Ha muerto Darío Fo, un bufón magistral que manejó como pocos la
provocación y la sátira. El ingenio siempre viene bien para tocar lo que
no suena y pocos se atreven y Fo de eso iba tan sobrado como de humor cáustico.
Con el fallecimiento de este gran comediante, la literatura europea (Fo fue también novelista) y especialmente el teatro (la fama de Fo viene principalmente de su faceta como dramaturgo y actor) pierde a uno de sus totems (siendo premiado, en este caso sí merecidamente, con el Nobel de Literatura) un tipo incorrecto, libre y honesto cuya mirada nos ayudó a pensar y cuyos pensamientos nos ayudaron a mirar. Y todo ello sin renunciar nunca al arte más difícil: el de hacer reír. Y es que Fo, maestro de lo bufo, fue quizás uno de los mejores arlequines que tuvo y tendrá la cultura europea.
Y es que el país en forma de bota siempre ha alumbrado grandes maestros a la hora de dar puntapiés a las conciencias desde la sátira. Se fue Fellini (también un octubre, por cierto) y nos quedó Fo. Se va Fo y nos queda Sorrentino. Italia, en cuestión de ingenio, ha tenido siempre un banquillo extraordinario.
Ahora que de Fo ya sólo queda sombra, sería bueno para sobrellevar el duelo no ya (re)descubrir su interesante obra sino permitir que esa ética iconoclasta tan suya deje algo de luz en nuestra mirada y actitud ante el mundo.
Eso sí: en España afortunadamente nos queda el consuelo de tener a otro gran comediante y librepensador que, como Fo, también gusta de hacer pensar y reír al público: el maestro Rafael Álvarez, El Brujo.
Con el fallecimiento de este gran comediante, la literatura europea (Fo fue también novelista) y especialmente el teatro (la fama de Fo viene principalmente de su faceta como dramaturgo y actor) pierde a uno de sus totems (siendo premiado, en este caso sí merecidamente, con el Nobel de Literatura) un tipo incorrecto, libre y honesto cuya mirada nos ayudó a pensar y cuyos pensamientos nos ayudaron a mirar. Y todo ello sin renunciar nunca al arte más difícil: el de hacer reír. Y es que Fo, maestro de lo bufo, fue quizás uno de los mejores arlequines que tuvo y tendrá la cultura europea.
Y es que el país en forma de bota siempre ha alumbrado grandes maestros a la hora de dar puntapiés a las conciencias desde la sátira. Se fue Fellini (también un octubre, por cierto) y nos quedó Fo. Se va Fo y nos queda Sorrentino. Italia, en cuestión de ingenio, ha tenido siempre un banquillo extraordinario.
Ahora que de Fo ya sólo queda sombra, sería bueno para sobrellevar el duelo no ya (re)descubrir su interesante obra sino permitir que esa ética iconoclasta tan suya deje algo de luz en nuestra mirada y actitud ante el mundo.
Eso sí: en España afortunadamente nos queda el consuelo de tener a otro gran comediante y librepensador que, como Fo, también gusta de hacer pensar y reír al público: el maestro Rafael Álvarez, El Brujo.
Hoy, con la muerte de este arlequín, la comedia ha perdido arte y el arte ha perdido comedia. Hoy, con la muerte de este bufón, la sonrisa ha perdido una excusa más para salir a flote. Hoy, el silencio tiene algo de sentido. Mañana, será un buen momento para seguir haciendo el Fo. Pocos tributos mejores que ese se me ocurren.
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