sábado, 27 de febrero de 2010

Menguando la Gran Vía

A caballo entre la sorpresa y la pena, leo que uno de los emplazamientos hosteleros más exitosos, típicos y emblemáticos de la Gran Vía madrileña, el café Zahara, ha cerrado sus puertas definitivamente, para dar paso, en las próximas semanas, a la enésima tienda de ropa sita en la famosa avenida.

No sé qué me produce más estupor y malestar: Si el hecho de que la Gran Vía haya perdido en los últimos años buena parte de la oferta cinematográfica y hostelera que conformaban su idiosincrasia o que esa pérdida haya sido reemplazada por la aparición cual sarpullido de tiendas de ropa en los locales otrora ocupados por cines, restaurantes y cafeterías.

Hace tres años que ya di cuenta en este blog del cierre de muchos cines, pero, en el caso de esta célebre calle madrileña, la crónica de los últimos tiempos es la de una defunción de salas añejas y entrañables: el cine Imperial (hoy tienda de ropa), el cine Rex (durmiendo el sueño de los justos), los multicines Madrid (que ruinosos esperan a Godot), el Palacio de la Música (en teoría, en proceso de reconversión para auditorio melómano), el Avenida (delirantemente reconvertido en una supertienda de ropa), el Azul (hoy restaurante)...
Algo similar se puede decir de varias cafeterías y restaurantes "de toda la vida", como el propio Zahara (futura tienda de ropa), el Nebraska (actual tienda de ropa), el Gambrinus de la Plaza del Carmen (a saber...), etc, etc. Sólo falta que a Chicote lo adquiera Zara o H&M y a tomar viento.
Y no hay que olvidar tampoco lo ocurrido con el emblemático Madrid Rock, que cerró miserablemente sus puertas para dar paso a otra boutique.

Yo entiendo que los arrendatarios y propietarios de esos locales piensan más con el bolsillo que con la cabeza o el corazón y que los responsables de H&M, Zara, Sfera, Bershka, Blanco y demás tienen la misma sensibilidad histórico-cultural que una piedra. También soy consciente de que el Ayuntamiento de Ruiz-Faraón está más pendiente de hundir la ciudad en la corteza terrestre (y con ella las arcas municipales) que de preservar los lugares más tradicionales de la vida madrileña. Pero eso no impide que me siente como una patada en los genitales constatar cómo la Gran Vía ha pasado, en un lapso de tiempo obscenamente breve, de las pantallas a los escaparates, del camarero castizo y cómplice al dependiente manflorita escapado de un sueño erótico de Jean Paul Gaultier, de ser transitada por cinéfilos y comensales de toda condición a estar invadida por pijas, chonis, chuequeros y cazasaldos por doquier. En cualquier otro país o capital, dudo que esto hubiera ocurrido, pero...Spain is different, por desgracia.

Lo único que puedo decir es que maldigo una y mil veces la hora en que la Gran Vía, ese extraordinario hervidero de gente, películas, tapeo y copas, se empezó a convertir en el abrevadero comercial de decenas de (horteras) boutiques cuyo único legado para la ciudad será...ninguno. La Gran Vía ya no es lo que era, a la Gran Vía la están menguando.

miércoles, 24 de febrero de 2010

El violento expreso de medianoche

Ayer por la tarde vi, en preestreno, la película francesa "Un profeta", film áspero e interesante que narra el ascenso al hampa criminal de un pobre diablo que acaba convertido en un individuo inquietantemente astuto, vil y despreciable.

La cinta dirigida por Jacques Audiard está temáticamente a medio camino entre "El expreso de medianoche" y "El padrino", pero carece del talento narrativo de ambas películas, aunque no del interpretativo, y eso que el reparto no es rutilante en los nombres. Todos los actores de "Un profeta" están convincentes hasta la crueldad y el desasosiego, dando vida a una morralla humana que hacen de su vida dentro y fuera de la cárcel una violenta y reprobable oda al delito como forma de vida.

Desde el comienzo de la película, el espectador asiste a la progresiva sustitución de la ingenuidad e impulsividad del protagonista, Malik, por la astucia y la falta de escrúpulos que le convierten de víctima en verdugo. No obstante, uno no puede dejar de tener la
convicción de que este tipo no es más que un pelele al que el sórdido entorno y las malas compañías moldean a su antojo hasta dotarlo de unas habilidades que acaban por convertirlo en un lobo con piel de cordero que no entiende de lealtades ni valores. Cruel y verídico como la vida misma.

