El artículo de hoy va dedicado para ese ejército anónimo y sufriente que sustenta buena parte del funcionamiento empresarial. Y no, no me refiero esta vez a mis compadres mileuristas ni a los subcontratados ni a los trabajadores temporales ni a los becarios. Este artículo es por y para las secretarias, con el mayor de mis respetos y afecto.
Hablo de esas féminas parapetadas detrás de una mesa de oficina "decorada" con más o menos gracia, haciéndola una extensión de su propio look y personalidad. De esas "mujeres vitruvianas" que constituyen la versión laboral encarnada de una navaja suiza y que aguantan con estoicismo variable y paciencia casi infinita el diluvio de órdenes, recados, ruegos y peticiones provenientes de sus superiores. De esas vestales del acervo empresarial que, como las legendarias parcas, siempre conocen qué ha pasado, qué pasa y qué pasará tras los muros de una oficina. De esas amazonas de la mitología empresarial que hacen malabares físicos e intelectuales para cumplir tareas que requieren, figuradamente o no, la astucia de Ulises, la fortaleza de Heracles y el aguante de Atlas. De esas mujeres poliédricas y multifuncionales de sueldo discutible que siempre están "ahí" para remendar desaguisados y apagar incendios oficinescos. De esas voces cordiales que ocultan su agobio, cabreo o cefalea detrás de la mejor de las sonrisas mientras se ganan dignamente el pan.
Es cierto que la imagen que se suele tener de las secretarias es la de una mujer bien colgada al teléfono contando a otra infinitas cuitas personales, bien tomando un interminable café con alguna comadre, pero no menos cierto es que ese cliché está generado en buena parte por sus jefes o jefas, personas que a veces olvidan que la esclavitud está abolida, que las asistentas pertenecen estrictamente al ámbito doméstico o que esa persona que obedece sus órdenes y aguanta sus desplantes posiblemente sepa hacer muchas más cosas y mejor que ell@s. Aunque no se debe generalizar, ni para bien ni para mal, creo que a cualquier persona que trabaje con o cerca de una secretaria, sabrá de qué hablo y si hay sensatez o no en mis palabras.
¿Que las secretarias tienen días malos difíciles de soportar? Claro, como cualquier persona. ¿Pero cuánta gente se ha parado a pensar cuántos días malos evitan a otras personas las secretarias con su trabajo anónimo, constante y gris? Creo que no mucha, al menos no tantas personas como las que prefieren agarrarse al estereotipo de la secretaria como "holgazana que se pasa el día farfullando o murmurando sus problemas o quejas personales" y eso es tan injusto como sonrojante...
Es verdad que mi experiencia laboral no es muy dilatada, pero sí es suficiente como para saber que cualquier persona que ostente el puesto de secretaria se ha ganado mi respeto y admiración profesional, por todo lo que saben hacer en la oficina, por su arte taurino para lidiar a sus superiores y por su anónimo estoicismo.
En resumen, los éxitos de una empresa los escriben los "jefes", pero cuánto tienen que agradecer al buen hacer, sutil y anónimo, de gente como las secretarias. Olé a vosotras, my friends.
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