Resulta chocante que una película que se llame "Good" sea tan mala, pero bueno, sorpresas te da la pantalla grande. Bajo una premisa más que interesante (cómo un intelectual y hombre de bien se va dejando integrar y seducir por la maquinaria nazi), "Good" ofrece al espectador una pura y dura traslación cinematográfica de una obra teatral (me juego el pescuezo a que es mejor y más interesante que lo parido en el celuloide) y he ahí el principal problema: El director Vicente Amorim hace un burdo pastiche de las escenas teatrales de tal (mala) forma que se salta de unas a otras como quien tiene un ataque de hipo, un tic o un complejo de canguro. Tal vez él y/o los perpetradores del guión (C.P.Taylor y John Wrathall) desconocen, olvidan u obvian que adaptar una obra significa contar lo mismo pero con un lenguaje y recursos diferentes. Vamos, que, por ejemplo, lo que en teatro se soluciona con una transición de silencio, música, cambio de luz o monólogo de uno de los protagonistas no lo puedes transformar en cine en un "y ahora pasamos directamente a esto otro", sin utilizar más recurso para indicar el cambio de lugar o tiempo que el de "¡Anda! ¡Ahora van vestidos diferentes!" o "¡Fíjate tú! ¡Antes estaban hablando en su casa y ahora no!". En definitiva, un despropósito tanto desde el punto de vista del montaje como del narrativo-argumental.
Y esto quizás lo habrían podido salvar los actores...si no estuvieran mal dirigidos. Sólo Jason Isaacs ofrece una interpretación creíble y con suficientes matices. El resto, empezando por el habitualmente formidable y aquí desaprovechadísimo Viggo Mortensen, ofrecen un repertorio de actuaciones planas, sin alma y que, en el mejor de los casos, se aferran a clichés y arquetipos que no maquillan lo que es una mala actuación. Parece que hubieran hecho esta película obligados por una hipoteca, pistola o deuda vital. Otro demérito para el casillero del director.
Pero, para terminar abochornado y con cierta sensación de tomadura de pelo en el paladar, falta el tiro de gracia: la prescindible, inexplicable, inexplicada y absurda inclusión de escenas en las que, sin venir a cuento, el protagonista John Halder (Viggo Mortensen) oye una suerte de música clásica u opereta interpretada por figurantes. Toma jeroma. Y si esto ya desconcierta durante buena parte del metraje, no te digo nada que sea precisamente una escena de éstas la que cierre la película...¡en un campo de concentración! Vamos, para asaltar la taquilla y exigir la devolución del importe de la entrada.
Quizás debería haber empezado esta crítica con una frase que se escuchó en el patio de butacas cuando los créditos liberaban del suplicio sufrido: "¡Vaya mierda!". En definitiva, "Good" es una pérdida de tiempo y dinero que me trajo a la memoria otra bochornosa adaptación cinematográfica, esta vez patria: "El lápiz del carpintero". En fin, el mejor destino para adaptaciones como éstas no es un una pantalla de cine, sino el fondo de un retrete.
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