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Las desventuras del pobre e "inocente" Richard Hannay implicado a su pesar en una conspiración entre espías y demás gente indeseable son llevadas a escena de una forma más que inteligente y hábil en cuanto al uso del escenario se refiere, al utilizar brillantemente muy pocos elementos para emular decenas de ambientes y lugares distintos. Cantar distinto es la interpretación, en la que los mal llamados secundarios (Beatriz Rico, Gabino Diego y Diego Molero) dan sopa con honda en naturalidad, talento y desenfado al actor protagonista, Jorge de Juan, que ofrece una actuación irregular, desafinada,
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Si ya la historia en que se basa no es la más hilarante del mundo y pierde "alma" con el cambio paródico de la pantalla a las tablas, el hecho de que el eje principal de "Los 39 escalones" descanse sobre un Jorge de Juan francamente desacertado en su interpretación, la impresión o regusto que tuve al salir del teatro fue de que, poco o mucho, se había desperdiciado potencial. Algo que, paradójicamente, exhibió el menos conocido de los intérpretes y el más brillante en comicidad de aquella velada: el camaleónico Diego Molero. Éste y, como decía antes, el uso del mobiliario y los recursos escénicos son lo más interesante de esta "adaptación" que, aunque mejorable, no defrauda como pasatiempo...y es que, pese a todo, el teatro sigue siendo una opción formidable a la que dedicar el tiempo libre.
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