Las únicas pegas que se pueden poner a esta película son su excesivo metraje o su escaso vigor narrativo, tanto monta, monta tanto. Dicho de otra forma: Hay escenas demasiado largas y otras que se podrían haber omitido si se supiera hacer un buen uso de la elipsis como elemento narrativo. Por lo demás, yo particularmente creo prescindibles y gratuitas dos extravagancias: las episódicas alucinaciones que sufre el protagonista y los rótulos sobreimpresionados que aparecen ocasionalmente en pantalla. No obstante, entiendo que siendo en el fondo "cine de autor" estas rarezas forman parte de las licencias que se toma Audiard.

En resumen, "Un profeta" es un film recomendable que, sin aportar nada nuevo, ofrece un duro retrato naturalista de cómo un reo de medio pelo toma su particular y exitoso expreso de medianoche dejando tras de sí un reguero de sangre y deslealtad. Real como el mundo en que vivimos.

domingo, 21 de febrero de 2010

Candilejas

Anoche vi una de las películas que más quiero, admiro, respeto y valoro de todas cuantas ha dado el Séptimo arte: Candilejas, film producido, escrito y dirigido en 1952 por la misma persona que compuso su inolvidable banda sonora: Charles Chaplin, uno de los pocos cineastas que, más que debérselo todo al cine, es el cine el que tiene una enorme deuda con él, por su inconmensurable talento, por la revolución que supuso en la industria y en la sociedad y por convertirse en un mítico icono (a través de su personaje Charlot) para siempre asociado a este arte.


"Candilejas" es un melodrama que habla de tantísimas cosas y suscita tales emociones que es difícil resumirlo sin que uno tenga la obscena sensación de estar mutilando uno de los mejores títulos que ha visto la pantalla. En mi opinión, sus geniales fotogramas constituyen un verdadero y formidable testamento profesional y personal de Chaplin, una despedida sencillamente magistral que supone, al mismo tiempo, el mejor homenaje y análisis que se ha hecho jamás de la profesión del artista en general, los actores en particular y el
cómico en singular, sintetizado en la figura de Calvero, un personaje que parece un decadente reflejo de Charlot y que en la película es el perfecto pretexto para mostrar los sinsabores de una entrañable profesión (ojo a la colaboración testamentaria del otrora rival de Chaplin y monstruo del celuloide, Buster Keaton) en la que el paso del tiempo es especialmente cruel y en la cual el éxito o el fracaso no son cuestión tanto de talento o aptitud como de actitud, paciencia y pura (y dura) casualidad. No obstante, el espectador de "Candilejas" no sólo asiste al postrer viaje al éxito profesional de Calvero, sino a su magisterio de constante humanidad, cuyo epicentro es la exitosa redención de la joven bailarina Thereza (angelical Claire Bloom), ofreciendo una de las lecciones de amor, cariño, amistad y altruismo más memorables y conmovedoras que unos ojos pueden contemplar, unos oídos escuchar y un corazón sentir.

Pese a algunas carencias técnicas que hoy es fácil identificar,"Candilejas" es un film tan monumental e insuperable en lo emocional y lo artístico que es, con todo merecimiento, uno de los títulos más inmortales y magnos de la historia del cine. Porque esta película habla de la vida, de los sentimientos, de la actitud ante el paso del tiempo, de cómo afrontar la adversidad (ya sea profesional o personal), del verdadero significado de amar a una persona, de la dignidad profesional y la honestidad personal, del sacrificio como muestra de grandeza, del infortunio como acicate para mejorar, de todas las lágrimas que hay detrás de la profesión de hacer reír, de la genialidad como refugio ante el desastre, del amor como final y camino, del talento como elixir de la eterna juventud, de la existencia propia concebida como legado en quienes nos rodean...

