lunes, 30 de junio de 2008

La épica de la elegancia

Ni crisis, ni hipotecas, ni contratos basura, ni llegar a fin de mes, ni lunes por la mañana, ni hambre en el mundo, ni guerras injustas, ni jefes en el trabajo, ni POE en la Moncloa ni Mariano en el PP. Conseguir que todo esto, no sólo deje de importar sino que incluso se olvide, tiene mérito. Tanto como ganar una Eurocopa de fútbol 44 años después del testarazo de Marcelino. No obstante, antes de proseguir con este artículo, quiero pedir perdón por el maltrato que di a la selección de fútbol en artículos publicados hace dos años (uno sobre balompié y otro sobre baloncesto). Quiero retractarme porque, si bien las críticas de entonces estaban bastante justificadas, también lo están las alabanzas y parabienes que se merecen buena parte de quienes convertí en dianas de esos artículos. Por todo ello, perdón, de corazón, a todos los que desde anoche me han dado motivos para dar gracias.

La Eurocopa de Austria y Suiza ha sido un monumento al buen fútbol, a la épica de la elegancia, al glamour de la gesta. La única salvedad, respecto a otros campeonatos internacionales de fútbol de los últimos lustros, es que esta vez sí ha ganado la selección que mejor fútbol ha hecho: la española. Y lo hemos hecho apostando por un fútbol de toque (el tiki-taka, el "tocamos, tocamos, tocamos"...) que se diferencia en un importante matiz del que propugnan los apóstoles del sobeteo del balón: No tocamos para inducir el suicidio por hastío ni ver cuántos pases seguidos son capaces de dar correctamente los defensas. Tocamos para bailar y desesperar a los rivales, tocamos para que los equipos que se enfrenten a nosotros vean la pelota pasar delante de sus narices sin que puedan hacer otra cosa para remediarlo que no sea falta. Y, para eso, la selección se ha desprendido de futbolistas de saldo que lastraban o mermaban este concepto futbolístico y ha apostado por pequeños grandes genios que han demostrado, una vez más, que el tamaño no importa.

Yo he de reconocer que era bastante escéptico al comienzo de la Eurocopa ante el futuro de la selección. Con mi resignación colchonera, estaba convencido de que, una vez más, tendría que flagelarme con aquello de: "Jugamos como nunca, perdimos como siempre". Y así seguí cuando apabullamos a las sparrings del grupo inicial: Rusia, Suecia y Grecia. Mas, cuando mandamos a comer pizza a una de las escuadras cuyo palmarés da tanto miedo como su proverbial suerte en competición, algo empezó a moverse dentro de mí. "Oye, que sí, que a lo mejor este año...sí". Luego volvió a cruzarse en nuestro camino Rusia, a ver si a la segunda vez iba la vencida, y los mandamos a tocar la balalaica con tres goles bajo el brazo. "¡Jobar tú! ¡Que estamos en final!". Y ahí, en la final, nuestro rival, el fútbol hecho Terminator, me los puso de pajarita. De Alemania sólo hay una cosa que da más miedo que la masa muscular y el apellido de los que llevan su camiseta: su excepcional efectividad. Volvía otra vez la incertidumbre a mi sesera y otra vez, como un león en ayunas, frente al televisor y a un reloj que coqueteaba con el paro cardíaco. Fue una final a medio camino entre una película de Tarantino y otra de Hitchcock: Acción, sangre, momentos brillantes, tensión y mucho suspense. Suspense con empate a cero y suspense con un gol de ventaja porque Alemania será muchas cosas, pero desde luego no es una selección cobarde y sólo la mata el pitido final de un árbitro: nadie más.


Y se cumplió el minuto 93 y yo rompí a gritar, saltar y llorar de emoción y, al igual que yo, toda España, desde sus casas, bares o plazas o desde el estadio que coronó uno de los mayores logres del deporte español de las últimas décadas: que la selección de fútbol gane, con merecimiento, una competición. Orgía en rojo y amarillo, cacofonía atronadora, júbilo multidisciplinar...Ni con Franco se habían visto tantas banderas rojigualdas ni escuchado tantos vivas a España, y eso que en aquel entonces era casi por imposición...

