Anoche degusté, gracias al "gourmet" Garci, la excelente película "Calle Mayor" de Juan Antonio Bardem. El film, que es una magnífica muestra de que en España, especialmente antes, se hacían, si unos querían y otros dejaban, películas tan soberbias como los magnos retoños en celuloide de Hollywood, es además y me atrevería a decir que sobre todo, un extraordinario y demoledor retrato de lo peor de la sociedad de entonces (1956) que aún hoy sigue rampante. Pero cada cosa a su tiempo.
"Calle Mayor", ambientada en una ciudad de provincias universal en su anonimato (inteligente manera de torear a la censura), narra la lenta y deleznable conclusión de una broma de muy mal gusto jaleada por los peores defectos intelectuales, morales y emocionales de una sociedad paleta, tarada y ahogada en su propio marasmo espiritual, ético y cultural. La broma de marras no puede ser más cruel: Jugar inmisericordemente con los sentimientos de una buena persona que, por culpa de la sociedad, es diana de hiriente sorna y mezquinas murmuraciones. De esta forma, los personajes de Isabel (la víctima), Juan (el cobarde ejecutor de la burla) y Federico (el foráneo ajeno y enemigo de los "pecados provincianos") componen un trágico cuadro donde el costumbrismo queda en un segundo plano para dejar paso a una lacerante y brillante crítica del alma social. Personajes turbadores en los que destaca especial y conmovedoramente Isabel, interpretada maravillosamente por la actriz Betsy Blair. En definitiva, una película que, sea cual sea el punto de vista desde el que queramos considerarla, resulta, cuando menos, muy pero que muy notable.
Y ahora, vamos al quid de la cuestión. Hay quien sostiene que viendo la película se siente más relajado al comprobar cuánto ha cambiado la sociedad española. Respeto esos casos de miopía pensativa. Sí, es cierto que la España de "Calle Mayor" dista bastante de la de hoy, pero sólo en los grandes brochazos. No en los pequeños detalles. No en los vicios fundamentales hostigados desde el talento durante todo el metraje. Vicios que son quizás más patentes y vívidos en los pueblos y ciudades provincianas, pero que, paradójicamente, han arraigado con más sutil y letal intensidad en las grandes ciudades como, por ejemplo, Madrid (urbe que en "Calle Mayor" simboliza la esperanza como fuga y la puerta a un progreso ignoto).
¿Qué vicios? Los propios de una sociedad tarada (en todos los sentidos), pasmada, alelada y que chapotea feliz en su propia inmundicia moral e intelectual: El cobarde sometimiento a una rutina impuesta, a dejar que el inconsciente colectivo y las convenciones sociales marquen la agenda de nuestros actos (como esa escena en la que Isabel apunta todo lo que "tiene que" hacer a lo largo del día); la apocada autocomplacencia en saberse parte de un engranaje social sólo por el miedo a ser distinto; el borreguismo conductual e intelectual como forma de vida; el desprecio al afán de progreso como enemigo del marasmo consuetudinario; la tiranía de la hipocresía por el pavor al "qué dirán"; la inacción y el no posicionamiento como estrategama para una vida felizmente anodina; la integración en la masa y turba social o grupal como pusilánime remedio para buscar satisfacción; la minusvaloración y ridiculización de los sentimientos ajenos; la castración emocional de las relaciones profesionales, familiares y personales; el enjaulamiento de las vocaciones personales como remedio contra la liberación del individuo; la primavera de dedos índices que florecen acusadores a las espaldas de cualquier persona; las malhadadas biografías apócrifas que crean los sempiternos murmuradores que no tienen nada mejor que hacer que perder el tiempo; el remoto exilio del conocimiento y la cultura; el gusto por no hacer nada y saberse nadie...
Ahora díganme que esos vicios y defectos les son extraños. Que les suenan de otra época. Que han desaparecido. Que España se ha liberado de ellos definitivamente. Y entonces sabrán y sabré que están mintiendo. Porque son esas lacras y carencias las que hay que combatir con entusiasmo y arrojo tanto desde el plano institucional y público como desde el personal y privado. Porque son esas tachas y macas las que alentamos sólo con permitir ser víctimas de ellas. Porque son esas imperfecciones las que convierten cualquier calle de cualquier ciudad en la "Calle Mayor" que tan bien inmortalizó y criticó el único Bardem con talento que ha nacido en España.
1 comentario:
La cobardia, vileza, mezquindad, costumbrismo, etc...que rigen nuestros actos y en mayor o menor medida ahondan en nuestro interior no son ecuanimes de una época, sigo o años, vivimos y viviremos con ello. Brillante descripcion de las inmundicias humanas y buenisima pelicula digna de recomendar...Bravo Javier!
Publicar un comentario