No hay que desconfiar de la capacidad del ser humano para superarse a sí mismo. Ni siquiera en lo negativo. Por ejemplo: todo el mundo pensaba que no podía haber nada peor que la gestión que el Gobierno nacional y pepero hizo de la rebelión separatista catalana...hasta que sucedió la bochornosa, tibia y meliflua aplicación del artículo 155 de la Constitución Española para tratar de sofocarla. Pues bien, ahora se ha descubierto que hay algo aún más chapucero que "lo de Cataluña": el máster de Cristina Cifuentes en la Universidad Rey Juan Carlos.
Honrando la verdad, hay que recordar que los tratos de favor, los tejemanejes y los chanchullos están presentes en todos los sectores de la sociedad, incluso obviamente en el ámbito académico. De hecho, podría decir el nombre de cierta universidad en el que una conocida actriz española obtuvo su licenciatura en Periodismo sin apenas pisar el campus, a base de hacer exámenes orales en su casa (sic), hasta la cual se desplazaba el profesor o catedrático de turno. Pero esto no es excusa ni consuelo. Es simplemente algo de lo que avergonzarse mientras dure y se siga consintiendo.
Yendo al "caso Cifuentes", la chapuza es de tal magnitud que en torno a ella orbitan varios posibles delitos: falsedad en documento público (Código Penal, artículos 390-393), prevaricación (artículo 404) e incluso, poniéndonos muy estupendos, intrusismo (artículo 403). Además, la chapuza conculca directamente el pacto PP-Ciudadanos que permitió a Cifuentes ser la Presidenta de la Comunidad de Madrid (punto 3). Es decir, que este asunto no son unos "hilillos de plastilina", que diría el sonrojante necio instalado actualmente en La Moncloa. La Presidencia de la Comunidad de Madrid está merecidamente contra las cuerdas y al borde del KO. En este sentido, conviene apuntar lo siguiente: Cifuentes no fue votada ni electa como presidenta en función de su CV sino de su presunta ejemplaridad y consiguiente valía para el cargo. Por eso mismo, despúes de su escandaloso show de mentiras, sandeces y medias verdades aderezadas con una cara más dura que el adamantium, Cifuentes ha perdido cualquier ejemplaridad y, por tanto, valía para el cargo que ocupa. Del mismo modo que Bill Clinton cavó su tumba política por culpa de su vergonzosa reacción ante la felación de una becaria, Cristina Cifuentes ha cavado su tumba por culpa de su bochornosa reacción ante las dudas de cómo obtuvo presuntamente el título del Máster expedido por la Universidad Rey Juan Carlos. No es tanto una cuestión curricular como de ética y honestidad. No es el "qué" sino el "cómo". Un "cómo" que ha sido un ejercicio deprimente de cinismo ético, escapismo retórico y contorsionismo argumental que hace inverosímil cualquier alternativa a la tomadura de pelo.
En este embrollo, hay dos actores protagonistas y cuyo porvenir pinta tan prometedor como el de Messala después de que lo arrollara la cuádriga. Por un lado, tenemos a la Universidad Rey Juan Carlos, cuya falta de rigor, decoro, escrúpulos, astucia y habilidad ha dado lugar no ya a un inmerecido y presunto título de Máster sino a una panoplia de documentos sospechosos y explicaciones inverosímiles que están haciendo quedar a la entidad universitaria como Cagancho en Almagro. La URJC se ha esforzado menos en fabricar la documentación para proteger a Cristina Cifuentes que ésta en sacarse el Máster, que ya es decir. Por otro, tenemos precisamente a la susodicha Presidenta de Madrid, autoerigida como ejemplo de pulcritud y azote de la corrupción y con cuya jeta se podría construir el fuselaje de transbordadores espaciales; lo peor no es que sea una caradura sino que ha actuado como una persona profundamente arrogante, hipócrita, insensata, acrítica, cobarde y soberbia que cada vez que ha abierto la boca estas semanas ha sido para ofender a la verdad, agraviar a la gente honrada que se gana los títulos con el sudor de su frente e insultar la inteligencia de toda la población. Ha sido tan bochornoso que, por coherencia, sus recientes manifestaciones públicas deberían haber comenzado con un "nada por aquí, nada por allá...", aunque no hubiera conejo que sacar de la chistera.
Para mí, lo más llamativo y vergonzoso no es la "documentación" que Cifuentes y la URJC han mostrado (digna de Pepe Gotera y Otilio) ni la presunta existencia del TFM de la Presidenta (que me imagino que será analizada en Cuarto Milenio) sino en dar por legítimo, común y honrado un evidente y desmesurado trato de favor nivel "Somos tus fieles mamporreros" de la citada universidad hacia la que iba de Juana de Arco de la decencia política y está en la misma hoguera que el resto de miserables. En ese sentido, la URJC está en una situación en la que, pase lo que pase, ha perdido: o se demuestra que privilegió descaradamente a Cifuentes o se demuestra que es la quintaesencia de la negligencia o, quizás, ambas cosas, si tenemos en cuenta la sorprendente vendetta interna que ha originado este escandalazo.
Para mí, lo más llamativo y vergonzoso no es la "documentación" que Cifuentes y la URJC han mostrado (digna de Pepe Gotera y Otilio) ni la presunta existencia del TFM de la Presidenta (que me imagino que será analizada en Cuarto Milenio) sino en dar por legítimo, común y honrado un evidente y desmesurado trato de favor nivel "Somos tus fieles mamporreros" de la citada universidad hacia la que iba de Juana de Arco de la decencia política y está en la misma hoguera que el resto de miserables. En ese sentido, la URJC está en una situación en la que, pase lo que pase, ha perdido: o se demuestra que privilegió descaradamente a Cifuentes o se demuestra que es la quintaesencia de la negligencia o, quizás, ambas cosas, si tenemos en cuenta la sorprendente vendetta interna que ha originado este escandalazo.
Volviendo a la todavía Presidenta, una persona sensata, decente, prudente y honrada se habría defendido esgrimiendo inmediatamente documentos oficiales y mostrando su trabajo de fin de Máster. Cifuentes no. Ella ha preferido parapetarse detrás de falsedades, amenazas en forma de querella, excusas, bravatas y, en última instancia, pasar el marrón a la misma Universidad que, en el mejor de los supuestos, le regaló cutremente el título del Máster por la cara. Ni valiente ni inteligente sino todo lo contrario. Cifuentes, tú sí que vales.
Así las cosas, es de esperar y desear que esta mujer desaparezca cuanto antes de la faz de la tierra, políticamente hablando. Se lo ha ganado a pulso. Y si con ella se larga su séquito de pijos chulescos y señoritingos clasistas, mejor. Y si de paso hace lo propio toda esa chusma que infecta bajo diferentes siglas parlamentos e instituciones nacionales, regionales y locales, mejor que mejor. Y si simultáneamente salen por la puerta todos esos rectores, catedráticos y profesores que han convertido ciertas universidades en el co*o de la Bernarda, pues ya fetén.
De todos modos, presumir de algo que no se tiene, anabolizar méritos y cebar con rimbombancia la trayectoria académica o profesional es algo muy común. Raro es el currículum, por ejemplo, en el que no se cuele alguna hipérbole o mentirijilla. En este sentido, conviene recordar que en cuestiones de picaresca España es una potencia mundial desde hace siglos. Por este motivo, todos deberían aprender del escarmiento a esta Gran Maestre de la Chapuza que es Cristina Cifuentes y, como mínimo, revisar su CV. Aunque sólo sea por dormir con la conciencia tranquila.
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