Al final, tras un nudo en la garganta, dos dedos cruzados y tres litros de sudor nervioso, todo acabó bien. Lo de mi amado Atleti es como una tv-movie de suspense: un guión que recuerda a otros mejores, un reparto donde brilla por encima de medianías una estrella que no sabes muy bien qué pinta ahí y un noséqué que te hace quedarte hasta el final, a ver qué pasa. El caso es que estamos en Champions, hasta que nos larguen, ya sea en la ronda previa o en las sucesivas, pero oye, ahí estamos. ¿Y todo gracias a quién? A San Diego Forlán, rubio y apolíneo beato del balompié que ha desplazado a San Judas Tadeo como patrón de las causas perdidas, al menos, de las futbolísticas. Sin él, sin su entrega, su profesionalidad, su talento, su perseverancia, su honestidad, su valentía, su temeridad y sus magníficos goles, mi querido equipo rojiblanco habría comenzado hace varias semanas una competición interna de hara-kiris al grito de "¡Sálvese quien pueda!" mientras se hundía en la clasificación. Por tanto, se vaya o se quede vistiendo la camiseta de mis entretelas, Forlán se merece un monumento eterno en la memoria de todo buen aficionado atlético.
No en vano, él es el principal responsable de que hoy no me acuerde de la madre que alumbró al "mandao de los Gil" (uséase, el prepotente y cenizo Enrique Cerezo), a la mano que estremece la cuna (Miguel Ángel Gil), a Disparates Pitarch (que es a la dirección deportiva lo que las escopetas de feria a las armas de fuego), a Javier Aguirre (a quien es mejor que le vaya bonito lejos, muy lejos del Calderón) y a la santa compaña de ánimas en pena y sueldos en alza que gangrenan al Atlético (véase los extintos Maniche y Seitaridis o los extinguibles Luis García, Pablo, Banega, Maxi...). Si fuera por el nivel humano, intelectual y profesional de los directivos y el 70% de la plantilla, el Atleti merecería estar jugando en Segunda. Tiempo habrá de afilar cuchillos y tomar la Bastilla.
En cuanto a Abel Resino, pues, salvo porque se travistió del cobarde e insensato Aguirre la noche que menos debía (la del partido clave contra el Oporto en la Liga de Campeones), ha demostrado la diferencia entre saber lo que se quiere y lo que no, entre la valentía y la tibieza, entre la personalidad y la autocomplacencia, entre la sensatez y la tozudez, entre motivar a una plantilla o convertirla en una guerrilla de zombis, entre sentir un club y no sentirlo...En definitiva, entre él y Javier Aguirre. ¿Que sigue respondiendo al perfil de entrenador top manta? Pues claro, pero es pura coherencia: Ya la directiva, que es quien elige, tiene un nivel de chichinabo. Sea como fuere, bendita sea la hora que vino Abel o se marchó Aguirre.
¿Y qué pasa con Agüero? Que primero Torres y luego Forlán han demostrado que una cosa es ser muy bueno y otra es ser un crack idolatrable. Y el Kun, hasta que se centre o le dejen centrarse de una vez por todas, seguirá siendo un jugador muy bueno (como Simao) pero lejos todavía de lo que implican nombres como Kiko Narváez, "Cholo" Simeone, Fernando Torres o Diego Forlán.
Pero, como digo, hoy es momento de celebrar que el Atleti está a la altura de su afición y todo gracias al único crack verdadero: Diego Forlán. ¿Cuánto durará esto?...No empecemos a tocar las p...preguntas.
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