Si una cosa está clara es que Luis Aragonés, el seleccionador, el pararrayos nacional, el humilde Matusalén, el sabio no ya de Hortaleza sino de España, sabía lo que se hacía. Sabía lo que se hacía no convocando a Raúl ni a otros jubilados idolatrados. Sabía lo que se hacía apostando por el toque con sentido. Sabía lo que se hacía sacando a pitufos frente a colosos. Sabía lo que se hacía desde hacía mucho tiempo, aunque muchos no lo creyéramos...La historia de España está llena de ingratitud para sus mayores héroes. Somos así. ¡Qué le vamos a hacer...excepto pedir disculpas!

Podría destacar ampliamente a cualquiera de mis favoritos del equipo español (Iker Casillas, Cesc Fábregas, Marcos Senna), pero volvería a cometer una injusticia con la selección nacional porque si algo han demostrado estos chicos es que no son una constelación de "estrellitas" que hacen la guerra por su cuenta en el césped sino que son un gran equipo de fútbol y mejor grupo de amigos. Y eso, se nota. Y mucho. Que se lo digan a Italia, Rusia o Alemania. Una selección excelsa en el juego y perfecta en los detalles, incluso en la celebración (Palop con la elástica de Arconada y Ramos con la camiseta en recuerdo de Puerta...se comentan por sí solos).

España ha encontrado en el fútbol, como ya hiciera en baloncesto, la piedra filosofal que convierte el compromiso innegable en talento arrollador. Nos han regalado muchos minutos de recuerdos imborrables que quedarán para la historia nacional y la memoria íntima y personal de quienes nos emocionamos cuando las cosas bien hechas tienen su recompensa.


Podría extenderme oceánicamente entrando en vericuetos de afinidades e impresiones personales, mas todo cuanto siento creo que es compartido por quienes hoy se han levantado con la voz ronca, los ojos irritados y una sonrisa tonta. Por ese motivo, lo justo es que cierre este artículo con la siguiente frase, dirigida a todos los integrantes de la selección española de fútbol: Habéis conquistado la gloria; me habéis regalado uno de los mejores recuerdos que tendré en mi vida. ¡GRACIAS, CAMPEONES!

lunes, 23 de junio de 2008

Que le vote su PPadre

Decía Cicerón que "Todos los hombres pueden caer en un error, pero sólo los necios perseveran en él". Mariano Rajoy, que de listo tiene lo mismo que de atractivo, lo sabe bien y por eso, lejos de perseverar en el error, lo ha modificado por completo y redimensionado hasta unos parámetros lo suficientemente grandes como para que de un simple error estemos ahora ante un error colosal.
Este fin de semana se ha celebrado el XVI Congreso del PP, que pone punto y seguido al descenso abisal de este partido. ¿Sabían ustedes que la hendidura más profunda del mundo son las Fosas de las Marianas? Curiosas similitudes nos brinda la naturaleza, ¿verdad? Mas, volviendo al partido de Rajoy, otrora Partido Popular, hora es ya de que me desahogue, pues por mesura y fútil esperanza, he esperado todas estas semanas a que finalizara el congreso de marras. Como siempre hago y por evitar enseñamientos que me llevarían a superar la extensión de "Guerra y Paz", resumiré mi parecer en pocos puntos, de menor a mayor importancia o de lo malo a lo peor, como prefieran:

  • La hobbit de Rajoy: Mucho se habló durante las pasadas elecciones de la payasada de "la niña de Rajoy". Como la cera que recibió Mariano por ello le daba para abastecer de velas a todas las iglesias europeas durante un año y la guasa que suscitó semejante memez no la genera ni un congreso internacional de humoristas, el brillante Rajoy decidió presentar a su niña en sociedad y así sacudirse de encima tanta crítica injusta. Lo que pocos, poquísimos sabían es que, en lugar de referirse a una niña, el gallego tenía en mente a una hobbit. Soraya Sáenz de Santamaría, flamante portavoz del PP en el Congreso, cuyo principal mérito es dar mimos y babas a granel a su idolatrado Mariano. Yo he de reconocer que ignoraba que, además de conocedor del bestiario de Tolkien, Rajoy era aficionado a las miniaturas y hete aquí que me nombra como espolón de proa a una mujer a la que Velázquez habría llamado Maribárbola. ¡Sí, señor!¡Con un par! ¡Que no se diga que los políticos del PP no están a la altura de las circunstancias! Yo, desde luego, estoy convencido de que Heidi Sáenz de Santamaría puede ser una excepcional política, de la misma forma que estoy seguro de que sería una excepcional pívot en la WNBA.


