domingo, 11 de febrero de 2018

La portavoza


Si el sueño de la razón produce monstruos, el del feminismo alumbra engendros. En contra de lo que podría parecer, no voy a dedicar el artículo a hacer ninguna semblanza o lapidación de Irene Montero porque siento el máximo respeto y admiración por alguien cuya oratoria rivaliza con la de Cicerón, cuyo corpus intelectual tiene único parangón en Kant y cuya valía deja en minucia a Clara Campoamor. No, ahora en serio, me parecería un abuso dedicar un artículo a cachondearme de esta mindundi que aspira a ser la versión "calimocho" de la siniestra Dolores Ibárruri cuando además la susodicha ya ha sido masacrada con guasa y sorna en las redes sociales. No. Hay cosas más importantes que ésa y que eso.

Cosas como por ejemplo denunciar el empobrecimiento y la intoxicación que la corrección política, la demagogia y la banalización electoralista de legítimas reivindicaciones están causando a un idioma tan rico, vivo y fértil como el español. Un síntoma claro de esto es la polémica parida de "los portavoces y las portavozas" perpetrada por Montero, la cual no deja de ser una anecdótica chorrada a añadir a esa galería de los horrores lingüísticos junto a "miembras", "jóvenas" y demás majaderías. Pero, como digo, es un síntoma de cómo la politización del lenguaje está echándolo a perder bajo una tromba de eufemismos estúpidos (ej: el otro día, TVE dijo "personas con capacidades diferentes" para hablar de discapacitados), palabros estrambóticos y desdoblamientos innecesarios. Innecesario, sí, porque no hay necesidad ninguna de convertir al femenino una palabra como "portavoz", cuyo lexema principal ("voz") ya es de género femenino.

Cosas como por ejemplo cuestionar la coherencia que lleva a diferenciar radicalmente entre sexos biológicos manipulando los géneros gramaticales de los sustantivos en aras de la consecución (legítima, necesaria, improrrogable, incuestionable y loable) de la igualdad material y efectiva de entre hombres y mujeres a nivel laboral, salarial y social. ¿Distinguir para igualar? ¿Separar para unir? Es como querer prepararte un colacao y verter la leche en un vaso y el cacao en otro. Sinceramente, me parece gilipollesca esta obsesión con desdoblar sustantivos que tienen algunos presuntos paladines de la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres. ¿Se soluciona la discriminación laboral, salarial y social retorciendo el lenguaje? ¿Se acaba con el machismo ampliando innecesariamente el diccionario? Honestamente, creo que si alguien se siente incómodo con un sustantivo de significado inclusivo sólo por el género de dicho sustantivo el asunto no tiene nada que ver con el antagonismo machismo-feminismo ni con la reivindicación de la igualdad ni con la visibilización de la mujer sino con un problema de tipo psicológico, como cualquier fobia o filia. Por ejemplo, yo me siento tan tranquilo y representado cuando alguien dice "la humanidad" o "la especie" como cuando se emplea "el ser humano" o "el hombre". Igual que no me salen sarpullidos si alguien me denomina como "periodista" ni entro en shock anafiláctico si se me califica como "urbanita" ni tengo una angina de pecho al sentirme aludido cuando alguien dice "hinchada colchonera". Querer ver problemas donde sólo hay palabras es como ver gigantes donde sólo hay molinos, y no precisamente por un empeño quijotesco sino por un cipitostio mental de quien confunde velocidad y tocino, churras y merinas, culo y témporas. De seguir las actuales trazas de querer dar soluciones gramaticales a problemas que requieren únicamente revulsivos legislativos y educativos, lo único que se va a conseguir es saturar y enfangar un idioma como el español y una lengua como la castellana. La igualdad efectiva y real entre hombres y mujeres no pasa por reformar el diccionario ni la gramática española. Pasar por reformar leyes y conciencias. En ese sentido, flaco favor hace a la lucha por la igualdad entre sexos y la visibilización de la mujer quien dedica su esfuerzo y tiempo a juguetear con el idioma de una forma burda, cutre y chapucera. ¿Se imagina alguien cómo reaccionaría el personal en general y las pseudofeministas en particular si un grupo de hombres liderara una reacción "a la Tabarnia" y empezara a reclamar urbi et orbe el uso de vocablos inexistentes en género masculino como "periodisto", "poeto", "atleto", "articulisto", "estilisto", "cerebra", "taxisto", "criaturo", "persono" y paridas similares? Las mujeres no necesitan que cambien las voces del castellano sino que, como diría el poeta, se les dé la voz y la palabra...a ser posible no para decir memeces sino para demostrar que en este mundo no puede haber más discriminación que la basada en el mérito y la valía.

Cosas como por ejemplo aclarar a algunos tarugos y algunas lerdas que no es el diccionario de la RAE el que hace a la sociedad española sino que es la sociedad española la que hace al académico diccionario. Éste no es otra cosa que un recipiente que recoge y refleja nuestro idioma: va a rebufo de la sociedad, no en vanguardia. Por eso, sandeces como decir que el diccionario es machista y hay que cambiarlo no sólo evidencian un profundo desconocimiento de cómo funciona el asunto sino que equivocan el tiro y la diana. Cuando la sociedad cambie (y, ojo, debe cambiar), el diccionario cambiará. Punto. ¿Que es más fácil hacer críticas facilonas y demagogas que impulsar cambios legislativos que solucionen de raíz la discriminación contra las mujeres? También. Pero cada persona llega hasta donde se lo permite su vergüenza y su cerebro.

En resumen, si el verdadero feminismo (que es una cosa bien distinta al que reivindican las despelotadas de FEMEN y la "postureante" progresía española), ese que puede y debe implicar a cualquier mujer y hombre de bien, depende de gente como Irene Montero, apañado va.

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