El teatro tiene ese encanto: con maestría y sutileza puede jugar con las emociones del espectador sean cuales sean: risa, llanto...y escalofrío. Ayer por la tarde tuve la suerte y el placer de ver la obra "La mujer de negro", un excelente ejemplo de cómo el teatro puede suscitar inquietud y congoja tanto o más que un buen libro de misterio o película de terror. La trama, adaptada por Stephen Mallatratt a partir de una novela de Susan Hill, es tan sencilla como sugerente: Arthur Kipps es un abogado de mediana edad que alquila un teatro y contrata los servicios de un actor para que le ayude a recrear un misterioso suceso que le ocurrió hace años...y hasta ahí puedo escribir.
La pieza, deudora del llamado "terror gótico", nos evoca el estremecimiento victoriano de maestros como Edgar Allan Poe ("La caída de la casa Usher") , Henry James ("Otra vuelta de tuerca") o Arthur Conan-Doyle ("El sabueso de los Baskerville"). Y esto ya es un enorme aliciente para ir a verla. Pero, por si fuera poco, "La mujer de negro", dirigida por Eduardo Bazo, cuenta con la presencia de Emilio Gutiérrez Caba, que, haciendo honor a sus apellidos, va camino de convertirse en el Laurence Olivier español, si no lo es ya. Verle en escena no sólo es una delicia, sino un verdadero honor. En esta ocasión, por enésima vez, vuelve a bordar su papel o, mejor dicho, sus papeles y quien vea la obra me entenderá perfectamente. Si a eso añadimos que comparte escenario con un actor, Jorge de Juan, que brilla con luz propia a la sombra de este coloso, pues ver "La mujer de negro" se convierte casi en una necesidad. Mas, si estos argumentos no son suficientes para ir a verla, déjenme destacar el espectacular y eficaz uso de los efectos de luz y sonido del que hace gala "La mujer de negro" transportándote a lugares y ambientes de lo más variopinto y preparando magistralmente el cuerpo para la llegada del escalofrío. Por último, para los indecisos vocacionales y apáticos de ocasión, sólo puedo añadir que si alguien siente un mínimo cariño por el arte dramático debería ver esta obra por el magnífico y "entrañable" juego de "teatro dentro del teatro" sobre el que gira buena parte de la trama.
Tal y como está el patio real y ficticio, asistir a representaciones como ésta debería estar prescrito médicamente. "La mujer de negro" es una obra que, huyendo de lo pretencioso, bordea la excelencia. Una sensacional oportunidad de pasar "un buen mal rato" en un teatro y disfrutar de todo lo que el arte dramático puede ofrecer hoy en día. ¿Se puede pedir más?
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