Cualquier película en la que intervenga Ricardo Darín siempre me llama la atención, por el interés de sus proyectos y por la solvencia y calidad de sus interpretaciones. Por eso, he visto Elefante blanco. El film gira en torno a las penurias existenciales y sociales de un grupo de sacerdotes y asistentes sociales en una zona profundamente marginal y conflictiva de Buenos Aires. Pero, de lo que realmente trata esta película, es del conflicto entre fe, vocación y realidad. En ese sentido, no deja de ser simbólico y revelador que el colosal hospital inacabado donde malviven los protagonistas y que da título a la cinta represente el fracaso de las esperanzas y, paralelamente, la resistencia del compromiso.
La película funciona muy bien a la hora de suscitar en el espectador interesantes reflexiones que te agarran del cuello y no te sueltan hasta que te animas a responderlas. Cuestiones como ¿qué es la fe?, ¿es la última reacción ante la adversidad?, ¿es el placebo de los idealistas?, ¿se puede tener fe en Dios y en el hombre a la vez?, ¿nos da la sociedad actual motivos para creer?, ¿puede un sacerdote perder la fe sin renunciar a su vocación?, ¿puede un agnóstico encontrar a Dios en el activismo social?, ¿cuál es la auténtica cara de la religión: la predicada desde un púlpito o la que baja al barro y se abre el alzacuellos?, ¿hay futuro para una sociedad perdida en sus propias contradicciones?, ¿Dónde está Dios cuando los más desfavorecidos le necesitan?...Preguntas incómodas, como lo fue la famosa afirmación de Santa Teresa de Jesús: "Dios escribe recto pero con renglones torcidos".
Además de ello, Elefante blanco cuenta entre sus virtudes con unas interpretaciones muy solventes de su trío protagonista (Ricardo Darín, Jeremie Renier y Martina Gusman) y del crudo retrato del ambiente de miseria de Ciudad Oculta. Todo ello hacen de esta película un film creíble, áspero y humano que compensa con valentía y honestidad su carácter irregular.
Y es que, pese a sus virtudes, este film se ve lastrado por algunos defectos: la creciente pérdida de intensidad y pulso dramático desde mitad de metraje hasta el final, ciertas tramas y escenas forzadas y previsibles, y la reivindicación innecesaria (por explícita y redundante) de la figura del padre Carlos Múgica y de la labor del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo.
En resumen, por la honestidad de su puesta en escena y el interés de las cuestiones que plantea, vale la pena perdonar los fallos de Elefante blanco y verla, aunque sólo sea para salir del cine cuestionándose ciertas ideas y planteamientos.
1 comentario:
Es una cinta que efectivamente implica crítica social y está basada en un momento que sin duda marcaron a un sector de Argentina. Hace poco la vi en hbogo filmes y de verdad he quedado encantada.
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