Como una fiesta de Nochevieja sin alcohol. Como una película
existencialista uzbeka. Como un paseo por el desierto de Atacama. Como una cocacola que ha perdido el gas. Así de
entretenido fue el Atlético de Madrid - Bayer Leverkusen casi todos
los 93 minutos que duró.
El "casi" se debe a la aparición de vida extraterrestre en el Vicente Calderón. Con la NASA haciendo un carísimo tacto rectal al cosmos en busca de vida alienígena y resulta que ésta está aquí en la Tierra, en el hogar de la mejor afición del planeta. Porque, ahora en serio, lo de Jan Oblak no es de este mundo. Lo que hace parece propio de Benji Price y éste es un dibujo animado. Este rubio discreto y espigado recuerda al Hombre de Vitruvio bajo palos porque en no pocas ocasiones parece la perfección hecha portero. Todo sería más creíble si creyéramos que Oblak es la encarnación eslovena del dios hindú de la protección, Visnú, porque lo que hizo anoche sólo se explicaría si tuviera cuatro brazos y un don para proteger a los suyos. Si a alguien le parece exagerado todo esto que acabo de decir, que vea por favor la segunda parte de Oblak anoche y luego ya hablamos de hipérboles, metáforas, etc. Porque fue Oblak y sólo Oblak quien en la última mitad de la eliminatoria decidió recompensar a la hinchada rojiblanca por su asistencia
y animó la noche madrileña y amargó la
alemana. Sus extraordinarias paradas fueron lo mejor de un encuentro en
el cual el Atleti tiró de ramplonería para finiquitar el asunto sin grandes alardes y el Bayer sólo demostró tener un guardameta bastante fiable (Leno metió dos manos extraordinarias que salvaron a su equipo) y una afición animosa.
Ignoro si el mediocre partido que firmó el Atleti se debió al relajo por
la cómoda ventaja atesorada en la ida o a la necesidad de ahorrar
esfuerzos ante la inminente y trascendental visita liguera del Sevilla o
al once de circunstancias que planteó Simeone o a que algunos jugadores
decidieron irse de viaje astral o a que la persistente fe del Cholo en
algunos chicos sigue peleada con la realidad. Puede que fuera debido a todos estos discutibles factores pero el caso es que el juego del Atleti, pese a dejar algunas jugadas de mérito, estuvo más cerca de ser malo que bueno. Con el Leverkusen este juego "doble cero" puede valer y valió para dejarlo en la cuneta. Con otros equipos no. Con otros equipos no bastará con, por ejemplo, dar la enésima oportunidad al voluntarioso pero aturullado Correa sino que será necesario que todos los cracks disponibles estén en el césped y no calentando en la banda.
En definitiva: el de anoche no fue un encuentro vistoso ni
entretenido pero sí eficaz porque valió para pasar a los cuartos de
final de Liga de Campeones y así estar muy merecidamente entre los ocho
mejores equipos de Europa por cuarto año consecutivo; un hito que, por estar acostumbrados, corremos el riesgo de minusvalorar. Y todo gracias a
que, aunque el Atleti no tuvo su noche, sí la tuvo ese portero que
bordea los límites de lo increíble llamado Jan Oblak, cuya sensacional
actuación bien valió el precio de la entrada y el pase a la siguiente ronda. ¡Aupa Atleti!
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