A veces, la lógica, la suerte y el mérito se ponen de acuerdo y organizan un estupendo ménage à trois que deja a todo el mundo con una sonrisa. Esta tarde, en el Metropolitano pasó eso. Tardó en pasar, sí, pero lo importante es que pasó. Y pasó porque el Atleti se parece cada día más al Atleti, afirmación que hace unas semanas sólo se podía hacer con alcohol en sangre y una bufanda en los ojos. Y pasó porque el conjunto rojiblanco demostró en un momento crucial algo vital para ser alguien en la vida, dentro y fuera del deporte; unos lo llaman carácter, otros personalidad y los grandilocuentes lo denominan coraje. Algo tan atlético que está en el himno y en algunos cánticos de la hinchada colchonera ("échale huevos" y otros grandes éxitos).
El principal damnificado de la postrera exhibición de personalidad rojiblanca fue un más que digno rival, la Real Sociedad, que empezó el encuentro adelantándose con merecimiento y acabó superado por la convicción sísmica del Atlético de Madrid. El equipo local no lo tuvo nada fácil por varias razones: la Real no es precisamente una charanga de amiguetes, el realista Rulli fue más Oblak que el propio Oblak, el rojiblanco Correa fue más Vietto que el propio Vietto, la defensa colchonera se metió en más jardines de lo que es esperable en la soldadesca de Simeone y los pases de Thomas venían acompañados de la música de Psicosis. Pero, como el Atleti es así, espabiló enormemente con el 0-1, dejó aparcada en el descanso la peligrosa pachorra de sobremesa y decidió poner calor a la gélida tarde en el Metropolitano, convirtiendo la segunda parte del partido en un combate casi boxístico donde cada conjunto atacó y se defendió con sus propias armas. El público, como un juez de silla, miraba sin pausa de un lado a otro, pero, conforme fueron pasando los minutos, más hacia uno: el del área de Rulli, que agotaba sus vidas en forma de paradones hasta que ya le cayó el Game Over. Ya saben: lo importante no es cómo se empieza sino cómo se acaba. En este caso, 2-1.
¿Por qué ganó el Atleti? Porque demostró que el corazón llega donde no lo hace el talento ni el cuerpo. Y el Atleti, cuando le pone corazón al asunto, es como el New Team de Óliver Atom: a lo mejor tarda treinta episodios y cuatrocientos desesperantes kilómetros de campo pero al final la victoria acaba apareciendo en su lateral del marcador. Una trabajada y merecida victoria que esta tarde sirvió Saúl (el "Señor Lobo" de la Pulp fiction rojiblanca) primero a Filipe Luis y luego a Antoine Griezmann (su abrazo con Simeone debe haber causado una angina de pecho a varias decenas de trolls y haters) para dejar contentos y calientes a sus seguidores. Una justa victoria que mantiene lejos el pesimismo y permite seguir creyendo en un equipo que partido a partido va mejorando sus prestaciones y sensaciones. Todo parece indicar que lo mejor está por llegar. ¡Aupa Atleti!
1 comentario:
A veces, la lógica, la suerte y el mérito se ponen de acuerdo y organizan un estupendo ménage à trois que deja a todo el mundo con una sonrisa.Estoy de acuerdo con esta idea.
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