Jugadores, deportistas, atletas, campeones, personas...Da igual qué sustantivo escojamos para acompañar al adjetivo "Grandes". Cualquiera vale. Cualquiera se lo han merecido, demostrándolo repetidamente sin que nunca aburra tanta reiteración. La Selección Española de Ba-lon-ces-to (como dijo el gran Pepu) está formada por una legendaria generación de "sintecho". Sí, "sintecho", porque reto a cualquiera a que me diga cuál es el techo deportivo o humano de este equipo.
Un grupo que ha recorrido el camino hacia la leyenda con paradas en Japón, Rusia, China, Polonia, Turquía y, ahora, Lituania. Pueden haber variado algunos nombres y rostros, pero el espíritu, los valores y las cualidades, permanecen intactos: Talento, compromiso, sacrificio, trabajo, compañerismo, mentalidad, mesura, ambición...y una humanidad gigantesca. Eso define individual y grupalmente a nuestra selección de baloncesto. Y por eso, son envidados y envidiables, admirados y admirables. Por eso, son campeones, hasta cuando no se suben al primer puesto del podio, circunstancia ésta que es tan infrecuente como necesaria, para poner en su justo valor las memorables hazañas y logros de estos prodigios.
Bajo la engominada sensatez de Scariolo, con los hermanos Gasol poniendo el cartel de "Reservado el derecho de admisión" en la pintura, Ibaka cerrando el espacio aéreo español, Navarro paseándose como Luke en la Estrella de la Muerte, Calderón como maestro zen, Rudy, Ricky y Llull poniendo más peligro que una ducha de gremlins, Sada, San Emeterio y Reyes dispuestos a partirse la cara con quien se atreva a mirar a nuestra canasta, y Claver demostrando que la paciencia también es una virtud...la selección de baloncesto se ha convertido en un equipazo al que los rivales miran como si fuera una fiesta de pijamas de Heidi Klum, Charlize Theron, Mónica Bellucci y Olivia Wilde: Cuando todo ha terminado, ellos siguen ahí, con la boca abierta y un hilillo de baba cayendo comisura abajo. Que te toque jugar contra España en baloncesto es como torear a Godzilla, describir a Falete, encontrar vida inteligente en La Moncloa o que La Sexta no corte un anuncio emitiendo un partido: una misión imposible. Por eso, estos chicos tienen más medallas que Rambo. Porque, simplemente, son los mejores.
Esta vez, han ganado el Eurobasket. Tal y como están de afinados, lo mismo ganarían el festival de Eurovisión. Ganamos a los lituanos en su casa, a Nowitzki y sus alemanes al fondo, a los ¿temibles? serbios, a los teloneros eslovenos, a los aguerridos macedonios, y a Tony Parker S.L. dos veces. A todos ellos les tenemos que estar muy agradecidos por haberlo dado todo contra nosotros, porque sólo así las victorias tienen un sabor de los que se cuentan a los nietos.
Pero todo esto queda empequeñecido por los colosales detalles humanos que, especialmente en la final, todo el mundo ha podido presenciar: Los detalles que hablan de un grupo de personas que se admiran, se respetan, se comprenden, se entienden y, por encima de todo, se quieren. Algo que se ejemplifica perfectamente en un pequeño gran gesto: el del capitán de la selección y MVP del torno, Juan Carlos Navarro, cediendo el protagonismo a Felipe Reyes, huérfano de padre antes de comenzar el Eurobasket, para que levantara el primero el trofeo como campeones de Europa. Y lo cierto es que sí, son campeones, pero no sólo en lo deportivo y, por eso, son absolutamente geniales.
2 comentarios:
Grandes y no sólo en lo físico. Uno de los equipos que impone e impondría también en la NBA. Por poner un sólo defecto, para mi gusto, habría que exigirle mucho más a Riki Rubio. Sé que es joven pero no puede pasar de tirar al aro más.
¡ENHORABUENA A LOS CAMPEONES!
Salu2
Y además con especial éxtasis de placer si se gana a Francia.
Saludos
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