre puede ser el ser vivo más prodigioso de cuantos hollan la tierra, pero también el más vil y desalmado de todos los que han visto los cielos. Por tanto, si se extinguiera la humanidad, creo que no se perdería tanto como se ganaría. En serio. Al menos libraríamos al mundo de sufrir la existencia del sadismo y la estupidez que sólo están al alcance del ser humano. Defectos que a menudo se exhiben nefandamente contra prójimos (maltrato a mujeres, niños y ancianos; genocidios; violaciones)...pero también contra los animales que tienen la desgracia de compartir su vida con seres humanos. Animales como, por ejemplo, los perros. Éste es el caso.
En este mismo blog ya he demostrado en anteriores ocasiones mi completo amor y admiración por los animales en general y los canes en particular, así que me ahorraré detenerme en eso. Mi rabia, indignación y asco son tan grandes que no puedo perderme en recordatorios...
Y son así porque me parte el alma hasta la ira y la consternación leer noticias como la que he leído hoy y que dan cuenta de la enésima barbarie cometida por individuos contra los animales que cometen el error de dar a los humanos constantes lecciones de fidelidad, lealtad, nobleza y cariño a cambio de nada: los perros. Mal está que se les abandone; peor que se les mate; pero torturarlos hasta la muerte y jactarse entre risas de la letal tortura...eso es ya sencillamente indescriptible.
No tengo ánimo ni ganas de escribir más. A continuación remito el vídeo del brutal suceso que da pie al artículo y mi llameante pena. Que cada cual juzgue. Yo lo tengo claro: Gente, gentuza, cabrones, malnacidos, monstruos así no merecen vivir. ¡Qué asco ser humano! ¡Qué asco!
sábado, 29 de enero de 2011
"The Walking Dead": Genio y figura desde la sepultura

Desde entonces, los muertos vivientes han formado parte del imaginario cultural popular a través del cine, ya sea con las cinco secuelas filmadas por el propio Romero (El amanecer de los muertos, El día de los muertos, La tierra de los muertos, El diario de los muertos, La supervivencia de los muertos), brillantes
remakes como el de Zack Snyder o divertidas parodias como "Zombis party", por citar sólo algunos ejemplos entre la miríada de títulos del subgénero; los videojuegos, con Resident Evil y The House of the Dead como máximos y exitosos exponentes (detonantes de mediocres adaptaciones cinematográficas); la
música, deudora y remanente de los finados en movimiento como demuestran el celebérrimo videoclip "Thriller" del malogrado Michael Jackson, el mítico videoclipo "Zombie" de The Cranberries, el nombre artístico del líder de White Zombie, o, incluso, el aspecto que ofrece en ocasiones "Eddie the Head", icono por excelencia de Iron Maiden; la literatura, con infinidad
de títulos entre los que podría destacar la excelente antología publicada por Valdemar o las irreverentes y divertidísimas "El ángel más tonto del mundo" y "Orgullo y prejuicio y zombies", de Christopher Moore y Seth Grahame-Smith, respectivamente; y el cómic, donde tenemos ejemplos tan dispares como los "Marvel Zombies", los "Black Lantern Corps" de DC, "Toe Tags" del propio G.A.Romero, el ultragore "Crossed" de Garth Ennis, o el que propicia este artículo: "Los muertos vivientes".



