Este fin de semana se ha estrenado en España El amanecer del planeta de los simios, secuela del reboot (ojo al mix de conceptos) de una de las sagas más icónicas de la ciencia-ficción cinematográfica. Situada diez años después de los hechos de la película de 2011, la trama se centra en mostrar cómo se esfuma el sueño de una convivencia pacífica entre los simios evolucionados y los humanos diezmados al tiempo que se precipita un conflicto bélico total del que este film es sólo el principio.
Tras verla sólo puedo decir que esta película, dejando al margen algunas deficiencias en el guión (la eliminación de algunas transiciones que serían necesarias para reforzar la "verosimilitud" de algunos hechos y el uso de licencias que bordean o incurren en el "error primatológico"), es un ejemplo de que la vocación de taquillazo (o blockbuster) no está en absoluto reñida con la hondura dramática. Y es que, más allá de las espectaculares escenas de acción, de la magistral recreación digital de las distintas especies de simios y del fenomenal trabajo de Andy Serkis (¿para cuándo el merecido Óscar?), El amanecer del planeta de los simios ahonda bastante bien (en forma y fondo) en aspectos más propios de una película dramática: el funcionamiento de las comunidades (esto es, los engranajes sociales), los vínculos familiares, la relación padre-hijo, la actitud ante el cambio, el problema de la confianza, la valentía ante el dilema, la dialéctica entre contrarios como motor del desarrollo (personal y social), los problemas de comunicación-entendimiento, la actitud ante el error (propio), el significado del liderazgo, la ética en un contexto de conflicto, la madurez como aprendizaje a partir del fracaso...son varios los asuntos de interés dramático que aborda esta película bajo el ruido y la furia consustanciales a una película de este porte tan espectacular y comercial.
Así, conforme avanza la película, el espectador acaba por llegar
a la misma conclusión a la que llegan por separado el simio César (Andy Serkis) y el humano Malcolm (Jason Clarke), los dos grandes protagonistas de El amanecer del planeta de los simios: simios y hombres se parecen bastante, quizás hasta el punto de que se podría afirmar que, al menos en esta película, la diferencia entre unos y otros es meramente genética. Simios y hombres: primates en lo bueno y primates en lo malo.
En resumen: quien crea que este film se reduce a unos cuantos monos haciendo el ídem está en un error. No sólo porque, como
secuela mejora en todo a su predecesora (incumpliendo así aquella norma de "segundas partes nunca fueron buenas") sino también porque es una película bastante notable en cuanto a calidad técnica y capacidad para entretener y sorpresivamente interesante por su habilidad para conmover y hacer pensar. En este sentido, la gran moraleja de El amanecer del planeta de los simios es que, por encima de ideales, banderas, recursos, patrimonio intereses, gloria o venganza, la razón última por la que luchamos tanto en la vida como en el campo de batalla son "los nuestros" o como diría César: Hogar. Familia. Futuro. Así que, si se trata de elegir bandos, yo escojo luchar junto a quienes están dispuestos a darlo todo por sus seres queridos, por quienes les hacen sentir vivos, por quienes dan un sentido a sus vidas, por quienes confían en ellos, por quienes les hacen felices: Yo sigo a César.
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