Absurdo, chapucero, demencial, desesperante, despreciable, disparatado, dramático, fallido, hilarante, humillante, imperdonable, indefendible, indignante, inquietante, insoportable, patético, terrible, tremendo, ridículo, vergonzoso...el despropósito a cuenta de la gestión española del ébola se puede calificar objetiva y fríamente de muchas maneras.
Lo prioritario ahora es que la enfermera contagiada se cure y que se contenga tanto cualquier posible nuevo contagio como la lógica y obvia alarma social. Conseguido eso (tarea complicada), deben o, mejor dicho, deberían (this is Spain, my friend) venir los ceses, las dimisiones y las peticiones de perdón urbi et orbe, porque sólo así se conseguiría devolver cierta dignidad a algo que no tiene defensa ni excusa posible. Lo que único que no toca ahora (ni antes tampoco) es cuestionar si se debía o no ayudar a las personas contagiadas. Se puede (y se debe) cuestionar el "cómo" y el "dónde" pero no si había motivo o no para el auxilio.
Lo prioritario ahora es que la enfermera contagiada se cure y que se contenga tanto cualquier posible nuevo contagio como la lógica y obvia alarma social. Conseguido eso (tarea complicada), deben o, mejor dicho, deberían (this is Spain, my friend) venir los ceses, las dimisiones y las peticiones de perdón urbi et orbe, porque sólo así se conseguiría devolver cierta dignidad a algo que no tiene defensa ni excusa posible. Lo que único que no toca ahora (ni antes tampoco) es cuestionar si se debía o no ayudar a las personas contagiadas. Se puede (y se debe) cuestionar el "cómo" y el "dónde" pero no si había motivo o no para el auxilio.
Más allá de la evidencia de que en "Las aventuras del ébola en España" los protocolos seguidos han sido a la seguridad lo que Cañita Brava a la música clásica, lo que ha quedado claro con esta lamentable noticia es que el Partido Popular gestiona entre mal y peor las crisis graves, como ya ocurrió con el Prestige en 2002 o como aún ocurre con la crisis económica. No es demagogia, es hemeroteca. Como tampoco es demagogia reconocer que el Gobierno español ha hecho un gran favor a la OMS al demostrar al planeta entero que el asunto del ébola se puede gestionar aún peor que dicha organización, y mira que era difícil dada su falta de diligencia y consideración desde que este último brote se iniciara en diciembre de 2013. Un favor que, las cosas como son, ha tenido como gran protagonista a Lady Gürtel, la ¿ministra? de ¿Sanidad? Ana Mato, que culminó ayer su imparable ascenso a las más altas cimas de la miseria política, intelectual y humana perpetrando una de las ruedas de prensa más esperpénticas, cobardes y gilipollescas de la historia de las ruedas de prensa, hasta tal punto que debería ser considerada un homenaje (involuntario) al humor de los hermanos Marx. Nota: el 25 de septiembre Mato comunicó a los consejeros autonómicos en materia de sanidad que el riesgo por ébola en España era muy bajo. Lo dicho, ni los Monty Python. Que una tipa así no sólo haya llegado a ese cargo sino que se mantenga (o la mantengan) en él es algo que debería explicar Íker Jiménez.
Antes de la llegada de Mariano Rajoy y su séquito de mierdócratas al poder, los españoles sabíamos (ahí está la Historia para enseñarlo/recordarlo) que nuestros mandatarios políticos están sobradamente capacitados para avergonzarnos o para hundirnos económicamente o para arriesgar nuestras vidas, pero nunca para esas tres cosas a la vez...eso sólo está al alcance de los elegidos (y no para la gloria precisamente). En ese sentido, es indudable que el impresentable Rajoy (que conviene recordar saltó a la fama por "unos hilillos de plastilina"...) y su retrete de ministros se han especializado tanto en crear problemas de la nada como en agravar los ya existentes por culpa de una devastadora combinación de mediocridad, incompetencia, cobardía y prepotencia. El karma de España debe ser muy jodido para haber sufrido como últimos presidentes a Zapatero y Rajoy.
En definitiva: gracias al infame Rajoy y su corte de mediocres e ineptos hoy todo el mundo ya tiene claro que hay algo aún más peligroso que el ébola: la estupidez.
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