  • El dream team: Yo pienso, especialmente en los últimos años, que el PP ha tenido buenas ideas pero le han fallado las personas. Por eso abogué en su día por relevar a las "caras visibles" del PP por otras más eficaces, fiables y carismáticas. De ahí que tuviera una tímida ilusión cuando empezaron a desfilar Acebes, Zaplana, etc. Ilusión que por supuesto ha quedado triturada en las últimas fechas. Se ha dicho que la nueva cúpula directiva del Partido Popular es un "dream team", un equipo de ensueño, en lengua de Quevedo. De ensueño no sé, pero de desvelo seguro. A mí, la nueva nao popular me recuerda a las tripulaciones que se solían embarcar hacia el nuevo mundo, con el ansia de mejorar trayectoria profesional o llenar los bolsillos de limosnas de El Dorado: gente prescindible que nadie echaría en falta en su casa a la hora de comer, bellacos, arribistas, zánganos duchos en la coba...Dicen que es un equipo de integración. Totalmente de acuerdo. Integra a melifluos palmeros y aviesos aduladores de todo a un euro. Vale, me he pasado. No todos los miembros de la cúpula son así. Casi todos. Y digo casi porque Rajoy ha querido maquillar a su clac y aderezarla con alguien del gusto del "jefe" (Ana Botella), otro con el beneplácito de Aguirre (Juan José Güemes) y una (Mª del Mar Blanco) para apaciguar a los exaltados por los justificados portazos de María San Gil y Ortega Lara. Es decir, ha querido o pretendido o simulado - vaya a usted a saber - apaciguar a todo el mundo y lo que ha hecho sin embargo es dar "una de cospedal y otra de arenas". Un maquillaje que buscaba presentar a la Gioconda y ha acabado en fulana de Montera. Lo único que integra la nueva cúpula del PP es a todos los que han defendido interesadamente a Rajoy, porque a este tío, desinteresadamente, sólo le defendería un familiar suyo (y cercano). El PP está ahora en manos de un coro griego de pelotas y advenedizos como el que tuvo Julio César. Y, hablando de Bruto, ahí está Albertotep y su amado y leal chiguagua de pelea, Manuel Coba, perdón, Cobo. Mariano ha configurado una corte donde nadie le critique y todo el mundo le ría las gracias, quizás pensando que un partido político es algo similar al show de un humorista en el que, diga lo que diga el cómico, el público tiene que partirse las manos a aplaudir y desencajarse la mandíbula por las carcajadas. Ni un tablao flamenco tiene tanta gente dispuesta a dar palmas: ¡Ozú qué arte tiene er Mariano pa dar er cante, quillo! Quizás por eso, la última gracia del gallego ha sido nombrar Secretaria General a una mujer que es la encarnación viva de una de las soflamas de la infame Dolores Ibárruri: "¡Hijos sí, maridos no!". Es tronchante poner a una mujer así al frente de un partido que, hasta ahora, defendía el modelo de familia tradicional, etc, etc. Lo único bueno que tiene Mª Dolores de Cospedal, además de su sutil atractivo físico, es ser una de las más furibundas cheerleaders del presidente de su partido. ¡Viva Mariano! ¡Viva su barba! ¡Vivan sus huesos!¿El motivo de todo esto? No es enajenación mental, no. Es más sencillo: Rajoy no quiere cerca a nadie que le pueda hacer sombra. Está claro. Cuando su carrera política acabe (que no tardará mucho), su biografía estará al caer en las librerías: "Mariano Rajoy: Los complejos de un bonsái".

  • Marianiño: Es innegable que las aportaciones de Galicia a la política española sólo son comparables a la contribución del sida a la salud mundial: Franco, Manuel Fraga, BNG, Pepín Blanco, y, sí, amigos, sí: Mariano Rajoy. A este gallego le he defendido tanto como criticado, pero desde el cariño y porque quería lo mejor para él y para el PP como votante suyo que era. Todo tiene un límite. Ya me ha hartado. Sus defectos menos importantes - para mí - son ya los que le han condenado electoralmente: que tenga menos carisma que George Bush en Irán y con un gracejo por descubrir (si se ahogara en el mar, seguiría siendo soso). Si me he hartado de Rajoy es por ser, y tiro de diccionario, un pelele, tarugo, ruin, pusilánime, hipócrita, desleal, engreído, acomplejado, cretino, cobarde, ingrato, vanidoso, caciquil, altivo y mentiroso. Todos ellos adjetivos, según la RAE y que, lejos de insultar, retratan con hiperrealismo al mentecato de Génova 13. Me siento defraudado por el último error de Aznar, por el paladín de Fraga (un vegestorio bamboleante al que ya le deben estar preparando vitrina en el Museo de Ciencias Naturalres) y por el nuevo ídolo de cierto alcalde de cabellera púbica que convierte en hombres de bien a rufianes como Efialtes, Bruto, Judas Iscariote o Vellido Dolfos. Me siento defraudado por Mariano Rajoy, al que, por sus méritos, más me vale rebautizar como Marianulidad. Pero es que ya ni siquiera le aprecio como diana de críticas. Me parece, desde ya, una pérdida de tiempo. Si, como has dicho, querías arreglar las cosas y romper con el pasado, Mariano, Marianecio, Marianulidad, deberías haber empezado por coger las maletas y no salir de la Galicia que te parió.


