domingo, 30 de octubre de 2016

Un bufón en la corte de Simeone

Hay árbitros y árbitros. Hay árbitros que se limitan a arbitrar y árbitros que tienen alma de folclórica on fire. Los primeros tutelan partidos de fútbol; los segundos los convierten en un esperpento. Los primeros son olvidados por los aficionados en cuanto pitan el final del partido; los segundos son recordados vehementemente junto a su linaje pretérito y venidero por la hinchada. Anoche, el Vicente Calderón sufrió la actuación de un árbitro de estos últimos. Uno de esos que transforman un partido sin sobresaltos en una montaña rusa mientras al público se le va poniendo semblante de xenomorfo cabreado y al árbitro rictus de marine espacial sin GPS.
Así, el Atleti-Málaga pasó de ser un encuentro entretenido entre un equipo en auge (el colchonero) y otro bien trabajado (el boquerón) a ser un espectáculo tan bochornoso como una gala de José Luis Moreno. Y todo porque un árbitro, Estrada Fernández, decidió sustituir el reglamento oficial por el co*o de la Bernarda como criterio a la hora de desempeñar su función. Especialmente irritante fue su baremo para sacar (o no) tarjetas, alcanzando su cénit al mostrar la segunda amarilla a Savic por resbalarse en plena carrera y derribar sin querer en la caída a un jugador del Málaga. No extraña por tanto que el Calderón en la segunda parte (cuando el soplapitos decidió destaparse como Priscila, Reina del desierto) entrara en estado de incandescencia por lo que estaba pasando sobre el césped, que era un circo con un bufón como jefe de pista con momentos de buen fútbol por parte de ambas escuadras.

Fue tan malo el arbitraje que casi eclipsa el gran partido de Yannick "The man" Carrasco y La Marsellesa (Griezmann y Gameiro) y el oficio que demostró el Atleti para solventar contratiempos propios o arbitrales y así alzarse con una merecida victoria (4-2) que por momentos peligró. Casi.

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