Este fin de semana he visto el remake de una de mis películas de terror favoritas: "Pesadilla en Elm Street". A priori, las expectativas no eran muy malas, teniendo en cuenta los afortunados lavados de cara de algunos de los títulos más famosos y truculentos de los 70 y 80 como "La matanza de Texas", "Las colinas tienen ojos", "Amityville", "Viernes 13" o "La última casa a la izquierda". Hasta el nuevo "Halloween" tenía su dosis de interés y acierto.
Además, el hecho de que emblemas del slasher tan icónicos como Cara de cuero o Jason hubieran salido bien parados de su paso por las manos del palomitero productor Michael Bay, mano que mece la cuna de esta nueva versión, invitaba a pensar que Freddy Krueger (por cierto, mi "monstruo" fílmico favorito) no tenía nada que temer...
Pero tampoco hay que olvidar que la saga de "Pesadilla en Elm Street" había ido decayendo hasta casi el hastío, el despropósito y la autoparodia (quizás motivos todos ellos para afrontar un remake...). Algo que casi olvidamos con el crossover más bizarro y sanguinario que servidor recuerda: la entretenida "Freddy vs Jason".
Por tanto, los alicientes y las dudas sobrevolaban por igual mi entrada en la sala del cine. Lástima que, con el paso del metraje, los alicientes se evaporaran y sólo quedaran asentadas las dudas...
Y es que la nueva "Pesadilla", pese a la acertada actuación y realista caracterización del nuevo Krueger (Jackie Earle Haley), la correcta ambientación (la fotografía hace mucho) y el interesante (pero fugaz) coqueteo en la trama con el binomio inocencia-culpabilidad de los niños y Freddy, hace que se echen de menos todas las virtudes argumentales y artísticas del original del maestro Craven (hoy en horas bajas) que protagonizara el que será el único y verdadero Krueger para varias generaciones: Robert Englund. En ésta, en la actual, el ritmo de videoclip (que es la carta de presentación del debutante director) no ayuda en nada a generar tensión, suspense ni espanto alguno, el omnipresente ordenador hace añorar los efectos "añejos" del film de 1984, el característico y negrísimo sentido del humor de Freddy queda reducido a su mínima expresión y pilares argumentales como por qué las pesadillas deben tener lugar en Elm Street (en la saga original, era la calle donde vivía el entonces asesino de niños Krueger, que en está, por cierto, es "sólo" un pedófilo) son obviadas absurdamente. Carencias y defectos que hacen de este título un prescindible y olvidable remake y una película de terror (lo único que da miedo es el precio de la entrada: 8,10 euros) del montón...que inexplicablemente tendrá una secuela.
Pero, con el ánimo de acabar el artículo con buen sabor de boca, qué mejor que recordar las "moralejas" de la película de Craven: hay recuerdos que es mejor no tener, soñar a veces es demasiado peligroso, la mente es un arma de doble filo y...no hay que dejar que nuestros miedos tengan más presencia de la que deberían...
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