Por todas estas razones, hoy puedo decir con dolor y orgullo que no volveré a votar al PP mientras sean Rajoy y su séquito de babeantes quienes lo dirijan y encarnen. Se acabó. A partir de hoy, pido el voto para UPD. Y a Mariano, que le vote su PPadre.

viernes, 20 de junio de 2008

Más allá de "La Niebla"

En ocasiones, la línea que separa el Bien del Mal, el éxito del fracaso, la alegría del llanto, el acierto del error, el éxtasis de la tragedia es confusa, borrosa, como si estuviera inmersa en una densa y misteriosa niebla...De eso, en esencia, nos habla el nuevo film resultante de la brillante colaboración entre Stephen King, indiscutible maestro del terror escrito, y el director Frank Darabont, que ya nos regalaron años ha las excelentes "Cadena perpetua" y "La milla verde". La película "La Niebla" (The Mist) gira en torno a una trama que nos remite a las añejas películas de ciencia ficción y a dignos títulos de serie B: un experimento militar sale mal (como en tantas y tantas películas de este corte) y gracias a ello una pléyade de criaturas y engendros de pesadilla se dan un sanguinolento garbeo por una modesta localidad estadounidense, amparados por una densa niebla. Con esta premisa, se puede hacer bien un bodrio, bien una entretenida película de terror o bien una película muy interesante. Hablando de la sociedad King-Darabont (donde los guiños de este último hacia el primero son más que claros en la escena inicial), este film es cualquier cosa menos un bodrio. ¿Por qué? Porque el pavor y el asombro no vienen en esta película tanto de los monstruos como de los propios humanos, quienes, víctimas del miedo, la incertidumbre, la desesperación y el ancestral temor a lo desconocido, liberan la caja de pandora que contiene todo aquello de lo que es capaz una persona en situaciones tan críticas como las que presenciamos en "La Niebla". Por decirlo de forma pueril, el verdadero "malo" de esta película es el ser humano. Por poner un ejemplo: la señora Carmody (sensacional interpretación de Marcia Gay Harden) y sus acólitos dan más miedo, infinitamente más miedo que todas las criaturas de ultramundo que pululan en la niebla.


Bien rodada y mejor interpretada, este film nos pone frente a la esencia de nosotros mismos, esa que presenta descarnada sólo cuando las circunstancias mandan al garete la educación, los convencionalismos, lo políticamente correcto y la rutina diaria, esa que se presenta cuando somos conscientes de que nuestra vida puede desaparecer inmediata e incontestablemente. Si a eso añadimos que el intenso y creciente drama que viven los personajes de "La Niebla" hace incluso olvidar el espanto desatado por el cataclismo interdimensional, nos encontramos no sólo ante una película de terror atípica por la inteligencia, calidad y humanidad que rezuma, sino ante un film que es digno de aplauso y atención, especialmente porque no trata a los espectadores como si fueran anormales, porque nos habla mirándonos a los ojos y nos muestra cosas que preferimos obviar por miedo o vergüenza pero que han estado, están y siempre estarán ahí, en lo más hondo de cada uno de nosotros.

