No podemos votar desde el miedo. Ni desde la pena. Ni desde el odio. Ni
desde la resignación. Ni desde la inercia. Ni desde la ingenuidad. Ni
desde la vergüenza. Ni desde el forofismo. Ni desde la crítica. Ni desde
la confrontación. Ni desde el egoísmo. Ni desde el pasado.
Debemos votar desde la ilusión. Desde la esperanza. Desde la convicción.
Desde la voluntad. Desde la consciencia. Desde la experiencia. Desde el
orgullo. Desde la conciencia. Desde la
propuesta. Desde el entendimiento. Desde la altura de miras. Desde el
presente pensando en el futuro.
Ya no podemos ni debemos votar por descarte. Ya no podemos ni debemos votar para que el otro no gane. Ya no podemos ni debemos votar para ajustar cuentas. Ya no podemos ni debemos votar para seguir alimentando frentismos ni turnismos que no llevan a ninguna parte. Ya no podemos ni debemos votar con los ojos cerrados. Ya no podemos ni debemos votar mirando al pasado. Ya no podemos ni debemos votar como quien da un cheque en blanco. Ya no podemos ni debemos votar pensando en que será otro el que se coma el marrón. Ya no podemos ni debemos votar con la intención de imponer o ignorar. Ya no podemos ni debemos votar para perpetuar errores o cambiarlos por otros. Ya no podemos ni debemos votar pensando sólo en nosotros. Ya no.
Nuestros abuelos y padres, quienes nos precedieron, hicieron grandes sacrificios para pasar página, para dejar de tirarse muertos a la cara, para dejar de mirar a derecha o izquierda y mirar hacia delante, para convivir desde la diferencia y la diversidad, para construir un país mejor para ellos y para quienes vinieran después. A ese momento, histórico y ejemplar pese a lo mejorable, lo llamamos Transición y nos trajo la democracia que tenemos hoy y de la que, pese a sus evidentes defectos, tenemos que estar agradecidos porque nos da la oportunidad de equivocarnos, de acertar o de cambiar las cosas.
Ahora, estamos ante otro momento histórico que puede y debe ser ejemplar en la medida en que puede y debe traer una regeneración democrática de la que disfrutemos no ya sólo nosotros sino también quienes vienen y vendrán. Pero para que sea ejemplar los que tienen que ser ejemplares no sólo son los políticos a los que elijamos en las urnas sino especialmente y por encima de todo nosotros: los electores, los soberanos, los ciudadanos. Así que mañana a votar por el mañana con todas las ganas, con todo el respeto y con la vocación de hacernos un regalo no sólo a nosotros ni a los nuestros sino también a los demás y a quienes heredarán las consecuencias de nuestras decisiones.
Todos conocemos a personas que en los 70 cambiaron la Historia de España, voto a voto. Ahora es nuestro turno, el de quienes no conocemos otra cosa que la democracia, para volver a hacer historia, para escribir un nuevo capítulo. Ahora nos toca a nosotros.
Ya no podemos ni debemos votar por descarte. Ya no podemos ni debemos votar para que el otro no gane. Ya no podemos ni debemos votar para ajustar cuentas. Ya no podemos ni debemos votar para seguir alimentando frentismos ni turnismos que no llevan a ninguna parte. Ya no podemos ni debemos votar con los ojos cerrados. Ya no podemos ni debemos votar mirando al pasado. Ya no podemos ni debemos votar como quien da un cheque en blanco. Ya no podemos ni debemos votar pensando en que será otro el que se coma el marrón. Ya no podemos ni debemos votar con la intención de imponer o ignorar. Ya no podemos ni debemos votar para perpetuar errores o cambiarlos por otros. Ya no podemos ni debemos votar pensando sólo en nosotros. Ya no.
Nuestros abuelos y padres, quienes nos precedieron, hicieron grandes sacrificios para pasar página, para dejar de tirarse muertos a la cara, para dejar de mirar a derecha o izquierda y mirar hacia delante, para convivir desde la diferencia y la diversidad, para construir un país mejor para ellos y para quienes vinieran después. A ese momento, histórico y ejemplar pese a lo mejorable, lo llamamos Transición y nos trajo la democracia que tenemos hoy y de la que, pese a sus evidentes defectos, tenemos que estar agradecidos porque nos da la oportunidad de equivocarnos, de acertar o de cambiar las cosas.
Ahora, estamos ante otro momento histórico que puede y debe ser ejemplar en la medida en que puede y debe traer una regeneración democrática de la que disfrutemos no ya sólo nosotros sino también quienes vienen y vendrán. Pero para que sea ejemplar los que tienen que ser ejemplares no sólo son los políticos a los que elijamos en las urnas sino especialmente y por encima de todo nosotros: los electores, los soberanos, los ciudadanos. Así que mañana a votar por el mañana con todas las ganas, con todo el respeto y con la vocación de hacernos un regalo no sólo a nosotros ni a los nuestros sino también a los demás y a quienes heredarán las consecuencias de nuestras decisiones.
Todos conocemos a personas que en los 70 cambiaron la Historia de España, voto a voto. Ahora es nuestro turno, el de quienes no conocemos otra cosa que la democracia, para volver a hacer historia, para escribir un nuevo capítulo. Ahora nos toca a nosotros.
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