El problema no es carecer de gracia (física, motriz, estética, retórica, intelectual o humorística). Los feos, los torpes, los horteras, los sosos y los cretinos tienen exactamente los mismos derechos y libertades que los guapos, los hábiles, los estilosos, los sabios...
El problema no es tener una autoestima desproporcionada e injustificable. Todo el mundo está perfectamente legitimado para venirse arriba aunque la realidad no acompañe.
El problema no es que exista un programa como "El hormiguero". Todas las parafilias, incluidas las televisivas, tienen su público.
El problema no es que una persona se vuelva viral o trending topic. Internet es un circo de infinitas pistas y siempre tiene demanda de payasos, mujeres barbudas y demás freaks.

El problema es que, con la que ha caído y está cayendo, con lo que ha hecho y está haciendo, la única alternativa que ofrece el Gobierno a su torrente de torpezas, perjuicios y ofensas sea a su vicepresidenta moviendo el mondongo como si se creyera Tony Manero.

El problema es actuar con esa peligrosa mezcla de soberbia y despreocupación cuando tantísima gente lo ha pasado o lo está pasando especialmente mal o cuando tu único aval y legado es un Everest de errores y agravios.
El problema es que una representante del Gobierno tenga tan poca o nula sensibilidad y criterio como para entender que su numerito del martes sobra en un país cuyo estado de bienestar ha sido dinamitado por la ineptitud/desvergüenza de sus gobernantes, cuyo estado de Derecho ha sido aniquilado por la corrupción de sus políticos, cuya separación de poderes es en el mejor de los casos cuestionable, cuya clase media ha sido arrasada para costear despilfarros y pelotazos varios, cuya juventud tiene que elegir
entre la emigración y la frustración, cuya libertad de información ha sido laminada, cuya libertad de expresión ha sido sodomizada legalmente, cuyo sistema laboral es un laberinto de indignidad y precariedad, cuya Justicia da risa, cuya Educación da pena, cuya Cultura está lisiada fiscalmente o cuyo Ejecutivo provoca simple y llanamente asco.
El problema es que una representante del Gobierno tenga tan poca o nula sensibilidad y criterio como para entender que su numerito del martes sobra en un país cuyo estado de bienestar ha sido dinamitado por la ineptitud/desvergüenza de sus gobernantes, cuyo estado de Derecho ha sido aniquilado por la corrupción de sus políticos, cuya separación de poderes es en el mejor de los casos cuestionable, cuya clase media ha sido arrasada para costear despilfarros y pelotazos varios, cuya juventud tiene que elegir

El problema es, en definitiva, tomar a la gente por idiota. Eso es lo verdaderamente grotesco. Eso es lo auténticamente aberrante. Ése es el problema. No que alguien pase a los anales de la teratología política y televisiva por hacer el ridículo.
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