domingo, 13 de diciembre de 2009

Simplemente "western"

"Una del oeste", "una de vaqueros", "una de indios y vaqueros", un "western"...Hay varias maneras de aludir o mencionar las películas pertenecientes al género cinematográfico del que hoy voy a hablar, que es, en mi opinión, el más norteamericano de todos ellos y el más vilipendiado quizás por idéntico motivo.

Antes de proseguir, bueno es que el lector tenga presente este aviso: Yo no era ni soy gran entendido ni amante del western, pero sí he desandado el camino de la detracción para pasear de quedo por la senda de la honesta consideración, gracias a la tutela de tres grandes expertos y amantes de las películas del oeste norteamericano como son David Felipe Arranz, ilustrado amigo con apabullantes conocimientos de magnitud enciclopédica, José Luis Garci, cineasta y cinéfilo que es un excelente gourmet televisivo del séptimo arte, y mi padre, persona que devora cualquier película de este género con la misma ilusión que el niño neófito.

Las películas del western suponen para una nación tan "joven" como los Estados Unidos (no llegan a las tres centurias de edad) lo que la literatura épica para el Viejo Continente: la evocación idealizada de un pasado que conforma ineludiblemente la esencia histórica, cultural, emocional y humana de una nación o civilización. Gilgamesh, la Ilíada, la Odisea, la Eneida, Beowulf, el Cantar de los Nibelungos, el Cantar de Roldán, el Cantar de Mío Cid, el ciclo artúrico...son algunos ejemplos de epopeyas inmortales que han marcado innegablemente el espíritu de un país, pueblo o civilización a través de los siglos y no por ello han sido víctimas de desprecios o desconsideraciones como han sufrido y sufren los
films del oeste. Antes bien, han sido celebradas y aplaudidas secularmente como un tesoro por propios y extraños. ¿Qué sucede con el western? Que proviene de un país que por meras razones cronológicas no ha vivido en la época necesaria para que el poeta, bardo o anónimo de turno glose por escrito u oralmente las gestas de un tiempo pretérito anclado en las brumas de lo verosímil, en la mayoría de los casos. Que dicho país, desde hace décadas, hace ostentación (a veces de manera desacertada o ingenua) de un poder que se ha ganado a pulso (porque otros no han sabido o querido competir), acarreando una incesante retahíla de inquinas y envidias de las que nacen despiadadas e injustificadas críticas de quienes quieren confundir nalgas con témporas y vilipendian lo que es simultáneamente obra de arte y componente proverbial del espíritu de una colectividad. Y que ese país no debe nada a nadie más que a sí mismo y es el más endogámico de todos cuantos conforman las "grandes potencias" y eso hay gente (por lo general papanatas progres o lerdos legos) que no va a perdonar aunque para ello se ponga en los ojos la venda de la sinrazón y quiera ver tics autoritarios o ultraconservadores donde no hay más que una muestra cultural de carácter casi antropológico.

Es cierto que el western no ha tenido Homero o Virgilio que lo sublimen literariamente, pero sí John Ford y Howard Hawks que lo ensalcen fílmicamente. Y esto no es ni un mérito ni un demérito porque, sencillamente, cada época tiene sus narradores de la misma cada siglo tiene su forma de expresión. Pero los puntos en común entre el venerado género épico y el minusvalorado western no acaban ahí. Exaltación de valores que engrandecen al ser humano y con los que se identifica, como mínimo, una nación en particular; plasmación de los grandes dilemas y desafíos a los que se enfrenta el ser humano; hazañas destinadas a perdurar como asombroso ejemplo y modelo; arquetipos morales y sociológicos en
constante contraste y conflicto; lecciones filosóficas y éticas presentadas bajo el barniz de "lo épico"...esos son algunos ejemplos de los elementos fundamentales que conforman el significante y el significado de la literatura épica y son, asimismo, integrantes esenciales de toda película del oeste, incluso las de la más ínfima calidad. Valorar el western en su justa medida es cuestión de prestar atención y no dejarse onnubilar por prejuicios y clichés que por lo general guían hacia la más irrisoria ignorancia. Con esto no quiero decir que estas películas deben ovacionarse sistemáticamente como posesos, porque de películas malas está lleno el séptimo arte (indistintamente del género en el que se encuadren) sino que deben ser tomadas con el mismo respeto que otras obras, como las epopeyas literarias, independientemente de si éstas son objeto de abjuración o fruición personal. Denigrar todo un género por su procedencia o morfología es ora una estupidez supina, ora un error mayúsculo.

En definitiva, el "western" no es más que una crónica idealizada y una epopeya costumbrista de un país y una época en la que los hombres empezaron a concebir el horizonte como frontera; la aventura, narrada en celuloide, del descubrimiento (geofráfico e identitario) de un país; un árido álbum de fotografías en movimiento que nos presentan a personajes que o bien existieron realmente o bien pudieron perfectamente existir en un entorno donde la identidad de todo un país se levantó entre polvo, pólvora y biblias. Es un género lleno de méritos tan obvios que pasan desapercibidos y aquejado de injurias insostenibles (tantas que darían para otro artículo). Algo tendrá cuando casi la totalidad de los grandes directores y actores de cine (esos que con el blanco y negro dieron y dan color a nuestros sueños) han transitado al menos una vez por esos "Camelots" de madera y paja...

Para terminar, yo que tengo en la literatura y el cine dos de mis grandes aficiones y pasiones, no puedo dejar de sentir algo parecido al más sincero placer cuando veo películas como "El hombre que mató a Liberty Valance" (título de cabecera para cualquier cinéfilo, historiador o sociólogo),"Murieron con las botas puestas" (mitificación portentosa de un absoluto impresentable) o "Sin perdón" (magnífica obra de personajes shakespearianos que calzan espuelas), ya que, por encima del género y el soporte, son obras de arte (en el más amplio y profundo sentido de la palabra)...que muchos se perderán por ser simplemente unos necios con los que no merecería la pena gastar ni una mísera bala ni palabra más.

2 comentarios:

Cyrano dijo...

Magnífica y necesaria reflexión sobre un género sepultado por el tópico y la ignorancia del gran público, sensible y lleno de recovecos y secretos que la gente debería descubrir. El western es como la vida: seco como el whisky de las tabernas del lejano Oeste, contundente como un culatazo de winchester, árido como una caminata por el desierto y agradecido y eficaz como una mujer que se ha enamorado de uno y está segura de lo que siente.

Anónimo dijo...

Estoy totalmente de acuerdo, y me encanta ese género. Pero fijate qué poderío ideológico tienen, que todos hemos crecido jugando a indios y vaqueros y creyendo que los vaqueros eran los buenos y los indios los malos. Y menudo genocidio hicieron los vaqueros de los pobres indios, ahora menuguados y reducidos a un redil de gordinflones que explotan casinos. Hay que reconocer que los yankis en eso tienen tb una habilidad especial, transmitir a través del cine los valores que les importan.