Este artículo no va de lo que pasa cada lunes en cuanto te desconectas de la almohada. Ni de lo que pasa un domingo tras un febril sábado noche en el que cultivaste con esmero la resaca. Ni de lo que pasa la mañana siguiente a perder el trabajo o la pareja. Ni de lo que pasa al primer amanecer tras enterrar a un ser querido. Pero algo de eso tiene.
Al Atlético de Madrid muchos, dentro y fuera de la afición rojiblanca, le habían dado por caído tras sus merecidas eliminaciones en Liga de Campeones y Copa del Rey. Y es cierto: cayó. Pero no menos cierto es que el Atleti tiene el ADN de Luis Aragonés y la sangre de Diego Pablo "Cholo" Simeone, dos virtudes que hacen imperdonable olvidar que cuando este equipo cae, siempre se levanta. Aunque cueste, aunque dé pereza, aunque duela, aunque la melancolía sea un veneno apetecible, aunque apetezca chapotear en el charco de la autocompasión, aunque seduzca la idea repartir metralla en 360 grados, aunque lo cómodo sea mandarlo todo a la mierda, aunque lo fácil sea quedarte a oscuras por decisión propia...el Atleti se levanta, porque no son las victorias las que definen a un auténtico campeón sino las veces que se levanta tras caer.
Y eso, levantarse, es lo que ha hecho el Atlético de Madrid en los dos últimos partidos de Liga contra dos rivales tan dignos como inocuos. En este levantamiento ha sido clave la actitud de los jugadores quienes, con o sin "cholina" mediante, han demostrado un orgullo propio de aquellos espartanos que escribieron su leyenda en las Termópilas. La verdad es que el contexto emocional en que se ha jugado contra Las Palmas (3-0) y Valencia (1-0) ha sido claramente bipolar: o "Toma de La Bastilla" o "Te quiero Atleti lo-lo-lo-lo-lo-lo". Afortunadamente ha sido lo segundo. Y ha sido así gracias no sólo a la profesionalidad de los jugadores (para eso se les paga) sino al compromiso que han demostrado con todos esos intangibles que pesan tanto en el corazón y el recuerdo de los hinchas. El Atlético estará más o menos afortunado en los pases y los tiros pero hoy por hoy sólo un imbécil podría cuestionar que cada jugador, dentro de su singularidad, capacidad y circunstancia, está demostrando el coraje, el corazón y la dignidad suficientes para vestir la rojiblanca. En el momento más oscuro de la presente temporada, cuando los carroñeros ojeaban ya el menú, cuando los haters inauguraban aserraderos de árboles caídos, cuando los medios de comunicación sólo prestaban atención al equipo para sembrar cizaña y esparcir humo y mierda, cuando muchos "nuevos colchoneros" pecaban del mismo clasismo y oportunismo que los vecinos merengues, cuando algunos tenían la tentación de agachar la mirada...el Atleti ha vuelto a levantarse (y van...). Un zasca sin estridencias ni postureos, pero un zasca en definitiva a todos aquellos que no lo pueden entender ni saben qué se siente. Un giro de guión para incrédulos que sabe al alimento preferido por la hinchada rojiblanca: orgullo.
Naturalmente, tras estas dos oportunísimas victorias, hoy más que nunca hay que ser fieles al mantra cholista del partido al partido y abandonar toda ciencia-ficción de barra de bar. Pero hoy también hay que decir que los chicos del Cholo se merecen un "gracias" de parte de muchos y un "perdón" por parte de otros tantos. ¿Por qué? Por convertir los miedos y las críticas en aplausos y sonrisas. Por ganar contra todos los elementos: las lesiones, los deméritos propios, la presión, la prensa, los bocachanclas, el frío, la lluvia, la nieve, los árbitros...Cuestión curiosa esta de los árbitros, por cierto. No conozco ninguna profesión donde tanta negligencia quede tan impune. Sólo hay una cosa que me asombra más que ver cómo los árbitros conservan su sueldo: contemplar cómo se pavonean cual torero en Las Ventas pese a fallar una vez sí y otra también por reinterpretar el reglamento a su libre albedrío de tal manera que si un portero sale a por uvas y revienta la cara a un jugador rival en el área no es penalti (¡Ánimo, Godín!). Gilipollas del mundo, no lo dudéis: el arbitraje es vuestra mejor salida profesional.
Acabo ya. Yo no sé qué logrará el Atleti esta temporada. Tampoco me quita el sueño. Pero lo que sí sé que es más fácil soñar cuando aprendes algo positivo y útil para la vida: que caer es la excusa perfecta para levantarte, que esto de vivir no consiste en lo que te pasa sino en qué haces con lo que te pasa. Y el Atleti, con todo lo que le está pasando esta temporada, sigue siendo ese equipo único, entrañable y apasionante que hace fácil lo difícil, como, por ejemplo, levantarse. ¡Aúpa Atleti!
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