Tanto el cómic original como la serie de televisión de él derivada son de una calidad más que aceptable, especialmente el original impreso. El responsable de todo ello es el guionista de ambos productos, Robert Kirkman, ayudado por los impresionantes dibujos en blanco y negro (igual que la célebre película de Romero) de Tony Moore y Charlie Adlard, en el noveno arte, y el efectivo cineasta Frank Darabont, en el séptimo. En mi opinión, el acierto de Kirkman está no tanto en narrar con tino la arquetípica peripecia de los sobrevivientes, liderados por Rick Grimes, en un mundo asolado por los muertos,
sino en ahondar dramáticamente en la auténtica lucha de los protagonistas: la de no perder su humanidad en una situación trágica, insólita, desesperada e imprevisible que ha dejado como única norma vigente: todo lo que vive, muere. En el fondo, los vivos no luchan contra los zombis, sino contra sí mismos. Y eso es algo que queda patente, sin paliativo alguno, en "Los muertos vivientes", especialmente en el cómic. Conserva así ese indispensable y latente componente de crítica social que ha tenido cualquier ficción con muertos vivientes ya desde 1968: la brutal lucha de clases, las disensiones por motivos ideológicos, religiosos, de raza o sexo; la denuncia del consumismo exacerbado, el individualismo atroz, etc.

Volviendo a la obra de Kirkman, la profundidad y complejidad
psicológica de los personajes y su a veces sorprendente evolución a lo largo de la trama son, para mí, las verdaderas claves del éxito de este cómic y eso es algo que, pese a las evidentes licencias que muestra, conserva la serie de televisión, de ahí su éxito. También ayuda que la traslación televisiva sea técnicamente digna y que un elenco de rostros no muy conocidos pero solventes intérpretes ayude a la identificación con los protagonistas.

En definitiva, "Los muertos vivientes" es un cómic y una serie que no hay que minusvalorar...sino disfrutar y, por qué no, reflexionar.
lunes, 24 de enero de 2011
Alemania o el Valhalla laboral
¿De qué sirve en España ser un trabajador cualificado, honesto, legal y talentoso? ¿Qué utilidad tiene en nuestro país atesorar una decente calidad humana y profesional? ¿Para qué vale el esfuerzo invertido en la formación académica y profesional? En el mejor de los casos, para descubrir si se es más paciente que el santo Job o si nuestra capacidad estoica sería la envidia de los presos del Tártaro. Por lo demás, no sirve absolutamente para nada que no sea una amarga satisfacción personal.
España es laboralmente una siniestra versión del país de Cucaña; la Tierra Prometida de todos los haraganes, arribistas, caraduras, necios y golfos que en el mundo han sido; el Edén del nepotismo, enchufismo, clientelismo, baboseo y lameculismo; el Avalon donde sólo inútiles y canallas pueden vivir a cuerpo de rey; los Campos Elísesos de los déspotas idiócratas; el Aaru donde moran "ad eternum" los que se ganan el pan con el sudor de frentes ajenas... Una deplorable vergüenza, en resumen.
Ya he hablado en anteriores ocasiones de temas laborales, así que no me extenderé mucho. Sólo diré que en este país parece que la valía humana y profesional se están convirtiendo en un lastre a la hora de prosperar laboralmente o, al menos, encontrar un trabajo digno, si es que lo encuentras, claro...
Cuanto menos valgas (como persona o trabajador, tanto monta, monta tanto), más alto llegarás. Ése es el axioma que subyace en esta disgenesia laboral que vivimos en España en los últimos lustros. Aquí prima y se premia la indecencia en lugar de la excelencia, y así nos va...Y esto es algo particularmente doloroso y nocivo para la gente joven que, salvo afortunadas excepciones, se ve abocada a la desesperación de no encontrar trabajo o a la desilusionante ignominia de trabajar en unas condiciones injustas, abusivas y, en no pocos casos, con/para personas que son modelos a evitar, ya sea como trabajadores o como meros seres humanos. Aquí, a la entrada de todos los lugares de trabajo, deberían colocar una estela con la dantesca "Abandona toda esperanza, tú que aquí entras" o el siniestro forjado del campo de Auschwitz: "El trabajo os hará libres".
Por todo ello, no puedo dejar de celebrar que haya alguien fuera de España que valore debidamente a los excelentes profesionales que se maltrata aquí dentro. Estoy hablando de Alemania y de la intención de la rubicunda valkiria Merkel de ofrecer un trabajo y salario digno a los trabajadores cualificados caídos en España. ¡Bienvenido sea ese Valhalla!
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