viernes, 19 de septiembre de 2014

Los árboles de Madrid

A veces, algo tan inesperado como un árbol puede decirte sobre la política mucho más y mejor que cualquier politólogo, contertulio o periodista. Para ejemplo, los de mi ciudad, Madrid, que hace ya varias semanas que están protagonizando titulares gracias a la inusitada (por frecuente) caída de ramas cuando no del tronco entero, habiendo fallecido ya tres personas a cuenta de estos incidentes.

Basta darse un paseo por el Retiro o por cualquier otro parque o zona arbolada de Madrid para percatarse de que muchos árboles tienen un aspecto tan saludable como el de un paciente de UCI. El síntoma más evidente de todo ello, junto a las citadas caídas, es el hecho de que hace ya semanas que parece que el otoño ha llegado con demasiada anticipación a Madrid y la hojarasca resultante tiene poco de otoñoal y mucho de inquietante. Si a esto se le unen otros elementos fácilmente constatables como el de las numerosas hojas "verdes" moteadas por lo que podría parecer pintura blanca o disolvente, las ramas quebradas que amenazan ruina, los ya nada infrecuentes árboles secos o la preocupante inclinación de los troncos de árboles de grandes dimensiones...es normal la creciente sensación de alarma-mosqueo que tenemos muchos madrileños.

Yo no sé si este colapso del arbolado en Madrid se debe a los recortes en la plantilla de los encargados de velar por la "salud" de los árboles, a decisiones erróneas en la gestión de su mantenimiento, a deficiencias en su cuidado, a la irresponsabilidad en su plantación inicial, a la desconsideración a la hora de realizar según qué obras, a las extrañas podas masivas en primavera, a la contaminación que se empeñan en menospreciar algunos, a alguna enfermedad o plaga botánica o a que simplemente los árboles se han hartado de vivir en Madrid. Probablemente, sea un batiburrillo de todas esas razones. Lo que sí sé es que esta situación apesta a desidia y negligencia. Lo que sí sé es que la competencia de la conservación y la protección de las zonas verdes está en última instancia en manos de (oh, sorpresa) dirigentes políticos. Lo que sí es que, más allá de lo botánico y medioambiental, estas desagradables circunstancias reflejan casi poéticamente lo que ha pasado con Madrid en las últimas décadas: los árboles de la capital de España son su particular retrato de Dorian Gray. Una ciudad que en los últimos lustros ha pasado del exceso a la decadencia por culpa de unos responsables políticos más pendientes de alimentar sus ambiciones personales que de servir a Madrid. Una ciudad descuidada que huele a fin de fiesta. Una ciudad que se hunde en la mediocridad y la decrepitud cuando debería estar brillando gracias a todo su potencial inherente. Lo fácil sería echar la culpa de todo esto a la inepta "mujer de" que ocupa la alcaldía ahora mismo (quien, por cierto, haciendo un favor a la Humanidad en general y los madrileños en particular, no va a presentarse en las próximas elecciones municipales) y decir que ha conseguido que los árboles madrileños luzcan un "look" tan lovecraftiano como el suyo. Pero eso sería injusto. O, mejor dicho, insuficiente. Su parte de (ir)responsabilidad tiene también su antecesor en el cargo y actual Ministro de Justicia (quien, por cierto, haciendo un favor a la Humanidad en general y los españoles en particular, medita desaparecer de la vida política). Lo cierto es que, sea por culpa de la aberrante adefesia actual o del cretino narcisista previo, Madrid es hoy víctima de la negligencia de sus responsables políticos y sus árboles el mejor exponente de que el único vendaval que ha pasado por esta ciudad es el de unos alcaldes deplorables.

La prueba más evidente de que el ragnarok de los árboles es algo objetivamente malo y artificial (es decir, no natural), de que era subsanable y de que alguien tiene algo parecido a "complejo de culpa" es que en esta semana, después de la enésima caída arbórea, los operarios municipales se han lanzado como locos (al menos en mi barrio) a cortar árboles y podar ramas con una mesura nivel "Leatherface en Magaluf". Una reacción tan torpe como exagerada que no hace más que subrayar que la culpa de toda esta deprimente situación no está tanto en la falta de medios como en la falta de cerebro y de vergüenza

Así las cosas, de momento, a los madrileños sólo nos queda el recurso de hacer como los galos de Astérix: salir a la calle mirando al cielo, no vaya a ser que caiga sobre nuestras cabezas. Aunque, la verdad, mejor haríamos mirando con igual temor hacia el Ayuntamiento...

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