En las últimas semanas, los hemos visto hacer el tonto y hablar en serio. Los hemos visto bailar, cantar a capela, conducir, tomarse un café, jugar al futbolín, tirar a canasta, montar en globo, comentar partidos de fútbol, tomarse un café, dar collejas a hijos bocazas, contar intimidades, acomodarse entre los cojines de Osborne...Lo que sea con tal de evitar que parezcan meros expendedores de promesas electorales. Por ver, incluso hemos presenciado debates entre (casi todos) ellos. Parece que los medios y los partidos han consensuado que la mejor forma de hacer campaña en España en el siglo XXI es convertir a los líderes políticos en estrellas mediáticas, lo cual implica a su vez apostar más por la popularidad que por la credibilidad del candidato en cuestión, algo ciertamente discutible pero respetable. Así, del "programa, programa, programa" que diría aquél se ha pasado al "programa de radio, programa de televisión, programa de internet". Como consecuencia de ello, la necesaria, urgente y reclamada segunda transición española ahora mismo está más cerca del zapping que del cambio político, una curiosa estrategia cuyos resultados veremos el próximo 20 de diciembre.
Por eso, ahora que ya estamos en plena campaña presidencial y que hasta Francisco Ibáñez ha tomado cartas en el asunto, quiero hacer una breve reseña de los candidatos a La Moncloa.
Mariano Rajoy: No creo honestamente que sea mala persona ni un bastardo vocacional pero sí creo que es objetivamente un cenizo, mentiroso, enajenado, majadero, acomplejado, soso, perezoso, cobarde, perjudicial, extemporáneo y tarugo cuya habilidad para traicionar sus propias palabras sólo se ve superada por su colosal talento para quedar en ridículo a base de tautologías y declaraciones que lo sitúan en la senda de Ramón Gómez de la Serna y Groucho Marx. Por ello, que este líder de un partido copado por jetas, pelotas y mediocres y de un gobierno que ha dejado a la clase media, al mercado laboral y a la cultura hechos unos zorros siga teniendo opciones de ganar unas elecciones es algo que se merece un programa especial de Íker Jiménez, no vaya a ser que haya estallado un apocalipsis zombi que transforma a la gente en comecerebros votantes del PP y no nos hayamos enterado.
Pedro Sánchez: El tipo que vive, habla y se mueve como si estuviera permanentemente en un anuncio. Es científicamente imposible tomarlo en serio. Está muy bien que el hombre tenga confianza en sí mismo y en sus posibilidades como líder no ya de su partido sino hasta del país pero, las cosas como son, su infundada e indudable autoestima sólo es comparable a su ingenuidad mental y volatilidad ideológica. Su afán por llamar la atención, explotar su telegenia, ponerse estupendo y venirse arriba da mucho juego...siempre que lleves un par de copas encima. Así, Sánchez está más cerca de ser Joaquín Reyes imitando a Kennedy que de constituir una candidatura digna de ser tomada en serio. Al principio, su permanente "modo Teletienda" me parecía curioso pero ahora ya me parece irritante. En teatro se diría que está sobreactuando; en política, que está dando vergüenza ajena. Tanto que cada aparición suya debería aparecer acompañada de un rótulo que pusiera "Apadrina un capullo".
Pablo Iglesias: Un chaval con conflicto de personalidad. No se sabe si quiere ser Robin Hood, el Ché Guevara, Robespierre, Jesucristo echando a los mercaderes del templo, Stalin versión low cost, estrella del rock, el hijo imposible entre Carrillo y la Pasionaria, demagogo pancartero o parlante de bananero en la intimidad. Está claro que fue el primero en llevar la contraria al establishment y el primero al que el bipartidismo le ha partido la cara en lo político y en lo mediático. Pero también está cristalino que es el jefe de pista de un sinestro circo en el que podemos ver a una defecación con problemas fiscales, un niño batracio y los coros y danzas de porrolandia. Su calculada ambigüedad política, su tibieza ante el terrorismo (sea el etarra o el yihadista) o la dictadura venezolana, sus vaivenes entre el radicalismo antisistema y el postureo reformista, su reiteración en la bulla demagógica aun cuando carezca casi siempre de una base real, su inviable y mutante programa y su afinidad con escombreras (en lo estético, en lo ético y en lo político) como Bildu, Barcelona en comú o Ahora Madrid pueden y deben/deberían pasarle factura electoral, aunque es evidente que es la nueva y merecida cara de "la izquierda" a nivel nacional, al menos a corto plazo, toda vez que ha superado al ridículo Sánchez y al trasnochado Garzón en tal menester. Al fin y al cabo, la gente de izquierdas siempre ha sabido premiar la demagogia fácil y el arribismo: para muestra, un Pablo.
Albert Rivera: Al igual que ocurre con la democracia respecto a los otros sistemas políticos, Rivera es el menos malo de todos los candidatos políticos. Quizás su principal defecto es ser, parecer y mostrarse tan pluscuamperfecto que habrá muchos españoles con la razonable duda de saber si es un ser humano o alguien que ha visto Rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. No obstante, es evidente que un tipo que, sin ser el campeón que debe revalidar el título, está siendo atacado con la misma saña por el resto de rivales-aspirantes (y sus medios afines y seguidores) no sólo es la referencia sino probablemente el único que electoralmente está haciendo bien las cosas y, de paso, deja carentes de contenido las críticas de quienes le acusan de ser "el nuevo PP" (que es lo que dice la izquierda) o "filoizquierdista" (que es lo que dice la derecha). Porque es innegable que pese a los obvios errores, deslices y torpezas que ha cometido su partido en el pasado (véase Libertas) y el presente (véase Junta de Andalucía), es la única formación política de las cuatro en liza que, al menos según parece, no se ha visto penalizada por el electorado. Dicho lo cual, alguien que apuesta por una nueva forma de hacer las cosas, por huir de las etiquetas, por no condicionarse, por no ser más de lo mismo, por cuidar la ética tanto como la estética, por tomarse la política en serio...me cae bien.
También debería hablar de la sección "Walking Dead", la parte de "lefties" de la política nacional, el terreno en el que existen partidos que sólo percibe el niño del sexto sentido: IU, UPDyD, Vox...pero hay que dejar tranquilos a los muertos.
Sea cual sea el desenlace electoral, lo único seguro es que las semanas que quedan hasta que pasemos por las urnas serán un tour mediático de los cuatro componentes de "The Candidates" intentando convencer a los indecisos, porque a sus groupies ya los tienen plenamente movilizados. Tan sólo espero que, sea cual sea el resultado de las elecciones, el 20-D se certifique la defunción del tóxico bipartidismo y de la vieja forma de hacer política y de servirse de ella. Al menos eso sí nos lo hemos ganado.
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