Por eso, no extraña que Chaplin para esta película se rodeara pícaramente de sus hijos (empezando por Sydney, que interpreta al galán), que Thereza parezca un alter ego de su esposa Oona o que muchos de sus diálogos y escenas reflejen ora sucesos reales de la vida de este cineasta, ora sus ideales y miedos personales-profesionales. Sin ser su última película, "Candilejas" es la más autobiográfica de todas y la única que Chaplin concibió como testamento artístico. Quizás por eso la llenó de tantísima brillantez, de tantísimos sentimientos y de tantísimas emociones. Quizás por eso, cada vez que la veo, el "The End" es acogido por abundantes lágrimas entre mis ojos.

domingo, 14 de febrero de 2010

Nadie teme al lobo feroz

Recientemente he visto la película "El hombre lobo", película sobre el mito de marras que, presuntamente, quiere homenajear al gran clásico blanquinegro de la Universal. Si homenajear significa hacer un film que alterna el ridículo con el tedio, entonces es un homenaje como hace tiempo que no se en la gran pantalla. Lo único que queda claro después de ver esta "producción" es que el licántropo de 1941 es justamente insuperable ya que, para describir al de 2010, se pueden utilizar muchas palabras, pero la mayoría de ellas malsonantes.

No se dejen engañar por el reparto, a priori bastante interesante y apetecible, porque sus interpretaciones, exceptuando quizás la de la esbelta Emily Blunt, rozan la caricatura, cuando no una mezquina indiferencia. Tal vez en parte se deba a un guión pueril donde los personajes son cercanos al cartónpiedra y la evolución de la trama hay que aceptarla no desde la lógica, sino desde la fe cinéfila más demencial. O quizás todo sea culpa de un director, Joe Johnston, que, acostumbrado a hacer cine familiar de sesgo infantil, no ha sabido encontrar ni el tono ni el talento para llevar a la pantalla este gran mito del terror cinematográfico y literario.

Por tanto, si alguien desea ver un digno homenaje (o revisión) a los grandes clásicos del terror de la Universal o a los personajes que encumbraron, es mejor que vea el magnífico "Drácula" de Coppola o incluso la entrañable y ochentera "Una pandilla alucinante", con todos los grandes monstruos del terror en ella. Cualquier cosa antes que malgastar tiempo, dinero o ambas cosas viendo el bodrio que me amargó la noche del pasado sábado, porque este lobo de 2010 ni es feroz ni da miedo ni nada de nada. De dar algo, da vergüenza.

Por último, decir que, al igual que ocurre por ejemplo con el vampirismo, el mito del hombre lobo tiene una importante base folclórica e histórica real: No hablo sólo de que en regiones como India, África o América Latina se creyera la existencia de animales salvajes que se transformaban en hombres (o viceversa) con inquietantes intenciones. Hablo de que en Europa, hace bastantes centurias (se tiene constancia desde finales del siglo I D.C.), existieron verdaderamente unos guerreros, originarios de la zona nórdica, que por su aspecto parecían bestias antropomórficas y dejaban un reguero de muerte y miedo a su paso: los bersekers (ataviados con pieles de oso) y los ulfhednar (vestidos con pieles de lobo), cuya fiereza era tal que, mitológicamente, se les consideraba algo así como los "Marines" del dios Odín. Así pues, dada su apariencia y el frenesí con el que se empleaban en la destrucción y el sesgo de vidas humanas en nuestro continente, a nadie le extraña que el folclore popular los tomara como modelos para crear al terrorífico hombre lobo que la literatura y el cine han inmortalizado en decenas de ocasiones. Distinto asunto (y más reciente en términos históricos) es el tema de los asesinos licántropos (Ej:Romasanta), cuya demencia homicida está relacionada supuestamente con la luna llena, del mismo modo que para los esquizofrénicos las "voces" en su cabeza.

De todos modos, en lugar de ver esta horrenda película, recomiendo la lectura del excelente "El libro de los hombres lobo" o la visión de la mítica película "El hombre lobo" (1941) para disfrutar de una auténtica y deliciosa velada de miedo.

miércoles, 3 de febrero de 2010

¡Ista, ista, ista! ¡Atila es socialista!

Se veía venir. Un tipo que accedió al poder únicamente por un estado de enajenación mental colectiva y que se mantiene en él gracias a la constante manipulación política y mediática no podía aportar nada bueno al país...y no sólo ha cumplido tal expectativa, sino que la ha superado ampliamente. Viendo lo que ha pasado desde que este espécimen llegó a La Moncloa, me viene insistentemente a la cabeza aquella máxima marxista (de Groucho, no de Karl) "Partiendo de la nada y con su solo esfuerzo, ha alcanzado las más altas cimas de la miseria". Piense en cualquier cartera o actividad ministerial, cualquiera: las palabras "bochorno", "ridículo", "vergüenza", "chapuza" o "desastre" se pueden aplicar indistintamente para definir la pésima labor que ha hecho este desGobierno del señor POE. Pero lo que ha conseguido en materia económica, eso es ya...

