¿Abre el ingenio las puertas del infierno? La muerte de Robin Williams ha vuelto a sacar a la luz una inquietante conexión entre el mundo de las artes y el suicidio, como si el ingenio, la sensibilidad artística y la autodestrucción (en sentido literal) fueran algo si no consustancial sí más frecuente de lo que podría parecer dado que tenemos numerosos ejemplos de suicidas procedentes del mundo artístico-cultural, ya sea en el campo de la literatura (Mariano José de Larra, Emilio Salgari, Ángel Ganivet, Virgina Woolf, Stefan Zweig, Ernest Hemingway, Cesare Pavese, Sylvia Plath, Yukio Mishima, Alejandra Pizarnik, Primo Levi, Sándor Márai, Reinaldo Arenas, Hunter S.Thompson, David Foster Wallace...), la música (Jimi Hendrix, Janis Joplin, Kurt Cobain, Antonio Flores, Michael Hutchence...), el cine (James Whale, George Sanders, Romy Schneider, R.W.Fassbinder, Heath Ledger, Tony Scott, Philip Seymour Hoffman, Robin Williams...), la pintura (Vincent Van Gogh, Mark Rothko...), la fotografía (Diane Arbus, Kevin Carter...) y un triste y largo etcétera.
Para hablar sobre este tema desde un punto de vista más científico, doctores tiene la Iglesia y artículos tiene Internet (como por ejemplo éste o éste). Así pues, simplemente diré mi opinión personal. Yo creo que es innegable que la sensibilidad artística, ésa que permite crear, pensar y sentir más distinta e intensamente que el común de los mortales, tiene como efecto secundario (o daño colateral) una mayor probabilidad de transitar
los terrenos de la ansiedad, el desánimo, la melancolía y la depresión, antesala todos ellos de lugares mucho más siniestros como la locura, la drogadicción o el suicidio. ¿A qué se puede deber eso?
- Quizás sea porque los artistas, los creadores, las personas creativas están tan acostumbradas a reconfigurar (profesionalmente) la realidad o a ser los dioses de sus propias ficciones y vidas que creen que la existencia entera o la propia condición humana son maleables o configurables igual que lo es un lienzo, una hoja o una partitura en blanco; error que les lleva al cabreo, la confusión, la frustración o a la negación y el rechazo de la realidad hasta tal punto que se deciden por evadirse de ella radicalmente (mediante el alcohol, las drogas o las adicciones farmacológicas) o irremediablemente (suicidio).
- Quizás sea porque los artistas, los creadores, las personas creativas al tener una mirada mucho más amplia y profunda no pueden evitar descubrir y mirar el vacío que completa y complementa a la existencia ni ignorar el reverso tenebroso del mundo en que vivimos y de quienes lo habitan. Y ya lo dijo Nietzsche: cuando miras al abismo, el abismo te devuelve la mirada. Y eso cambia a cualquiera y destruye a muchos.
- Quizás sea porque el propio ejercicio de creación en que se basa cualquier disciplina artística o profesión creativa depende tanto de la existencia de una nada a partir de la cual crear, de un vacío a que rellenar, que los artistas se vuelven adictos a encontrar vacíos y, en algunos casos, acaban por encontrar uno que no son capaces de rellenar, un agujero negro que devora su atención, sus pensamientos, su fortaleza, su cordura y, por último, su propia vida.
- Quizás sea porque los artistas, los creadores, las personas creativas están tan acostumbrados a trabajar en y desde la soledad y la introspección que, en algunos casos, acaban por vivir como seres ajenos y enajenados y sintiéndose no sólo distintos sino absolutamente distantes, inalcanzables e incomprensibles para cualquier otra persona, negando así cualquier posible estímulo, aliciente o solución externa.
- Quizás sea porque los artistas, los creadores, las personas creativas, tienen una consciencia sensorial y mental tan colosal que todo les afecta (para bien y para mal) mucho más intensa y decisivamente que al resto de personas: viven más, disfrutan más, sufren más. Y cuando ese sufrimiento supera (para quien sufre)cualquier solución posible...
- Quizás sea porque los artistas, los creadores, las personas creativas son puro inconformismo y, en algunos casos, ese inconformismo es tan exagerado que nada les inspira suficientemente, nada les vale, nada les motiva satisfactoriamente, nada les llena totalmente, nada les da un sentido que ellos entiendan como aceptable. Y, en ausencia de sentido: el sinsentido y la nada.
- Quizás sea porque los artistas, los creadores, las personas creativas tienen tanta hambre de vida (de sentimientos y de sensaciones) que, en algunos casos, ni la propia vida acaba por ser suficiente para ellos.
- Quizás sea porque los artistas, los creadores, las personas creativas son tan patológicamente adictos al perfeccionismo que son, en algunos casos, patológicamente alérgicos a la imperfección que suponen los contratiempos y las amarguras consustanciales a la existencia de cualquier ser humano. Alergia que, a veces, acaba por provocarles el más trágico de los shocks anafilácticos...
Sea cual sea el motivo o la casuística, lo cierto es que esa propensión a entrar en barrena que tienen ciertas personas (artistas o no) se debe a un problema de base y cuya solución pasa por comprender y/o aceptar lo siguiente:
- La vida está llena de cosas que no podemos ni entender ni prever ni controlar. Es decir: vivir significa muy a menudo simplemente saber reaccionar.
- Somos seres imperfectos en un mundo imperfecto.
- Los fracasos, las carencias y los problemas son tan consustanciales a nuestra existencia como los éxitos, los momentos de plenitud y las soluciones.
- La vida se define y realza por la muerte de igual manera que la oscuridad resalta la luz.
- Nada dura para siempre: ni lo bueno...ni lo malo.
- Vivir consiste en dejarse sorprender.
- El suicidio es la mayor y más trágica muestra del egoísmo humano y la más estúpida de todas las ideas.
Así pues, ante el suicidio, especialmente de gente brillante y con talento, yo sólo puedo sentir pena...pena porque haya gente prodigiosa incapaz de saber vivir.
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