Si alguien creía que con la crisis galopante cual caballo de Atila, los sindicatos haciendo lo que mejor saben (es decir, nada), los empresarios entonando el "Prietas las filas", la oPPosición haciendo equilibrios entre la inoperancia y la estulticia, la Justicia convertida en el Circo Nacional, la Policía persiguiendo su eficacia desaparecida y el paro convirtiéndose en una bestia de H.P. Lovecraft estaba todo perdido...se equivocaba. El Presidente del desGobierno, a la sazón descoordinador de todo lo que le pille a mano y desmano, el inefable señor POE, sabe muy bien qué hacer para solventar el crítico y laxante panorama patrio: Borrón y cuenta nueva.
La lástima es que lo de "borrón" se lo tome literalmente y, con tal de distraer la atención (y la indignación y el desasosiego y etc, etc), emborrone, mancille o enmierde aún más el paisaje con anuncios, medidas y desmanes que, cuando menos, constituyen una agradecida cortina de (nauseabundo) humo. Claro que, con el paso de los años, el inconmensurable cretino ha aprendido a dejar que sean otros los que le hagan trabajo sucio (que ríete tú de Hércules limpiando los establos de Augías). Para ponerse de ciemo hasta el hipotálamo ya están sus leales "freaks" (anteriormente conocidos como Ministros) de su WC (anteriormente conocido como Gabinete o Gobierno).
La última de estas maniobras antipesimismo, una cortina de humo con vocación de muro de Berlín ha sido el anuncio del libro dispendio (o despendole, por el descontrol) de la llamada "píldora del día después", pastilla postcoital o bálsamo de Fierabrás para las legiones de féminas que no quieren afrontar las consecuencias ora de su furor uterino "a pelo y sin frenos" ora de ataques de nervios que empiezan con un "¡Ups! ¿Adivina qué, cariño?". Medida proclamada al unísono por la Ministra de Sanidad (Mental, a este paso...), que lo mismo vale para un roto que para un desgarro, y la Ministra de desIgualdad, la irrisoria chavala a la que le vino grande un ministerio supuestamente creado para dejar a la mujer en el sitio que se merece, con dudosos resultados (siempre y cuando se estime que el lugar de la mujer no sea convertirse en objeto de chufa, mofa, burla, escarnio o vergüenza ajena). ¡Diga usted que sí! Eche usted un nuevo hueso con el que tener entretenidos a los cachorros de la oposición, los medios de comunicación y la opinión pública. Un poquito de polémica, una pizca de desvergüenza, un chorrito de irresponsabilidad y voilá: una tregua tan provisional como placentera. Así nadie se acordará de que está con el agua al cuello o sin un duro o sin empleo o sin futuro o sin ganas de vivir o sin todo ello a la vez. Y además, así nadie te podrá decir que las chicas dedican sus huchas a abortar (donde no hay semillita, no crecerá el problemita, pensarán) porque con la píldora, el abortar se va a acabar (cedo gratuitamente los derechos de este eslogan a cualquiera de las dos ministras para las campañas que estimen oportuno perpetrar). Si los máximos dirigentes de nuestro país no demuestran responsabilidad alguna...¿con qué autoridad cabría exigirse tal virtud a las bisoñas féminas? Que nuestras chicas, píldora en ristre, conviertan a las lumis de Montera en beatas ursulinas o troquen su ciclo menstrual en un perjudicial cha-cha-chá (les) da lo mismo. ¿Si la crisis le da dolor de cabeza al desGobierno? ¡Qué mejor que una píldora como aspirina!
Lo que más miedo y vergüenza da no es que el Ejecutivo no haga absolutamente nada no ya para solucionar, sino paliar los problemas que sufre la ciudadanía, sino los esfuerzos que emplea en desviar la atención con medidas discutibles en el mejor de los casos y desafortunadas en la mayoría. Así nos ha ido, así nos va y así nos irá...hasta que alguien invente la píldora antiestupidez.
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