Lección de historia económica reciente:
Todo el mundo es consciente de que el socialismo, en este país, es a las arcas públicas lo mismo que el fairy a la grasa, las termitas a la madera, Hitler al sionismo, Bin Laden al Premio Nobel de la Paz, la malaria a la salud, o El Dioni a los furgones blindados. Y se sabe porque los propios socialistas se han encargado de dejar constancia de ello siempre que están en el poder. En resumen, son los gestores ideales a la hora de convertir cualquier bonanza nacional en un páramo y toda reserva económica española en el casco del Titanic. Esto ya se sabía. Lo que no se sabía es que había alguien en las filas del PSOE capaz de hacer buenos a sus predecesores y llevar a España a una situación que calificar de calamitosa sería ser un eufemista...Chulesco y altivo, el señor POE ignoró con temeridad todos los augurios y consejos que le prevenían contra la crisis. Se mofó y desacreditó a todos los que le advertían de la inevitable catástrofe económica que estaba de camino. Puso al mal tiempo esa sempiterna cara de pánfilo consumidor de alucinógenos. Su ignorancia fue tan osada como querer surfear un tsunami.
Aun así, cuando la economía de todo el mundo parecía una manifestación de zombis en busca de la vida perdida; cuando, pese a la gravedad, aún había margen de mejora, el señor POE azuzó a sus secuaces a abrazar con más fervor que nunca el marxismo (el de Groucho) y llevar hasta sus últimas consecuencias la sentencia:
"La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados". Desaprovechó una oportunidad magnífica para emprender una reforma estructural del sistema económico español; desperdició una sensacional ocasión para atajar de raíz el rampante e impune poderío de los sectores financiero, bursátil e inmobiliario; desestimó cualquier remedio para garantizar la sostenibilidad de la economía española a corto, medio y largo plazo; no hizo nada más que cerrar los ojos con la esperanza de que, al volver a abrirlos, el monstruo se hubiera ido. Pero no. Godzilla seguía ahí.
Para que no cundiera el pánico, lo mejor que se le ocurrió fue convertir a su Gabinete en una cutre, cañí y socialista caja de Pandora, de la que salieron medidas (en este blog he dado cuenta de algunas, en ejemplos como 1, 2, 3, 4) cada cual, más absurda y polémica que la anterior, con las que consiguió onnubilar temporalmente a la opinión pública.
Mas cuando la musa del disparate hizo las maletas y ya no había maquillaje con el que convertir a la Duquesa de Alba (la España real) en Angelina Jolie (la España soñada), era tan tarde que la suciedad escondida bajo la alfombra superó la cifra de cuatro millones, los Ministros parecían ninots en plena cremá, y la sociedad entera dudaba entre dos acciones que no por justificadas eran menos graves: el suicidio o el magnicidio.
Fin del repaso crematístico

Así las cosas, con un Gobierno empecinado en conducirnos al mayor desastre que ha conocido el país desde la Guerra Civil y con la oPPosición exhibiendo permanentemente su ineptitud para aniquilar y desalojar políticamente a los socialistas, el presente de España pinta como una pelea de negros en un túnel y su futuro invita al optimismo tanto como la integridad física de Stevie Wonder en una reunión del KKK. Con este panorama, las arcas públicas presentan una inquietante iluminación "rojo puticlub" y la Seguridad Social tiene más de polvorín que de garante de tranquilidad venidera.

