martes, 3 de mayo de 2011

La enésima muerte de Satanás

Desde hace siglos, Occidente y Oriente se han demonizado mutuamente, con menos reparos que argumentos en muchas ocasiones, y casi siempre con la intención o el pretexto de organizar algún cisco político, bélico o diplomático de los que pasan a los anales de la historia, por lo repugnante.

Hablando puramente desde la óptica occidental, desde Saladino, el título de Satanás ha sido otorgado a decenas de individuos, sin importar si eran ribereños del Mediterráneo, circundantes de la tundra siberiana, habitantes alpinos u oriundos tropicales. En las últimas décadas, hijos de la madre que los parió como Hitler, Stalin, Castro, Gadafi o Hussein han ostentado (u ostentan) el cargo de "persona más odiada y/o temida por toda la civilización occidental y aledaños". La elección suele ser tomada por Estados Unidos, autoproclamado demonólogo político internacional por excelencia desde que encontró vida más allá del Atlántico allá por 1914. Normalmente, EEUU decide quién es el Satán de turno basándose en meros criterios de disparidad ideológica, necesidades geoestratégicas, beneficio económico (industria armamentística, control de carburantes) o propaganda política. Lo excepcional es que sea contrastadamente (basándose en número de vidas humanas perdidas) un bastardo más malo que la muerte y eso ha pasado en muy cosas ocasiones, por suerte para la humanidad.

El caso que suscita el artículo de hoy es por desgracia una de esas excepciones. Un cabrón con pintas que se ganó a pulso ser odiado y temido por todo el orbe menos por los iluminados que creen en un Dios que te premia a perpetuidad por estallar en mil pedazos y te regala vírgenes en el Más Alá. Un hijo de la gran burka con miles de muertes inocentes en su currículum y que hizo temblar al mundo con su explosiva combinación de locura, religión e hijoputez en las postrimerías del siglo XX y comienzo del XXI. Una bala perdida de las cloacas de la CIA  que se convirtió en un fusilamiento inmisericorde. Osama Bin Laden.  

Muerto, asesinado, abatido, ejecutado...me da igual el término. Lo importante es que ha recibido lo que merecía. La muerte. Y si hay algún meapilas que me hable de Derecho Internacional o Derechos Humanos más le valdría recordar el infierno del 11-S antes de cogérsela con papel de fumar y decir papanatadas. Lo único en lo que estoy en desacuerdo respecto a la fulgurante y sorpresiva aniquilación del penúltimo jockey del Apocalipsis es con el controvertido y extraño lanzamiento de su cadáver al mar. ¿Qué necesidad hay de contaminar aún más los océanos? Por cierto, la hipocresía de Pakistán con respecto al terrorismo islamista es como para dejar el país cual Chernóbil

Satanás ha muerto o, mejor dicho, ha vuelto al infierno, del que nunca debió salir (y van...). Ahora el título ha quedado de nuevo vacante a la espera de que algún paranoico sanguinario haga espeluznantes méritos para ostentarlo. Quizás sea Ayman Al-Zawahiri. Quizás sea otro. Lo único seguro es que pronto habrá un nuevo Satán, un flamante "malo de la película" internacional. ¿Por qué? Porque el ser humano es el único ser vivo que puede ser malo, porque Estados Unidos necesita un nuevo enemigo a abatir para cosechar la admiración planetaria y porque la humanidad necesita que le indiquen quién es el enemigo para sentirse inquietantemente cómoda y confiada mientras avanza en círculos (viciosos). 

Y, mientras tanto, mejor será alegrarnos profundamente de que hay un asesino menos en el mundo.

5 comentarios:

Rosa dijo...

Hola Javi, pues aunque alegrarse de la muerte de alguien, no es un sentimiento para sentirse orgulloso, si es cierto que este mal nacido se merecia su destino.

No estoy de acuerdo sin embargo, en lo que dices de la necesidad de buscar un nuevo enemigo público nº 1 que cubra la vacante. Son ellos, los que con sus actos atroces se hacen acreedores a tal calificativo.

Espero que la obra de teatro fuera un éxito. No pude finalmente acudir.

Un abrazo

Juan Carlos dijo...

Pues no sé yo si no sería mejor un encierro de por vida en una cárcel de máxima seguridad. Porque muerto poco pena ¿no?
¿Qué tal el teatro?

Cayetano dijo...

Pues sí, un asesino menos. No lloraré por él; pero no olvidemos que fue alentado por EEUU durante la guerra de Afganistán para fastidiar a los rusos. Igual que Sadam Hussein recibía armas para machacar a los integristas. Y Gadafi ha pasado de ser un "amigo extravagante" a un demonio al que hay que abatir. Lo cual no quiere decir que dejen de ser lo que son: unos canallas.
Un saludo.

MARIA dijo...

Lo malo de que alguien muera tantas veces, es que la gente a partir de la tercera o cuarta muerte desconfía un poco, no?.

Y yo si estoy de acuerdo en que buscaran a alguien que ocupe la vacante.

Un beso.

Javi Crespo dijo...

Es curioso, cuando menos, que EEUU sea quien se "fabrique" sus propios diablos y que dependiendo de la coyuntura política internacional, las etiquetas de "amigo" o "enemigo" se intercambien con tanta facilidad como desvergüenza.

Por lo demás, yo creo que consciente o inconscientemente, siempre "necesitamos" saber, odiar y temer a un "villano" para poder disfrutar de todo lo demás y confiar en algo o alguien que nos "salve".