sábado, 21 de enero de 2012

"Drácula": Terrible obra de terror

Anoche fui al teatro Marquina a ver la adaptación teatral de una de las grandes obras universales del terror: Drácula. Al finalizar la función, seguí esperando ver algo de teatro, algo de terror o algo grande. No obstante, he de reconocer que gracias a lo visto anoche ya puedo poner un perfecto ejemplo de que "terrible" y "de terror" no siempre es lo mismo.

Como ya he dicho en más de una ocasión, tener demasiadas expectativas sobre algo es, por lo general, bastante desaconsejable, porque si no te llevas decepciones monumentales.En este caso, mis expectativas eran varias: Me encantan tanto el género de terror como el de misterio; me entusiasma el teatro; me fascina Drácula (tanto la historia ficticia como el personaje histórico); me maravilla el talento de Emilio Gutiérrez Caba y me gustó muchísimo la sensacional obra anterior de los responsables de este Drácula: La mujer de negro. Después de lo de anoche, creo que la expectativa es el camino más corto a la decepción. 


Como en la citada y muy aconsejable La mujer de negro, en Drácula tenemos a Eduardo Bazo en la dirección, Jorge de Juan en la producción y Gutiérrez Caba como gran baluarte interpretativo. Un equipo que está perfectamente capacitado para solventar el handicap de llevar a escena una historia archiconocida desde que Bram Stoker la escribió allá por 1897 (en 1924, se estrenó la  primera adaptación teatral, obra de Hamilton Deane y John L. Balderston; en 1931, se estrenó su primera adaptación fílmica, con el antológico Bela Lugosi como vampiro; y en 1992 se estrenó en cines la que quizás es la versión más conocida en la actualidad: la que hizo Francis Ford Coppola). Quizás por ello, como reclamo, utilizan esta frase: "Una historia de terror como nunca ha sido contada". Efectivamente. De eso, ya no me cabe ninguna duda. 


Reseñar la función que presencié anoche durante dos horas es hacer la esquela de una ilusión o la crónica de un naufragio: El texto está lastrado por varios fallos, lagunas y remiendos flagrantes; el escenario (¿alguien limpia los cristales?) y los efectos especiales (exceptuando una breve levitación y una sensacional desaparición) son más propios de una producción amateur o escolar; las interpretaciones resultan forzadas y poco creíbles de principio a fin; no hay ningún momento de tensión, ni miedo ni nada que se la parezca; el interés por lo que ocurre en las tablas se desangra casi desde el comienzo; hay situaciones más propias de una parodia que de una adaptación; y los protagonistas...Gutiérrez Caba compone un Van Helsing que es es lo menos malo de todo y en cuanto a Drácula, Ramón Langa lo recrea en un homenaje involuntario a David Hasselhoff y Espartaco Santoni.


Quizás lo peor y más revelador que se puede decir de una obra que, como han afirmado sus responsables, pretende dar "mucho miedo" es que provoca la risa en más de un ocasión, como, por ejemplo, en la recomendación final de Van Helsing al público. Si quieres causar temor o tensión y al espectador le hace gracia o le deja indiferente...mal vas. Así pues...¿dónde está el terror? En todo cuanto sucede bajo los focos. ¿Dónde está el misterio? En quienes ovacionan con "¡Bravo!" al elenco al finalizar la función de esta obra fallida, anticlimática, decepcionante y con un regusto cutre impropio del equipo que la pone en escena.


En definitiva, parafraseando el reclamo publicitario, este Drácula es una historia de terror como nunca debió haber sido contada.

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