Estamos por tanto ante una película "realista", contundente, inmisericorde y sin concesiones de ningún tipo, que destruye los patrones habituales que rigen el cine comercial y que descuartiza con sadismo cualquier atisbo de final "made in Disney". Y es precisamente eso, el final, lo más conmovedor y destacable de "La Niebla": agridulce y enormemente desolador, no apto para públicos acomodados y autocomplacientes pero sí para personas que sean conscientes de que en el mundo real, en la vida diaria, las cosas no salen nunca como uno quiere o presupone. El desenlace, una auténtica bomba de hidrógeno para el ánimo de quien lo ve, es un digno, dignísimo broche para una muy recomendable película que, más allá de la niebla del terror, nos habla con una poco frecuente sinceridad de algo tan primario, tan humano y tan real que causa verdadero horror ignorarlo.

miércoles, 11 de junio de 2008

Elegía a un piquete

Ayer murió un piquete de la huelga de transportistas que colapsa las carreteras, asedia mercados y crispa a la gente de bien por culpa de la "no-crisis" económica (hay más dificultades y desaceleración que en un paso de Semana Santa en Sevilla, pero crisis no).
No entraré aquí a valorar la legitimidad de la huelga, a la que cualquier persona tiene derecho, ni si tienen motivos justos o no, que los tienen.

Hoy quiero hablar de ese colectivo anónimo y eufemístico que responde al nombre de "piquetes" que ayer perdió a uno de sus integrantes. Esta guardia pretoriana de los sindivagos (los sindicatos dejaron de serlo desde el momento en que pasaron de luchar por los derechos de los trabajadores a querer vivir del aire y el incordio) en primer lugar le hace un flaco favor al oceánico léxico castellano, pues ceñirse a la etiqueta "piquete" para referirse a quien se puede citar como vándalo, asilvestrado, cafre, gañán, bruto, mastuerzo, energúmeno, zote, salvaje, animal, rudo, bárbaro, basto, chusma o turba, por decir sólo unos ejemplos, no deja de ser una gesto de deslealtad y minusvaloración no ya al sentido común sino a la lengua que honraron Cervantes, Quevedo y compañía.

En ese sentido, me encantaría que alguien me explicara por qué en no pocas ocasiones se habla de "piquetes informativos". ¿De qué informan estos bufones del paleolítico? ¿De que te van a fastidiar el día, desgraciar la cara o jorobar el negocio? En todo caso, te informan de los motivos de la huelga entre insulto e insulto, mientras cogen resuello para calzarte un hostión o zarandearte como si fueras una actriz porno en una convención de obsesos sexuales.

Pero, disquisiciones léxicas aparte, vayamos al meollo de la cuestión. Dicen por ahí, que la libertad de uno termina donde empieza la del otro. Una gran verdad que, aplicada a este caso, viene a resultar en: "Tú tienes tanto derecho a hacer huelga como yo a trabajar". Un axioma que le cuesta entender pero no olvidar al tropel de homínidos que salpican las huelgas con su verborrea, su berrea y sus "incidentes" tan democráticos. Estas personas de ínfima ralea y menor educación son quienes, con su sola presencia, desacreditan y echan por tierra los motivos para holgar y reivindicar, por muy honestos o sensatos que sean (lo cual no ocurre a menudo). Si alguna vez entienden esto, se habrá dado un paso enorme.

En cuanto al fenecido, no voy a decir que me alegre, porque sería incierto, pero sí que me produce una contundente indiferencia. Lo siento más por su familia que por él. Honestamente, me importa bastante más el infortunio que le pueda ocurrir a un perro abandonado, un niño perdido o un enfermo en situación precaria que lo que le ocurra a una persona exaltada que se enganche simiescamente a la ventanilla del vehículo de alguien que comete la osadía de querer trabajar. Todo el mundo sabe del mortal peligro de combinar mal genio y automoción desde la carrera de cuádrigas entre Messala y Ben-Hur. Si alguien decide arriesgarse, allá películas, nunca mejor dicho. Dios me libre de justificar nada y menos un atropello mortal, pero todo el mundo es mayorcito para distinguir hasta dónde es razonable y humanamente sensato llevar una protesta.

Así pues, es una pena, una verdadera pena que una persona muera por hacer el cafre, jaleado por una horda de discutibles valientes que holgazanean por culpa de una crisis que el Gobierno se niega a reconocer. He ahí un ejemplo claro de cómo malgastar radicalmente una vida. Por tonto y bruto, has concertado una cita con la desgracia, querido piquete. Por tonto y bruto, has dejado rota a tu familia, querido piquete. Por tonto y bruto, has puesto tu granito de arena para la extinción del ser humano, querido piquete. Por tonto y bruto, has restado una cabeza a la hidra de energúmenos, querido piquete (gracias). Guardaré un instante de silencio por ti...Vale. Ya está. A otra cosa, mariposa.