Hace unos días tuve la oportunidad de asistir a una conferencia del filósofo Pekka Himanen, gurú de la llamada "ética del hacker", que radica en una redefinición de ese término, por lo general utilizado en sentido peyorativo, y una extrapolación del mismo, descontextualizándolo del ámbito tecnológico. La cabal charla estuvo a medio camino entre la obviedad y el idealismo, pero con los tiempos que corren, una y otro son dos rasgos elogiables. Dicho lo cual, al término de la ponencia, mi cabeza se llenó de una serie de dudas y reflexiones que intentaré transcribir aquí.
Dado que el objetivo del artículo no es resumir qué dijo Himanen sino reflexionar sobre ello, no me detendré mucho con la síntesis. Para el filósofo nórdico, un "hacker" viene a ser cualquier persona que explota inofensivamente su creatividad transformándola en algo tangible y poniéndolo desinteresadamente a disposición de los demás o, dicho de otra forma, un filantrópico trabajador de sus propios sueños. Himanen sostiene que es necesario instaurar una "cultura de la creatividad" para habilitar el crecimiento y exposición del potencial creativo, del talento de cada individuo, ya que, en su opinión, "siempre hay más potencial en nosotros del que expresamos". Se podría decir que, para el ponente, el futuro, el progreso pasa por innovar, sea cual sea el ámbito del que hablemos, y la innovación no existe si previamente no hay un entorno favorable a la creatividad, que permita exponerla y compartirla (como forma de enriquecerla) sin limitación alguna. Hasta ahí, la sinopsis de la conferencia.
Ahora, mis dudas:¿Favorece o premia esta sociedad la creatividad o, por contra, la anestesia cuando no la castra? ¿Es el modelo educativo actual el idóneo para incrementar el desarrollo de la creatividad y el talento del alumno o el óptimo para tornarlo en un sujeto apto para la alienación y la maleabilidad venideras? ¿Qué tratamiento tiene el ingenio de una persona en el mundo laboral: el apoyo decidido a su desarrollo creativo y la utilización de su talento personal como inversión rentable en términos económicos y humanos o el ninguneo de sus habilidades y aptitudes para transformar intensiva e implacablemente su creatividad en mera y aséptica eficacia? ¿Ha pervertido el esnobismo y la mediocridad la percepción y la valoración del ingenio creativo en el ámbito cultural? ¿Ha intoxicado la televisión el reconocimiento social del talento? ¿Es la gente con creatividad la esperanza y la piedra angular del progreso social o son meros proscritos en extinción por atreverse a pensar más allá de lo estipulado? ¿Qué es más fácil hoy en día: cavilar cómo dar forma a ideas y sueños o acoplarse sumisamente a la maquinaria imperante?
Dejo a voluntad del lector reflexionar y responder a estos interrogantes, pero no me gustaría acabar el artículo sin dar mi opinión al respecto: Es paradójico y ciertamente contradictorio que, en una época dominada por los avances tecnológicos, el talento esté tan depauperado en tratamiento y reconocimiento, toda vez que hoy en día lo que se quiere de las personas es que hagan las cosas sin pensar (sinónimo de "rechistar" o "protestar" para ciertos déspotas y cretinos), so pena de irse al paro, no progresar laboralmente, ser vistas como lunáticos o tratadas como apestados, frikis o extravagancias marginales.
Malos tiempos para el ingenio. Peores para ser nosotros mismos...
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