Conmovidos aún después de que el jueves el Atleti casi perdiera un ídolo
y el Cielo casi fichara un nuevo crack, llegó el partido contra el
Valencia. El primero después del susto. El primero de esa nueva Liga
cuyo objetivo ya no es ganarla sino obtener billete de ida al Olimpo
europeo. Una Liga abreviada y carente de piedad que no admite ya
distracciones de ningún tipo, procedan de entrenadores con problemas de
autocrítica, periodistas mediocres con demasiada mala idea, haters que se creen
hinchas rojiblancos, ultras en huelga contraproducente,
directivos sin más modelo de negocio que la torpeza, colchoneros pesimistas que están más por el lloriqueo agorero que por
animar a la lucha o de aficionados melancólicos de imposibles que
hicieron perder el rumbo a la nave rojiblanca durante buena parte de la
competición.
Así las cosas, el Atleti tenía dos opciones: meterse en un lío o pasar
página. Por suerte, fue lo segundo, realizando un partido más serio que
la cara de Clint Eastwood que le permitió vencer a su disfuncional rival
por un contundente 3-0, que, ojo, no fue aún peor para los valencianos
no tanto por una intervención de la Virgen de los Desamparados como por los
inverosímiles fallos locales ante la portería defendida por Alves.
Fallos que, todo sea dicho, no ensucian el notable partido del Atlético,
que en muchos momentos recordó al de los no tan viejos tiempos. Es
cierto que, por ejemplo, el equipo rojiblanco sigue teniendo entre sus defectos un
nivel de porosidad incompatible con la filosofía zen pero no menos
verdad es que ayer la intensidad del Atleti en todas sus líneas fue una de las claves para
entender por qué el Valencia acabó despeluchado y los locales más
entonados que Donald Trump en una reunión del KKK.
Lo mejor de todo fue que Fernando Torres estuvo presente en el Calderón
para recibir el cariño de la hinchada (hasta dos veces se levantó la
leyenda para agradecer los cánticos y aplausos) y disfrutar del
estupendo partido de todos sus compañeros, entre los cuales creo que brillaron especialmente Lucas (partidazo), Saúl (sensacional en el medio) y Griezmann, quien demostró por enésima vez que es un verdadero
crack y un descomunal jugador de equipo. Una buena forma de celebrar su partido 100 con el Atlético.
En resumen: el Atleti ayer, en un momento decisivo de la temporada, sacó
las garras cual Lobezno y mandó un mensaje muy claro a propios y a
extraños: podrán golpearlo, podrán derribarlo, podrán darle por muerto...pero aquí nadie despierta hasta que el sueño termine. ¡Aúpa
Atleti!
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