Mientras escribo esto, aún resuena en mi cabeza una larga e intensa ovación, una lluvia de aplausos con toda la contundencia y furia de un aguacero procedente de un público puesto en pie durante varios minutos. Así se despedía "Lluvia constante" de los Teatros del Canal después de más de dos semanas dejando sin butacas libres a su Sala Verde y sin palabras a los espectadores.
Este drama del productor y guionista Keith Huff, estrenado en 2007 y triunfante en Broadway, desembarcó en España el pasado 9 de octubre de la mano del cineasta David Serrano y con los actores Roberto Álamo y Sergio Peris-Mencheta en los papeles protagonistas. La obra, inspirada por un terrible hecho real, convierte al público en testigo de los trágicos sucesos que cambiaron para siempre las vidas de dos polícias, el visceral y violento Dani (Álamo) y el taciturno y alcohólico Rodo (Peris-Mencheta), dos amigos salpicados por toda la mierda y la crueldad de un mundo imperfecto, dos personas que intentan sobrevivir en una vida convertida en callejones sin luz.
Así, "Lluvia constante", pese a su trama y ritmo de thriller
policíaco, se descubre ante el espectador como un drama profunda y amargamente humano, un duro y conmovedor descenso a los infiernos del alma donde se desdibuja la frontera entre el bien y el mal, entre lo lógico y lo contradictorio, entre la redención y la destrucción, entre la lealtad y la traición, entre lo justo y lo necesario, entre la risa y el llanto, entre la felicidad y el dolor, entre la vida y la muerte.
policíaco, se descubre ante el espectador como un drama profunda y amargamente humano, un duro y conmovedor descenso a los infiernos del alma donde se desdibuja la frontera entre el bien y el mal, entre lo lógico y lo contradictorio, entre la redención y la destrucción, entre la lealtad y la traición, entre lo justo y lo necesario, entre la risa y el llanto, entre la felicidad y el dolor, entre la vida y la muerte.
Por si eso no fuera suficiente, este montaje cuenta con dos interpretaciones de las que dejan huella y buena advertencia de ello es que la escenografía es minimalista. Tanto Roberto Álamo como Sergio Peris-Mencheta componen sus personajes con una solidez, intensidad y honradez monumentales, dejándose el cuerpo
y el alma para llenar de vida y matices a Dani y Rodo. Ya desde el comienzo de la obra, cuando ambos avanzan hacia el proscenio para romper la cuarta pared, uno siente la presencia, el magnetismo y la química que los dos actores exhiben de principio a fin en "Lluvia constante". Su actuación es simplemente memorable, de las que te quitan las palabras y el aliento mientras te hacen sentir desnudo y cómplice al mismo tiempo. Dos encarnaciones apabullantes que consiguen algo a priori muy complicado como es que el espectador empatice con alguien tan conflictivo como Dani y tan oportunista como Rodo. En resumen: Álamo y Peris-Mencheta regalan a las butacas un tour de force del que se hablará mucho tiempo y merecidamente.
y el alma para llenar de vida y matices a Dani y Rodo. Ya desde el comienzo de la obra, cuando ambos avanzan hacia el proscenio para romper la cuarta pared, uno siente la presencia, el magnetismo y la química que los dos actores exhiben de principio a fin en "Lluvia constante". Su actuación es simplemente memorable, de las que te quitan las palabras y el aliento mientras te hacen sentir desnudo y cómplice al mismo tiempo. Dos encarnaciones apabullantes que consiguen algo a priori muy complicado como es que el espectador empatice con alguien tan conflictivo como Dani y tan oportunista como Rodo. En resumen: Álamo y Peris-Mencheta regalan a las butacas un tour de force del que se hablará mucho tiempo y merecidamente.
Y, coronando todo ello, la moraleja que desde la boca de Rodo se queda clavada en la mente del público: cuánto hay que perder para ganar. Una reflexión amarga, honesta y cierta y que conviene no olvidar porque, al fin y al cabo, nos guste o no, lo aceptemos o no, el mundo de Dani y Rodo es el nuestro.
Por todo esto, es lógico que, al apagarse las luces, cuando Dani y Rodo ya no están y vuelven a aparecer Roberto y Sergio, el tenso silencio se quiebre arrasado por una tormenta de aplausos de un público que puesto en pie durante varios minutos no tiene palabras pero sí sobrados motivos para estar muy agradecido por lo que acaba de ver, sentir y pensar.
Decía hace no mucho Sergio Peris-Mencheta en una entrevista que el teatro necesita la verdad del cine. Prueba superada.
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