Antaño, los místicos alcanzaban el éxtasis a través de la soledad, la introspección y una comunicación íntima con Dios. Hoy, en el siglo XXI, es posible alcanzar el éxtasis sin vestir hábito, en compañía y con independencia de creer o no en Dios: basta con ir a ver una obra de Rafael Álvarez "El Brujo".
"La luz oscura de la fe" ha sido el nuevo montaje que ha estrenado en Madrid este excepcional dramaturgo y actor. En esta ocasión, después de adentrarse en el universo de célebres autores tan dispares como Cervantes, San Juan, Shakespeare, Homero o Apuleyo, "El Brujo" nos acerca a la vida y obra de uno de los grandes místicos y poetas españoles: San Juan de la Cruz, quien, por cierto, es el segundo religioso al que Rafael Álvarez presta atención e ingenio, después de haber hecho lo propio con San Francisco de Asís.
La obra es fiel al estilo de "actor solista" que encarna y ensalza "El Brujo" en España como hicieron en Italia otros dos monstruos de las tablas como Vittorio Gasman y Darío Fo. Así, durante cien minutos, el público tiene la oportunidad de conocer o redescubrir la vida y obra del místico castellano, de comprender qué luz es capaz de brillar allí donde no hay luz y de
ver en acción a uno de los grandes actores de los que quedan vivos en España y un auténtico maestro a la hora no ya sólo de actuar sino también de hacer pensar y hacer reír. Y es que las lecciones que da Rafael Álvarez "El Brujo" sobre un escenario van con frecuencia más allá de lo estrictamente dramático. Eso por no hablar de su habilidad para salir airoso de cualquier brete, ya sea éste meramente interpretativo, el IVA de Montoro o la gente que no sabe, no recuerda o no quiere silenciar un teléfono móvil durante una representación...Si, además de eso, está acompañado del excelente violín de Javier Alejano y el canto titánico de Enrique Morente (genial tributo, por cierto), pues no cabe ya duda ni reparo alguno en sentarse en la butaca con la total confianza en que vas a disfrutar. Y mucho.
Centrándome en el tema de "La luz oscura de la fe", esta obra, más allá de las andanzas vitales y la formidable poesía de San Juan de la Cruz, aborda como asunto último y profundo la belleza,
entendida no sólo desde la estética y lo exterior sino desde la consciencia y lo íntimo. En ese sentido, Rafael Álvarez consigue que el espectador comprenda que para descubrir y disfrutar la belleza hay que saber mirar o, mejor dicho, simplemente hay que saber. Así, la belleza se sitúa como algo mucho más allá de lo sensorial. Es algo que tiene más que ver con el conocimiento y la serenidad que con los cinco sentidos. Es un estado del alma que permite tanto alumbrar a otros como a uno mismo. Es esa luz oscura capaz de brillar allí donde no hay luz y de iluminar nuestros momentos más sombríos. Es la armonía capaz de conectarnos incluso con lo que no somos capaz de describir sino tan sólo de vivir. Es lo que nos hace sentir el placer de sentirnos en paz.
Así las cosas, "La luz oscura de la fe" supone una muestra más (y van...) de que presenciar una obra de "El Brujo" tiene toda la excelencia de lo sagrado y toda la complicidad de lo festivo. Sólo así se puede entender el extraordinario talento de Rafael
Álvarez para fusionar lo poético y lo mundano, la reflexión y el chascarrillo, la melodía y la palabra, la sentencia profunda y la chanza hilarante, la música y el silencio, lo universal y lo personal, la serenidad y el histrionismo, lo elevado y lo cercano, lo pasado y lo actual. Quizás todo ello forme parte de su embrujo. Como también forma parte de su arte arcano su habilidad para conseguir que un público tan heterogéno y dispar como el que le sigue reaccione de idéntica manera. Igual que forma parte de su encantamiento lograr que el espectador se sienta no sólo testigo sino cómplice, camarada y compañero de ese viaje que "El Brujo" propone en cada una de sus obras.
Por todo ello, después de haber tenido la suerte de ver a lo largo de varios años "El Lazarillo de Tormes", "El ingenioso hidalgo de la palabra", "San Francisco, juglar de Dios", "El Evangelio de San Juan", "Mujeres de Shakespeare", "La Odisea" y "La luz oscura de la fe", no puedo más que desear disfrutar más pronto que tarde de lo nuevo de Rafael Álvarez. Y es que quizás "El Brujo" no consiga que el espectador salga viendo luces (como le ocurría a San Juan de la Cruz) pero sí con una sonrisa a un lado y otro de la cara. Y eso, con independencia del precio de la entrada, es sencillamente impagable.
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