Hoy es el Día de la Mujer Trabajadora o Día Internacional de la Mujer, a secas. Felicidades de corazón a todas las féminas que se ganan el pan con el sudor de su frente y también a aquellas que mantienen un hogar a flote. Ahora bien, pensando con sensatez y sin demagogia alguna ¿ustedes se imaginan las reacciones que provocaría un "Día del Hombre Trabajador" o "Día Internacional del Hombre"? Con esta reflexión, además de apelar al sentido común, quiero introducir tres puntos de debate a propósito de este día:
- Paridad: Estoy totalmente en contra de cualquier imposición y de los "porque sí". Me parece un signo de falta de seso y una ridiculez, sea cual sea el ámbito. Entrando ya en materia, creo que un puesto de trabajo o cargo público debe ser para la persona más apta y capacitada, independientemente de si es hombre o mujer. Así que tan mal me parece las políticas laborales de WC ("Sólo caballeros", "Sólo mujeres") como esto de la paridad. Me parece un cachondeo. Las cosas no se deben hacer ni pensar para rellenar cupos o cumplir porcentajes. El talento no tiene sexo, así que váyanse a hacer gárgaras las paridades, los 50% políticamente correctos, etc. El problema no está en el sexo de las personas sino en l@s botarates que, lejos de tener en cuenta el talento y la aptitud, valoran cromosómicamente a una persona a la hora de concederle un puesto de trabajo público o privado. Ahí sí que se debería centrar toda esta maquinaria "demagoginecológica" y ahorrarse el esfuerzo de meter con calzador a gente por meras y estúpidas razones cromosómicas.
- Paridas: A mí qué quieren que les diga, tan bochornoso me parece alguien machista como una persona feminista. Hablando de esta última clase, me parece paradójico que abogen y clamen por la igualdad de hombres y mujeres y a la hora de la verdad opten por distinguirse, diferenciarse o valorarse incluso por encima del género masculino. Máxime cuando llevan esta diferenciación hasta extremos absurdos como el de querer distinguir lingüísticamente todo lo que aluda a las féminas, proceda o no. Y ahora dirijo el espolón contra el Instituto de la Mujer, una entidad que ha realizado estudios dignos de interés pero que también enarbola magnos disparates. No satisfechas con que ahora, por culpa de la corrección política y no herir sensibilidades absurdas, cada vez que se escriba o lea algo públicamente el discurso parezca más una declinación que otra cosa (Ej: "Los lectores y las lectoras que estén cansados y cansadas de aguantar tonterías y tonteríos, sigan leyendo este artículo, que no artícula") , hace pocos meses se sacaron de la manga una serie de recomendaciones merecedoras de atención y bochorno: Su remedio para luchar contra la tremenda injusticia de que se utilice correctamente la lengua más rica del mundo y sobre la que descansa buena parte de nuestra cultura es atiborrar al DRAE de palabras (que no palabros) tales como "albañila", "bedela" o "periodisto". Tócate las narices y los narizos. Yo creo que unas recomendaciones así no pueden ser tomadas en serio, salvo desde el punto de vista psiquiátrico, en la medida en que son más fruto de una obsesión o distorsión de la percepción de la realidad que del raciocinio y sentido común. Eso, señoras mías, no sólo es empobrecer una lengua riquísima, sino marginar la sensatez. Suficiente castigo sufre hoy ya nuestra lengua como para que vengan con sandeces como esa, queridas. Si quieren hacer algo útil que no parezca un chiste, usen el cerebro y no confundan el culo con las témporas (ni los témporos, claro).
- Sensatez: A riesgo de parecer obvio, he de decir que a las mujeres se las debe valorar, estimar y juzgar exactamente igual que a un hombre, ni más ni menos. Cuando esto sea entendido por toda la sociedad, todo irá mejor. Mientras tanto, machistas y feministas se pueden ir juntos de la mano a hacer puñetas (o puñetos).
Dedicado a mi madre, abuela, bisabuela y amigas: Gracias por ser así, tan luchadoras, tan sensatas. ¡Olé a vosotras!
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