Control + C. Control + V. Y así todo el rato. El Atlético lleva semanas instalado en un bucle de mediocridad. El partido contra el Villarreal fue una nueva y desgraciada muestra de ello. Analizar aquí los males que aquejan actualmente al Atleti sería repetirse más que una canción del verano y, sinceramente, no quiero. Como no quiero comentar el encuentro en sí porque básicamente volvió a ser más de lo mismo que llevamos viendo de un tiempo a esta parte: un equipo perdiendo puntos más por culpa de sus defectos que de las virtudes del rival de turno. Al menos el partido, sin ser bueno, no fue tan malo como los previos: en el país de los ciegos el tuerto es rey.
Lo único que tengo claro es que conforme pasan los partidos la realidad está más cerca de dar la razón a esa banda de haters oportunistas que llevan semanas trolleando sin piedad ni respeto ni memoria que de dar la razón a Simeone, cuyo discurso acrítico y optimista cada vez resulta menos verosímil en un contexto de creciente frustración y a quien parece que ya no le quedan conejos en la chistera para seguir haciendo magia con este equipo.
Para mí, la cuestión ya no sólo es la escandalosa falta de puntería ni el agujero negro que dejó en el mediocampo la retirada de Tiago ni la porosidad defensiva en momentos decisivos ni ese incomprensible automatismo que lleva a recular hacia la portería de Oblak sin haber sentenciado el partido ni la edad pesando y pasando por encima de la vieja guardia. La cuestión es que a un equipo que basa su razón de ser en competir no le pueden remontar como le están remontando equipos de toda condición. Tan sencillo y duro como eso. Sí, los jugadores rojiblancos compiten, pero no son lo suficientemente competitivos y, en algunos casos, ni siquiera competentes. Por eso el Atleti no está muerto pero se va desangrando camino de esas Urgencias llamadas Enero, con la esperanza de que los doctores Costa y Vitolo no lo reciban demasiado tarde para obrar un milagro digno de Lourdes.
Habrá quien ante todo esto siga recurriendo a la épica o a la retórica o al relativismo o al pataleo. Yo me seguiré dedicando a animar al equipo aunque me sienta como la orquesta del Titanic. Porque en esto consiste ser hincha del Atlético: en animar, animar, animar y volver a animar pese a todo y pese a todos. Algo que, por cierto, harían bien en recordar quienes ayer dimitieron como hinchas durante toda la primera parte.
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