¿Qué hacer? Decidido a abandonar el perjudicial marxismo (de los hermanos, no de Karl), el señor POE ha asumido como propio el lema nazi "El trabajo os hará libres" ("Arbeit macht frei") para solucionar el embrollo, haciendo que los trabajadores españoles se sientan tan afortunados como los infelices que se dejaban antaño el sudor y la vida en los campos de concentración (hoy llamados empresas). Trabajar más por menos es una ecuación eficaz pero tan injusta como impopular. Si usted, señor POE, quiere que, aprovechando que las baterías duran más que en generaciones previas, los españoles trabajen más años para asegurar la viabilidad de la SS (Seguridad Social, ojo...), me parece sensato y bien, siempre y cuando introduzca las salvedades necesarias para evitar, por ejemplo, a los quintos de Matusalén haciendo malabares en el andamio o asfaltando una autopista en agosto, cosa que no ha hecho pues estaba más pendiente de sembrar el pánico y el cabreo en la ciudadanía. Pero lo que ya es tocar lo que no suena es pretender alargar la base sobre la que calcular la cotización, para menguar las pensiones mientras se parchea la sangría económica, porque eso es estafar (y van...) a los trabajadores. Querer que la vida laboral se extienda mientras la recompensa por ella mengüe es un ejemplo de cuánto de socialista y obrero le queda al partido en el poder, si es que alguna vez ha tenido esa filosofía, porque uno empieza a convencerse de que su "leit motiv", el del PSOE, siempre ha sido, en el fondo, "Roba todo lo que puedas y engaña todo lo que te dejen".

La solución al tema de la resquebrajada Seguridad Social es tan clara, útil y beneficiosa que está fuera del alcance del señor POE y sus secuaces: generar empleo. Algo que, como han demostrado en los últimos años, es una utopía cuando el PSOE está a los mandos de la nave laboral. Si en lugar de convertir la lista del INEM en la lista de Schindler, se hubiera preocupado de generar empleo y los sindivagos no fueran unas desvergonzadas rémoras sin más credo que el del dinero en su bolsillo, otro gallo cantaría a estas alturas...

En fin. Vivimos tiempos de un Gobierno enajenado y esquizofrénico, de una clase política ruinosa en lo intelectual y moral, de una banca riéndose vilmente en su ebúrnea torre, de una casta empresarial perdida en su "Sálvese quien pueda", de una sociedad narcotizada por el desengaño...mientras el país se ahoga en las arenas movedizas de la incompetencia. Así las cosas, dudo mucho que, en España, crezca la hierba tras el paso del señor POE...porque este tipo, como Atila, pasará a la historia como uno de los personajes más funestos que ha conocido este continente, porque lo que hizo el Huno no soporta comparación con lo que está haciendo este otro.

martes, 2 de febrero de 2010

Clintvictus

Anoche vi "Invictus", película filmada por uno de mis escasos cineastas favoritos del reino de los vivos: el maestro Clint Eastwood, a quien profeso una profunda e inquebrantable admiración, como ya dejé patente aquí en un artículo allá por 2007. El film, basado en el libro "El factor humano" de John Carlin, es una excelente muestra de que el gran Clint, detrás de las cámaras, sólo sabe hacer dos cosas: obras maestras o buenas películas. "Invictus" pertenece a este segundo grupo.

Desprovista de la hondura shakespeariana y el halo trágico que caracterizan sus títulos más magistrales,
en esta cinta Eastwood narra con sabio tino y elegante mesura la épica y doble conquista que realizó Sudáfrica en 1995: la reconciliación social y la copa del mundo de rugby, alzada contra todo pronóstico por los Springboks. Hitos ambos tan íntimamente unidos que no se puede entender uno sin el otro. Para encarnar tales hazañas, dos héroes y dos buenos actores: Morgan Freeman para interpretar al presidente electo Mandela y Matt Damon para dar vida a François Pienaar, capitán de la selección sudafricana de rugby. De ambos intérpretes, sólo Freeman merece con creces su nominación al Óscar, recompensa que se antoja algo exagerada para Damon, quien cumple con efectividad pero sin excelsa brillantez.

"Invictus" es una película de Eastwood sin parecerlo, una obra cinematográfica estimulante y emocionante cuyo mejor legado es transmitir al espectador un soberbio manual de supervivencia espiritual escrito en 1875 por el poeta inglés William E.Henley y con mi personal traducción del mismo cierro este artículo:

Más allá de la noche que me envuelve,
oscura como un pozo inescrutable,
agradezco a Dios, sea quien sea,
por mi espíritu invencible.

Pese a estar aprisionado por las circunstancias,
yo no me he estremecido ni he llorado.
Recibiendo los golpes procedentes del azar,
mi cabeza está ensangrentada, pero alta.

Más allá de este lugar de furia y de lágrimas,

aguarda el horror en la sombra,

pero el amenazador paso de los años

me encuentra y me encontrará siempre sin miedo.


No importa cuán estrecha sea la salida,
ni cuántos castigos tenga que soportar,

soy el dueño de mi destino:

soy el capitán de mi alma.