- Mis motivos para hacer la Javierada: Sencillamente, por vivir esa experiencia y poner a prueba mi físico, con la ilusión de hacerlo ligeramente más apolíneo. ¿Motivos espirituales? También, pero bueno, pesaban más los otros, nunca mejor dicho.
- Caminando hacia Javier, tirando de Javier: En este punto, quiero honrar a la persona que hizo conmigo todo el camino que dista entre Pamplona y Javier (54 km) desde las 05:30 de la mañana hasta las 15:55. Me refiero a un gran atleta y mejor estudiante que es mi mejor amigo: mi hermano Íñigo. Imperturbable a la hora de animarme, implacable en sus directrices de preparador personal ("Cómete esas barritas", "Bebe Aquarius", "Mantén el ritmo"...), leal compañero de mis fatigas (que no de las suyas), mi hermano fue mi espuela constante en la ardua e interminable marcha hacia Javier. Por ello, me postulo desde ahora mismo como un defensor de su santificación, por obrar el milagro de que la mole propietaria de este blog no sólo llegara a Javier sino que caminara a una media de 5,4 km hora (descontando los minutos de receso para comer o beber). ¡Eres un crack, hermano! Igualmente, quiero acordarme aquí de un trío de sufridores y buenas personas que compartieron con nosotros esta titánica aventura de principio a fin. Uxía, Dani, Pablo: ¡Sois unos campeones!
- El tormento y el éxtasis. Recuerdos y sensaciones: El misticismo debía ser algo parecido a lo que se siente al hacer la Javierada...La extraña sensación de salir de noche y volver de noche a Pamplona, la odiosa y desmoralizante contemplación de la Higa de Monreal durante horas, la miscelánea social de peregrinos (de todas las edades, sexo y condición, incluidos frikis...), la impresionante ayuda del vendaval que nos visitaba cada poco en el camino; la preciosa visión de los Pirineos nevados desde el Alto de Loiti, el maremágnum que se forma en la Venta de Judas para tomar un respiro y disfrutar de un breve avituallamiento, la demoledora visión de la pronunciada cuesta en curva hacia Yesa, la incursión en la ira contenida que provoca hacer el último tramo del camino con un doloroso esguince, una docena de ampollas y bastantes músculos sobrecargados;el discutible atajo rompepiernas del trecho final al Castillo de Javier, las inexplicables ganas de llorar que tienes al tumbarte por fin a los pies del castillo, el asombro y la admiración que te causa ver a tu hermano sin un ápice de fatiga o sufrimiento, la sorpresa que te invade cuando eres consciente de que una mole urbanita poco dada al deporte ha llegado al final del camino por su propio pie...
- El final. He de reconocer que debido al intenso dolor que me proporcionaban el esguince y las sobrecargas musculares, mi ánimo estaba más cerca de la posesión diabólica que de la devoción cristiana...Sería por el agobio de la miríada de personas congregadas en el Castillo de Javier, por tener que soportar a decenas de "flandersianos" (sí, sí, de esos que te avergüenzan de ser cristiano, católico y practicante), escuchar unas irritantes canciones para ¿amenizar? los instantes previos a la misa (a mí me entraron ganas de convertir aquel miniconcierto católico en una actuación heavy, estrellando la guitarrita en la testa de varias personas) o por la imposibilidad de teletransportarte a tu casa. No lo sé. El caso es que es mejor no mentar lo que pensé y sentí en la hora posterior a mi llegada a Javier. Lo mejor de todo, además de la aguda y certera homilía del obispo Sebastián, fue el instante de volver a casa porque el ánimo te cambia, a pesar de que la desorganización de la policía foral y el nulo civismo de algunas personas convirtiera la salida del Castillo de Javier en lo más parecido a "La Conquista del Oeste" (caravana, polvo, caos...).
¿Repetiré la Javierada? Es probable, especialmente si la próxima vez tengo más motivos por los que dar gracias, etc, etc. ¿Me arrepiento de haber hecho la Javierada? En absoluto. Es una experiencia digna de ser vivida y sufrida y en lo personal, estoy más que satisfecho de mi rendimiento. ¿Ruegos y peticiones? Más organización para controlar la estampida que cierra la jornada. ¿Dedicatorias? A mi hermano, a mis padres y a los tres gladiadores llamados Uxía, Dani y Pablo. Sin más demora y anhelando un ibuprofeno, me despido. ¡Aupa Javier!
2 comentarios:
Me ha agustado mucho, ahora lo voy a imprimir
Hola por tercera vez so Satien, me gusta lo que escirbes sobre religión,yo participe en la Jornada Mundial de la Juventud y pesar de que pareces no estar muy de acuerdo pero lo respetas te dire que fue una expericiencia única.Yo he ido a la Javierada pero a una que se celebra cerca de Madrid,aunque también he estado en Pamplona.Espero que repitas y nos lo cuentes.Hasta pronto
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