En esta era de la multipantalla, una imagen no es ya que valga más que mil palabras sino que va acompañada de más de mil palabras (ya sean tuits, posts o "guasaps"). Ayer vimos dos buenos ejemplos de ello. Uno, el golazo al estilo Óliver y Benji de Cristiano Ronaldo a la Juventus en Turín, confirmándolo como el mejor goleador de todos los tiempos y el homosexual más importante de la historia del deporte. Sin embargo, el artículo de hoy viene a cuenta del otro ejemplo: la tensión entre la Reina pretérita y la Reina presente a la salida de la catedral de Palma.
Antes de mi reflexión sobre este tema, un aviso para navegantes: en mi opinión, sobre el papel, la república es la menos mala de las formas políticas de un Estado y por tanto, en el campo teórico, la más deseable de todas ellas. No hablo por hablar: he estudiado mucho sobre el tema, al menos lo suficiente como para no hablar a la ligera. Quizá precisamente por eso creo que este país no está preparado para una república, por las carencias morales, éticas e intelectuales de nuestros parlamentarios y por la visceral inmadurez política de buena parte del electorado. Máxime si tenemos en cuenta que la última experiencia republicana que conoció España, la II República, fue matada por las "izquierdas" y rematada por las "derechas". Así que la actual y constitucional forma política del Estado, la monarquía parlamentaria, me parece un apaño funcional en tanto que evita males mayores y es bastante inocua gracias a su intrascendencia en la vida política. Aclarada mi postura ante la monarquía, sigo.
Creo que en España hay demasiada gente, monárquica o no, que exige a la Corona un comportamiento alejado del común de los mortales. Esperan y demandan irrealidad a la realeza. Y así les va. Que cuando los Reyes o la Familia Real evidencian que son tan humanos como tú y como yo, la hipocresía se desencadena y corretea despendolada entre chascarrillos, cotilleos y "oy-oy-oy-oy-oy". Conviene aclarar que los Reyes y su parentela son seres humanos, no son ángeles ni elfos ni autómatas ni replicantes ni siluetas de cartón-piedra. Tienen sentimientos, tienen filias, tienen fobias, tienen intereses, tienen afinidades, tienen desencuentros, tienen virtudes, tienen defectos, tienen personalidad, tienen convicciones, tienen complejos, tienen su lado brillante, tienen su reverso tenebroso, tienen su mierda bajo la alfombra: como absolutamente cualquier persona. La Casa Real no es Cortylandia: es simplemente real. Por tanto, la única ejemplaridad que cabe y se les debe exigir a los Reyes y aledaños es que cumplan con lo regulado en el Título II de la Constitución de 1978. Más allá de eso, entramos en el terreno del "estupendismo" y el "postureo". ¿En qué biografía no hay trapos sucios? ¿En qué familia no hay rencillas ni aristas? ¿En qué reunión familiar no hay riesgo de fisión del núcleo por una reyerta verbal entre suegra y nuera/yerno o entre cuñados? Por favor, no hay que ser hipócritas ni ingenuos. A mí, mientras Felipe VI y cercanías sean ejemplares institucionalmente (y creo honestamente que lo son hasta el momento), me da igual si familiar o íntimamente tienen un sarao a medio camino entre Gran Hermano y Los juegos del hambre. En definitiva: no hay que ver sinónimos de "regio" en "irreal", "impostado", "artificioso", "antinatural", "pretencioso" o "acartonado".
Yendo al suceso en concreto en sí, las tiranteces con una suegra ocurren tan a menudo que no son noticia pero sí objeto de chascarrillos, chistes y guasas. ¿Por qué? Porque forma parte de la natural imperfección de las relaciones humanas: nadie se lleva bien con todo el mundo y nadie puede caer bien a todo el mundo. A mí si la Reina emérita y la oficial se llevan bien, mal o regular, me parece carente de cualquier interés y menos aún noticiable, pero como en esta época hiperconectada hasta la más estúpida de las chorradas se puede viralizar y los medios de comunicación han cometido el error de atender cualquier cosa "viral" (otro día debería hablar del vaciamiento y banalización del periodismo) pues no me extraña nada la polvareda que se ha montado a cuenta de la guerra fría entre la consorte del siglo XX y la del XXI. Lo de Palma sólo puede interesar o afectar a chismosos o hipócritas o a gente con una vida tan miserablemente insustancial que se dedica a analizar cualquier memez como si fuera una tesis doctoral. Pero en este país, si todos los cotillas, hipócritas y gilipuertas se juntaran en el Este, la península se hundiría en el Mediterráneo. Por eso se ha montado todo este sarao. Además, todo este sarpullido online y offline a raíz del regio rifirrafe tiene bastante de incongruente: por un lado se exige naturalidad y espontaneidad a la Casa Real y por otro se reclama un hieratismo rayano en la alexitimia. ¿En qué quedamos? ¿Peras o manzanas? El único error que se les puede reprochar a las protagonistas del vídeo viral es haber dado públicamente carnaza a tanto soplapollas y ser carne de memes. Más allá de eso, la escena no es peor ni distinta a otras que hemos conocido o vivido en nuestra anónima cotidianidad.
Antes de terminar, quiero hablar de esos ayatolás de la ejemplaridad que expiden carnets de decoro, etc. Me refiero a quienes atizan a la Reina Letizia ensalzando a la Reina Sofía. Vamos a ver, peñafieles: ¿alguno quiere decirme qué ejemplo constituye una persona que ha soportado unos cuernos como si fueran parte de la corona? ¿qué ejemplaridad tiene quien ha apoyado reiteradamente antes, durante y después del juicio a los Bonnie and Clyde que Felipe VI tiene por cuñados? Eso, figuras, no es ejemplo de nada (al menos, de nada bueno). Por otro lado, hay quien reprocha la falta de mesura en las formas de la Reina actual respecto a su suegra. Supongo que se refieren a la misma mesura que ha faltado a la hora de hostiar a Su Majestad desde el minuto uno echándole como barro a la cara su condición de plebeya, sus leyendas urbanas de su época anónima, sus retoques estéticos comparándola con Caitlyn Jenner, su personalidad, su carácter incompatible con la condición de florero...Para algunos, la mujer de Felipe VI lo hace mal tanto cuando se comporta como una hieratísima consorte como cuando se sale del guión y actúa con la naturalidad e imperfección de cualquier persona, esposa, madre, hija, nuera, cuñada o amiga. Primicia: la Reina es imperfecta. En todo caso, para ensalzar a una persona no hace falta enmerdar a otra, más que nada porque se entra en el resbaladizo terreno de pajas en ojos ajenos y vigas en los propios. Todos estos bocazas oportunistas que ahora anabolizan esta estúpida refriega no verbal entre las Reinas olvidan algo fundamental: ambas ya tienen quienes les lean la cartilla como y cuando deben. Dicho de otra manera: zapatero, a tus zapatos. ¿Soy fan de la Reina Letizia? No. Soy fan del sentido común. Allá Su Majestad y sus errores y sus aciertos. Yo con preocuparme de lo mío tengo suficiente. Ojalá todo el mundo pensara así porque sería una sociedad mucho menos tóxica y deprimente.
En fin. Que todos los problemas de España fueran que dos personas no se llevan bien. Está claro que, entre unas cosas y otras, el reinado de Felipe VI está siendo tan plácido para él como si se hubiera sentado en el Trono de Hierro.
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