Anoche vi un nuevo montaje de la obra teatral más famosa y representada (58 años seguidos) de la celebérrima maestra del misterio Agatha Christie: "La ratonera", que está basada en un relato corto "Tres ratones ciegos", inspirado a su vez en una exitosa pieza radiofónica homónima. Así pues, las expectativas para asistir a una obra con estos parabienes en su historial son justificadamente altas y la versión que ofrece Víctor Conde al amparo de Nearco Producciones no las frustra en ningún momento, motivo por el que tal vez cuelgan habitualmente el idílico cartel de "No hay entradas para la sesión" en el Teatro Reina Victoria desde su estreno, hace escasas semanas. Por ello, no me extrañaría nada que esta producción borrara a golpe de calidad y talento cualquier recuerdo de la versión que en 2005 pasó por el Teatro Muñoz Seca de Madrid, funestamente liderada por Jaime Blanch...
"La ratonera" que yo vi anoche es, empezando por su exquisito vestuario y escenografía, un compendio de elegancia y respeto por los clásicos donde el enorme potencial de jóvenes rostros de la televisión (buena parte de ellos coincidieron y/o debutaron en la serie "SMS" y "Sin tetas no hay paraíso") se combina hábilmente con el buen hacer de auténticos veteranos de las tablas. Estoy convencido de que hará las delicias de los amantes del género policíaco, la novela negra, las obras de Agatha Christie o juegos como el "Cluedo", entre todos los cuales me incluyo.
Todo, repito, todo en este montaje exhibe un nivel de detalle y mimo que es muy de agradecer, pues contribuye enormemente a meter al espectador dentro de la trama y ser partícipe de ese maquiavélico juego del gato y el ratón que se establece en esta obra. En especial, me quedo con esos impactantes lienzos de carne y hueso que ofrece el elenco al completo hasta en tres ocasiones y que, al menos a mí, me cortaron la respiración por su brillantez y efectividad...También es digno de reseñar el magnetismo de María Castro (que, en su debut teatral, confirma que hay talento de sobra más allá del paraíso...), la virilidad "made in Russell Crowe" de Leandro Rivera, la turbadora presencia escénica de Aroa Gimeno, el desparpajo de Guillermo Muñoz (que me recuerda mucho al "Seth Cohen" de Adam Brody) o las magistralmente mesuradas interpretaciones de Paco Churruca, Álvaro Roig y Maribel Ripoll.
¿Y qué pasa con el hilarante y catódico Gorka Otxoa? Pues lo mismo que, al menos anoche, sucedió con la función: Que fue de más a menos, hasta poner un remate que tiene más de borrón que de cénit. Quiero pensar que fue el lógico cansancio (ayer era doble sesión) lo que le hizo cometer al coprotagonista algunos deslices en el texto (anímicamente letales para cualquier actor) o que no controlara ni matizara su voz y entonación en más ocasiones de las que recuerdo. Pero lo que es innegable es que en el clímax de la obra, su garganta se convirtió en un gallinero y cayó en una sobreactuación desafortunada, contribuyendo decisivamente a poner un mal broche (la conclusión de la obra da la sensación de ser demasiado apresurada o abrupta) a lo que, hasta entonces, era un sensacional montaje. Tengo mis dudas de si este actor, magnífico en las difíciles lides cómicas, era el más idóneo para encarnar a "Trotter", pero su actuación de ayer me recordó, por desgracia, a la que perpetró Jaime Blanch allá por 2005...
De todos modos, fallos aparte, animo desde aquí a disfrutar de esta obra porque es una garantía, en todos los sentidos, de pasar un excelente e inquietante rato gracias a ese arte que tanto amo como es el dramático.
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